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Juan Eladio Palmis | El bien de España

Si este hecho se diera, si España, por algún descuido de sus mandos en algún momento y por un espacio mayor a un mes de tiempo, mirara y legislara por el bien de España, el gallo cantor que anuncia las mañanas en la Ibérica cantaría con una alegría desconocida y con un tono festivo que ampliaría las ganas de vivir y cooperar.



España vive, legisla, procede, hace y destruye siempre, hasta este minuto, sin exagerar nada, en pos y en aras de mandatos de intereses exteriores que sobresalen y pesan mucho más que cualquier necesidad o prevención imprescindible que le afecte a España y a los españoles.

Hay un hecho palpable, claro y diáfano que está ahí a la vista, que no se necesitan gafas de cristales condicionados para verlo, y es que España, cuando tiene que ser no lo es, y cuando no tiene que ser está la primera pegándole fuego a todo lo que le conviene al grupo asfixiador, siempre gente de fuera de nuestras fronteras, a los que nuestros políticos respetan más, están más atentos a sus necesidades que a las nuestras.

Un país que asimila perfectamente, y a modo oficial aplaude y razona como necesario el robo descarado diario; un país que siguen considerando que lo que fue una traición y un golpe de estado es lo único decoroso de su pasado; un país donde al día siguiente de saberse de un robo, ya se considera tiempo y acto pasado y, por tanto, sin responsabilidad actual, no tiene una razón convincente de cohesión entre las distintitas gentes que constituimos, como compartimentos estancos, sus diferentes lugares. Y tan solo hemos llegado a tiempos donde el buen riego y el cultivo de la granujería han hecho florecer a tope la indiferencia y el sectarismo organizado en bandas.

En la Europa de ahora mismo, en el eje franco-alemán que llevan años acomodando sus intereses y sus recursos en contra de los países de su entorno, España está apuntada a esa clase, a esa aula, pero de oyente. Y viene, pero no de ahora, sino desde que se instauraron las relaciones diplomáticas, cantando las excelencias de lo listos que somos los españoles, incluso dentro de los chistes y chascarrillos.

Pero, al final, las que se sacrifican son las vacas españolas, son los olivares españoles, son los cultivos españoles, son los albaricoqueros y los naranjos y los limones españoles, y el pequeño comercio... para zampamos ahora los jamones polacos comprados por el eje franco-alemán o los productos que ellos quieren.

Porque nuestro mercado privado es de ellos, y nunca hubo señores mejor servidos y mejor atendidos por los políticos españoles, por los ayuntamientos y demás estamentos públicos españoles que los dueños de las grandes superficies comerciales o supermercados, aunque ninguno hable español.

Pero es que España, aquella España imperial que pudo, simplemente por lógica, seguir los consejos, por ejemplo, del aragonés conde de Aranda y hacer sin esfuerzo ni conflicto alguno el reino del Perú, el reino de Méjico, el reino de la Nueva Granada, y si hacía falta alguno más, supuesto que infantes pura sangre o ayudados a concebir, eso sí, santamente y por hacer un favor a la Corona, no faltaban, a todas todas se debieron de constituir, y el rey de España ser emperador de todo.

De ese modo político de administrar el imperio, que conllevaba muchas más cosas buenas que malas, tenía el grave inconveniente que era hacer las cosas bien; y hacerlo bien en España es la verdadera utopía, excepto cuando tiene que tirarse piedras sobre su tejado, caso de ayuda a los USA a su independencia, que entonces España se dejó los pelos en la gatera, y no tuvo inconveniente alguno en poner a todos sus súbditos en graves peligros por la mar y por los puertos, con tal de sacar su “barriga de potencia imperial”.

La “piedra” que se tiró en su tejado España desde que se firmó en París en 1785 la independencia de los USA –se dejó contrarrestar lo que se firmó en París gracias a España, sus recursos y su indiscutible ayuda, para que USA, corriendo el año de 1785, se alzara como república independiente– es la misma que nos estamos tirando ahora cuando, después de muchos esfuerzos, por el arte de birlibirloque, sin que nadie sepa bien realmente quién es Europa, y solo se sepa que hay un eje económico franco-alemán que va, como fueron los USA, a lo suyo, desde España se le tiene un miedo aparente reverencial, menos a la hora de repartir con ellos las granujerías del dinero.

Y así hemos asistido impasibles a la destrucción de nuestros recursos en agricultura, que es de lo que se come. Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS