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María José Cortés | Amor, amor, amor

Son tantas las ideas enamoradas que me vienen a la mente, que es difícil precisar en pocas palabras las más merecedoras y como de risas deberíamos estar sobrados más que de preocupaciones, traeré a colación una historia de amor que oí un día dónde menos esperaba.



Siendo bien temprana la hora en la que subí a la azotea para tender la colada, me viene el murmullo de quien habla en casa vecina o cercana. No pude evitar escuchar lo que decían y sin saber exactamente quienes eran los interlocutores, bajo secreto no profesional diré lo oído:

“Creo que estoy enamorado. Por las mañanas una sensación extraña invade mi cuerpo, estando en mi lugar preferido y juntos los dos, tengo la sensación de que van a separarnos y que ese momento especial de intimidad y encanto, se va a romper.

Suena el despertador, y se esfuma ese momento mágico, dejo de sentir su tacto, su olor, su calor, pero me invade el optimismo de que el resto del día estaremos muy próximos también, y siempre con la cabeza en mil cosas, pero con los pies en el suelo, seguiremos estando cerca muy cerca.

Tengo la sensación que hayamos nacido el uno para el otro, de similares sensaciones, de idénticos gustos, de actividades paralelas, una preocupación por su bienestar y el temor a quedarme solo.

Es tanta la necesidad de compartir que, salvo contadas ocasiones, lo hago constantemente, los mismos olores, la misma respiración, el mismo pulso, actividades varias para las más diversas ocasiones. Creo que estoy enamorado.

A veces tengo un sueño y es que salimos a andar, pero no sé en qué momento del camino y del día nos hemos separado. Pienso en qué lugar exactamente uno de los dos se perdió y no encuentro explicación a esa desaparición. Esa idea me aturde y sigo pensando en mi incierto futuro si no llegase a aparecer. Luego confío en que la unión que nos fraguó sea la esperanza para un posterior y feliz reencuentro.

Cuando despierto el destino favorece que así ocurra, pero una y mil veces suele volver a mí, ese sueño tan real que llega a desconcertarme. Estoy enamorado”.

Tras esta declaración de amor, una respuesta sincera que recibe el feliz declarante y yo sin poder abandonar mi lugar privilegiado y mi emoción desbordada, me quedo hasta el final del acto:

“Querido amigo ensimismada por tus palabras, realmente debe ser bonito sentirse así, pero debo recordarte que esa historia que me cuentas es la que se repite una y otra vez entre los de tu especie. Cierto es que estáis muy bien juntos, que el uno sin el otro no hace nada, que cuando os perdéis no hay explicación y mucho menos cuando dándolo por perdido volvéis a encontraros. Estás destinado a esa relación y por ello naciste para ser un Calcetín Enamorado.

P.D. El misterio indescifrable de los calcetines perdidos y encontrados.

MARÍA JOSÉ CORTÉS