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María José Cortés | Verano veranito

Sirvan las vacaciones para relajar el alma, para descansar la mente y desde luego el cuerpo. A veces resulta una hecatombe y en otras se producen situaciones complicadas de resolver. Llenó su vehículo de enseres variados y en su mayor parte innecesarios como si no hubiese viaje de retorno.



Iniciado el camino tras esa peonada madrugadora, con un entusiasmo difícil de precisar, ya en ruta, siente como un deslizamiento brusco e inesperado se produce en su vehículo. Una rueda fallida, un pinchazo vamos. Llamada a la grúa, con veinticinco números hasta llegar al servicio en carretera. Les ofrecen taxi hasta destino y traslado de vehículo hasta taller. Bajada de equipaje pesado, y ruta continuada hasta el elegido.

Ha llegado a su destino, habían alquilado un piso con vistas, cerca de la playa, con dos habitaciones y un baño. Localizado el inmueble pudieron comprobar las vistas, eran a un patio interior y preciosas zonas comunes. Que estaba cerca de la Playa más próxima, claro en coche solo a quince minutos. Y un baño. ¿Pero qué baño? Pensó que el inventor de la bañera hizo su primera prueba en ella.

Desilusión máxima y desde luego queja inmediata al teléfono de referencia para ello.

Lo contratado se ajusta perfectamente a la descripción del objeto.

Piso con vistas, no ponía que fuese a la playa.

Cerca de la playa, a quince minutos es cerca.

Y con baño. Tiene bañera.

No cabe disconformidad alguna. “Disfrute de sus vacaciones en familia.”

El descontento de todos hacía el aire irrespirable, y ¿qué podía hacer?

Piensa: Nos vamos a la playa, brisa marina, oxigenación importante para purificar, para relajar.

Butacas, sombrillas, nevera, pelotas, cubitos, palitas, etc.

Llegados a la playa, resultaba complicado encontrar un grano de arena que se encontrase libre.

La humanidad había invadido el terreno. ¿habría algún desalojo del planeta del que no tuviese conocimiento?

Ante su talante desesperado, un señor mayor y experimentado en situaciones similares, le indicó: Ponga su sombrilla entre mi dedo anular y el índice del pie, aun lo tengo libre, los niños al agua, y usted vengase conmigo al chiringuito. Tomadas varias cañas o muchas cañas, nuestro protagonista ya tenía otra percepción de la realidad. La masa humana era una gran familia, sus niños muy felices con tantos amigos alrededor, los enseres era imposible que los sustrajesen con cientos de vigilantes, y cuando el caprichoso atardecer se produjo, volvieron al inmueble descrito.

Las dos plantas sin escaleras fueron subidas con alegría, las ventanas resultaban maravillosas porque en ellas estaba toda la gente que había conocido en la playa. El colorido de toallas y bañadores iluminaba aquel patio interior. El cansancio de los menores y la euforia de las cervezas permitieron disfrutar de un baño desarenador, sin importar la reliquia.

Y lo mejor de la noche una barbacoa de todos los vecinos del inmueble en aquel patio con tantas vistas desde múltiples ventanas.

Así transcurrieron los “diitas” de veraneo, pasada la semana, recogida de llaves por parte de la anunciante y pago en efectivo del mismo.

Nuestro querido inquilino entrega un sobre con dinero y cuando la señora recuenta hay veinte euros. Inmediatamente solicita una explicación porque la suma acordada no era esa; y sin dilación recibe respuesta:

Piso con vistas, tuve que comprar unos prismáticos para verla desde el balcón. 60 euros.

Cerca de la playa. Tuve que echar gasolina cada dia para ir a la playa y volver. 60 euros

baño. Tuve que desinfectarlo antes de usarlo y llamar al fontanero para su vaciado correcto. 60 euros.

Ante aquel jaque mate, la señora quiso su turno de réplica:

- La suma de esas cantidades son 180 euros, y el precio del piso 700 euros. Suponiendo que respeto la confusión creada por el anuncio. El resto a abonar son 520 EUROS y solo me ha abonado 20.

-¡Ah claro! Los 500 euros restantes son los que he tenido que abonar al chiringuito por las consumiciones diarias para ver su inmueble tal como lo describió en el anuncio.

No cabe disconformidad alguna. Disfrute de sus vacaciones y por si acaso, le he dejado unas cañas abonadas en el mismo que las mías.

P.d. Buenas vacaciones y cuidado con los detalles.

MARÍA JOSÉ CORTÉS