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José Ángel Campillo | El histórico problema de la vivienda en El Viso

Uno de los grandes y graves problemas con el que nos encontramos en la actualidad es el de viviendas, más que en número, que a veces también, en la posibilidad del acceso a la mista tanto en cuanto se ha convertido, más que en un derecho, en un artículo de lujo. Pero la falta de vivienda en nuestro pueblo no es algo nuevo; tampoco es una cuestión o un problema que ataña únicamente a nuestro pueblo, pero es en el mismo donde me voy a centrar.



El primer documento que nos habla de vecinos y de viviendas es el Censo de 1588. Gracias al mismo podemos hacer una comparación entre el número de vecinos, que eran 200 (entendiendo como tal al cabeza de familia y a su prole, aunque también había viudas) y el de viviendas, que eran unas 180. Estamos ante el primer dato que nos habla de falta de viviendas en un pueblo de algo más de 800-1.000 habitantes. Y como decíamos anteriormente, no es un problema que atañe únicamente al Viso, sino que se repite en los pueblos de la comarca: Alcalá, Mairena, Carmona y Gandul; únicamente Guadajoz, que contaba con 89 vecinos, tenía 89 casas.

Medio siglo después, fray Pedro de San Cecilio nos describe la localidad de la siguiente manera: “ El lugar del Visso es de corta vecindad, y casi toda pobre. No pasan sus casas de ciento y setenta, todas de humilde edificio”. En esta breve descripción el número de viviendas sigue siendo similar. Podemos apreciar cómo la construcción de viviendas se ha paralizado, tal vez por la grave crisis social y económica del momento.
Si el siglo XVII resulta un tanto desalentador, lo mismo podemos decir de la primera parte del siguiente, pues el Catastro de Ensenada (1755) nos dice que en nuestro pueblo había 450 vecinos, 343 viviendas hábiles y 3 en estado de ruina, por lo que el déficit habitacional en estos momentos era de 107 viviendas. En 1785 nos encontramos con 604 vecinos y 461viviendas, por lo que la falta de vivienda asciende a 143, por lo que en una misma casa viviría una familia compuesta por abuelos, padres e hijos, con el consiguiente problema de hacinamiento y de salubridad, más si tenemos en cuenta que éstas eran, por regla general, pequeñas.

En este contexto de déficit de viviendas podemos entender que en el período comprendido entre 1747 y 1799 contabilicemos, para el caso de El Viso, 117 licencias para construir casas en distintas calles, lo que hace una media de 2,25 viviendas al año, número insuficiente, más si tenemos en cuente que este período coincide con un incremento poblacional que se nutre, además del crecimiento natural (la diferencia entre nacidos y fallecidos) del elevado número de personas procedentes de otros lugares que ven en Andalucía un lugar idóneo en el que buscar mejores condiciones de vida.

Ya entrados en el siglo XIX nos encontramos con la ausencia de fuentes hasta 1885, fecha en la que el Ayuntamiento, al parecer sin permiso del Marqués del Moscoso, había concedido la construcción de más de 200 viviendas ante la gran necesidad que había. A pesar de ello, el Marqués que era el propietario de la gran mayoría de las tierras que conforman actualmente el casco urbano, revocó el permiso. Esto hace que nos encontremos en 1889 con un total de 1638 familias y 1222 viviendas (hay un déficit de 416).

A lo largo del siglo XX nos vamos a encontrar con el mismo problema. Así en 1910 el déficit era de unas 280 viviendas, en 1930 de algo más de 600 y treinta años después, en 1962 unas 500, lo que nos puede dar una idea del grave problema con el que se encuentra el Ayuntamiento y que intentará solventar con la creación de nuevos barrios, es el caso del denominado “Barrio de las Anchoas” o “de las suegras”, unos 7000 metros de terreno situados entre las calles San José, San Laureano, Santa Ana y Corredera. Se trataba, de esta manera, de abrir una calle entre las de San José y Queipo de Llano. Como en dicho lugar estaba proyectada la construcción de un grupo escolar, era necesario abrir entre las calles Santa Ana y la Plaza de San Gil una calle que sería bautizada como Roma. Las calles del nuevo barrio (salvo la denominada como Lepanto y plaza de Bastilippo) van a recibir nombres vinculados con la historia de Roma: Teodosio, Adriano, Trajano, Séneca y plaza de Itálica, nombres muy recurrentes si tenemos en cuenta que en dicho lugar hubo una necrópolis y cuando los vecinos empezaron a construir sus modestas viviendas, en el subsuelo, aparecieron restos humanos de este período.

Hay que decir que el barrio se construyó en dos fases que vienen marcadas por sus dos calles principales: Trajano y San Laureano.
Otro barrio surge justo enfrente, en el otro margen de la Corredera, es el que se conoce como del “Depósito del Agua”, de ahí el nombre de sus calles: Agua, Lumbreras y Pozo, lugar donde se va a construir un grupo escolar y una nueva plaza de abastos que recibirá el nombre de Santa Ana.
En el otro extremo, hacia el SO de la localidad, en los pagos de Santa Lucía y de la Muela, el Ayuntamiento va a presentar un plan de expansión del casco urbano en una zona apta para construir por estar situada en un terreno llano. Para poder ejecutar este ambicioso plan el Consistorio inicia la compra y expropiación de terrenos, por lo que pide ayuda económica a la Diputación.

Otro de los nuevos sectores por donde se va a producir el crecimiento urbano de la localidad, a principios de la década de los sesenta, es el tramo comprendido entre las traseras de la calle Manuel Jiménez León y las de la calle Conde. Así el pleno municipal concederá los pertinentes permisos a Francisco Martín Caraver para derribar la casa número 21 de la calle Manuel Jiménez León y abrir una calle (denominada Juan XXIII) que comunicaría con la de Armero (con posterioridad Juan Bautista). No podemos olvidar tampoco el barrio que nace en lo que fue el “olivar del Cura”, al final de lo que era el callejón de “enriquito”, o la parcelación a mediados de los años 60 de la huerta del Carmen, entre otras.

Sin duda alguna entre los años 60 y 70, el crecimiento urbano, un tanto desordenado, configuró lo que es la actual trama urbana de la localidad que sigue creciendo de forma irracional, pues no se colmatan espacios vacíos que van quedando en determinados barrios, y lo que es más preocupante, el vacío poblacional que se viene observando en el centro urbano, de tal manera que estamos dando lugar a espacios vaciados; la urbe se está convirtiendo en un gigantesco donut. Es un fenómeno similar al que ocurrió a finales de la Edad Media cuando los pueblos ubicados en torno a un castillo fueron abandonando las zonas más escarpadas y se establecieron en zonas más llanas. La diferencia entre un momento y otro está en el hecho de que el la Edad Media no había normas urbanísticas y en la actualidad sí.

Por otra parte, la especulación de los terrenos y la débil economía de los jóvenes, a lo largo de los años 80 y 90, va a provocar un fenómeno que va a consistir en “doblar” las viviendas, por lo que nos encontramos en la planta baja la familia que construyó la vivienda, y en el alta un piso que se construye, no sin trabajo, para una de las hijas casaderas de la familia. Estamos ante un fenómeno sociológico digno de estudiar pues es por regla general una de las hijas la que se queda a vivir en la nueva vivienda con la “obligación” adquirida implícitamente de hacerse cargo de sus padres cuando éstos requieran cuidados.

Para terminar, hay que decir que el censo de población y vivienda del año 2011 que nos ofrece el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía, en nuestro pueblo había 7.394 viviendas familiares y 368 secundarias. Lo que llama poderosamente la atención es la existencia de 1.162 viviendas vacías.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO