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José Ángel Campillo | El pleito de la gallina

Quisiera agradecer a Juan Carlos el permitirme participar en esta nueva e interesante aventura de El Viso Digital. El espacio que voy a ocupar lo he titulado desde mi sardiné ese poyete que da acceso a la casa y en el que nos hemos sentado infinidad de veces para ver pasar a unos y a otros. En este caso, y metafóricamente, desde mi sardiné iremos viendo pasar retazos de nuestra historia, que junto a otras muchas historias de otros lugares conforman la historia con mayúsculas.



Para conocer la historia hemos de acudir a las fuentes, esos documentos depositados en los archivos, los grandes olvidados de las instituciones municipales, tal y como ocurre en nuestro pueblo. Pues bien, en ese olvidado y recóndito archivo hay un documento que, aunque no fechado, podemos afirmar que es del año 1820, pues en el mismo se hace referencia al “año pasado de 1819”. En este documento se nos habla de un pleito entre el Señor de la Villa y los vecinos por los muchos desmanes que estaba llevando a cabo, entre ellos la pretensión de seguir cobrando el viejo tributo de una gallina.

Para entender el motivo de este este pleito hemos de remontarnos prácticamente al nacimiento de nuestro pueblo, allá por el año 1441, fecha en la que el rey Juan II concedió el lugar de El Viso a Juan Arias de Saavedra. Le concedió el lugar, es decir el sitio donde estaba la aldea y terrenos alrededor hasta un radio de aproximadamente una legua, unos cuatro kilómetros. Sin embargo fue tal la presión que ejerció Carmona sobre Juan de Saavedra, y tal la necesidad que tenía de tomar posesión del lugar de El Viso, que llegó a un acuerdo con Carmona y aceptó media legua, de ahí el escaso término municipal que tenemos. A cambio se concedieron una serie de privilegios, entre ellos la mancomunidad de pastos, que no es otra cosa que permitir que todos los visueños pudieran llevar sus ganados a pastar a los terrenos comunales de la ciudad, además de aprovechar la leña, los palmitos, los espárragos, las bellotas, etc. A pesar del acuerdo, más de una trifulca hubo entre el Señor de El Viso y el Ayuntamiento de Carmona por no acatar lo acordado, tanto que a comienzos del siglo XIX El Viso pleiteará con Carmona por la no aceptación de la Mancomunidad de pastos.

Cuando Juan de Saavedra recibió el lugar de El Viso, lo hizo, tal y como era costumbre en la edad media, con sus aguas, tierras, 'castillo', etc, lo que no quiere decir que no hubiera propiedades particulares, pero como señor jurisdiccional del lugar tenía derecho, entre otros, al cobro de una serie de impuestos en concepto de Señorío. En este caso, los vecinos, sin excepción alguna tenían que pagar dos gallinas y dos reales, o en su defecto el equivalente en dinero.

A comienzos del siglo XVII, el Concejo, Ayuntamiento, había pedido un préstamo, muy posiblemente para poder pagar los litigios que había tenido con Mairena, por lo que se veía imposibilitado de pagar no ya la deuda, sino los intereses que la misma generaba, por lo que podemos decir que el consistorio se veía en la bancarrota. Ante esta circunstancia, el Señor del lugar, Gaspar Juan Arias de Saavedra, V Conde del Castellar, y Señor de El Viso, el que está enterrado en el Convento del Corpus Crhisti, vio la forma de apoderarse de unas tierras que disfrutaban los vecinos y cuya titularidad no estaba muy clara.

Estos terrenos son en su mayoría los que ocupan actualmente el Parque de la Muela, que entonces era una dehesa que disfrutaban todos los vecinos. El 19 de octubre de 1606 el Concejo y el Conde llegaron a un acuerdo por el cual éste se hacía cargo de la deuda. A cambio se quedaba con la tan ansiada dehesa, además de con la huerta de 'Abajo', y para contentar a los vecinos les redujo el impuesto de dos gallinas y dos reales a una sola gallina o su equivalente monetario. Aunque la dehesa pasaba a ser propiedad del Señor, los vecinos podían llevar, de forma regulada, sus ganados a la misma.

En el ecuador del siglo XVIII, fecha en la que El Viso empezó a crecer y a convertirse en un pueblo próspero, surge la necesidad de construir nuevas casas, fundamentalmente en la calle de los Zerros, actual calle Rosario, y como los terrenos eran del señor, cuando concedía el solar para construir exigía anualmente una cantidad de dinero, que no es más que su equivalencia en gallinas. De esta manera, aunque de forma simbólica, la nobleza pretendía dar a entender quién era el propietario jurisdiccional de la villa.

El 1 de enero de 1820, en las Cabezas de San Juan, el teniente coronel Riego se subleva contra el absolutista Fernando VII y le hace jurar la Constitución de Cádiz, documento fundamental para entender nuestra historia reciente. En este documento se establecía la supresión de los señoríos, y se consideraba a todos los hombres iguales. A raíz de este nuevo orden político, el Ayuntamiento de El Viso plantea pleito ante el que se consideraba señor de la villa porque seguía, o por lo menos pretendía, seguir cobrando el equivalente al precio de una o varias gallinas a los vecinos, y como no se le pagaba actuaba de mala fe, pues había ocupado algunas veredas, impidiendo el paso del ganado a las fuentes de la Alunada, del Sol y de la Muela, con el consiguiente perjuicio, además había roturando lo que hasta entonces había sido la dehesa.

Todos estos hechos nos hablan de una mala relación entre el señor y los que, hasta entonces habían sido sus vasallos, pero como la justicia es tan lenta y en 1823 se impuso nuevamente el absolutismo y se suprimió la Constitución de 1812, se impuso nuevamente el sistema estamental, por lo que tendremos que esperar hasta las reformas liberales de Mendizábal de 1836 para dar por finalizado al Antiguo Régimen en España, pero los señores no vieron dañados sus privilegios, pues la ley los amparó y las tierras que poseían pasaron a ser de propiedad particular, por lo que prácticamente todo quedaba igual.

Llegado este punto la relación entre los vecinos y su antiguo señor llegó en determinados momentos a ser tensa, tanto que llegaron a ocupar el palacio, símbolo del poder señorial, y lo desmantelaron, llegando a llevarse hasta las rejas de los balcones y ventanas, hecho que provocó una denuncia y la consecuente devolución. La única ganancia que obtuvieron con el nuevo régimen político fue no tener que pleitear por pagar una gallina, o su equivalente monetario, como símbolo de vasallaje y sumisión a un señor.

JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO


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