La pandemia del coronavirus traerá, desgraciadamente, una gran crisis económica. Será el momento de apostar por nuestros recursos endógenos, que no tienen peligro de deslocalización: pequeñas y medianas empresas locales, gastronomía, repostería, aceite, productos ecológicos, naranjas, nuestra cultura, Fiestas, Parque de la Muela, yacimientos arqueológicos,…Sin embargo, uno de nuestros elementos patrimoniales más importantes es irrecuperable, ya que fue destruido hace más de cuarenta años, en el ocaso del franquismo. Me estoy refiriendo, claro está, a la Casa-Palacio de los Condes del Castellar.

Esta mansión correspondía al modelo típico de la nobleza rústica, es decir, un gran caserón, con gruesos muros, oscuro y coronado con escudo de armas. El origen de este edificio se puede remontar a los siglos XIV-XV, y sería de pequeñas dimensiones. Posiblemente, quedaría gravemente dañado por el terremoto de Carmona de 1504, por lo que su núcleo principal podría datarse a principios del siglo XVI, sufriendo una gran transformación y ampliación en el XVIII, estrangulando sobremanera la calle Convento. Bueso y Belloso describen esta reforma del siguiente modo:”se recrece el palacio con un doble cuerpo al norte de la edificación donde se sitúa la puerta principal y cuyo costado tapa la calle Convento”. Dicha casa solariega de los Arias de Saavedra se construyó junto a una torre, tal como hace referencia el cronista mercedario, fray pedro de San Cecilio. La estructura típica de estas mansiones señoriales era un amplio zaguán, tras un enorme portalón, que conducía a un patio, desde el que se accedía a diversas dependencias, como las cocinas, las habitaciones de los servidores y las caballerizas. De ese vestíbulo nacía la escalera que conducía a los aposentos del piso superior.
Este edificio pasó por numerosas vicisitudes históricas: casa solariega de los señores de El Viso, cárcel, colegio religioso,… Estábamos, pues, ante un edificio histórico que fue derribado a principios de 1979, lo que supuso una pérdida patrimonial y sentimental irreparables.
¿Cómo se produjo tan lamentable suceso?
En un documento, con Registro de entrada del Ayuntamiento de El Viso con fecha del 15 de enero de 1979, Sor María de los Ángeles, Delegada General de las Religiosas Teatinas, como “propietaria de la finca sita en Plaza Cardenal Spínola, esquina a Condes de Castellar, la cual se encuentra deshabitada y en estado ruinoso y proyectando realizar el derribo de la misma bajo la dirección del Arquitecto D. Adolfo Rubio Cobos y del Arquitecto Técnico D. Alfredo José Martínez Cuevas.
SUPLICA, a V.E.:
Que previos los trámites oportunos y pago de los arbitrios que procedan tengan a bien concederle la correspondiente Licencia para llevar a cabo los trabajos mencionados…”
El Ayuntamiento visueño resolvió el asunto con gran celeridad, en menos de un mes. La Comisión Municipal Permanente se reunió el 8 de febrero de 1979, a las 13 horas, en las dependencias de la Casa Ayuntamiento, bajo la Presidencia del Alcalde Narciso López de Tejada, de los Tenientes de Alcalde, Manuel Moreno Roldán y José María Martín Hidalgo y del Secretario, Pelayo Romero Martín. No asistió el Primer Teniente de Alcalde, Antonio Moreno Bravo, que, previamente, había justificado su ausencia. En el cuarto punto del Orden del Día, “se da cuenta de solicitud formulada por Sor María de los Ángeles como Delegada de las Religiosas Teatinas y en representación de la misma para que le sea concedida licencia para demolición de la finca sita en plaza del Cardenal Spínola, esquina a Conde de Castellar.
La Comisión, visto el Proyecto Técnico redactado por el Arquitecto Superior D. Adolfo Rubio Cobos y el informe del Sr. Arquitecto Municipal, acuerda por unanimidad conceder la licencia solicitada…”
Fue el último “servicio” de Narciso López de Tejada como Alcalde (1965-1979), ya que, poco después, en virtud de la disposición transitoria 5ª de la Ley 39/78 de 17 de junio de elecciones, dimitió para presentarse a las elecciones locales como candidato de la UCD. De manera provisional, se hizo cargo de la Alcaldía, Antonio Moreno Bravo.
El derribo de tal señorial edificio no produjo ninguna gran reacción de protesta. Los partidos políticos se preparaban para las elecciones de ese mismo año, todavía impregnaba en el ambiente la represión franquista y había escasa sensibilidad patrimonial, tal como se demostró, un par de años después, con la construcción del recinto ferial en el yacimiento arqueológico de la Tablada Baja y en la no conservación de los numerosos restos arqueológicos que, según numerosos testimonios orales, aparecieron por doquier.
El Diario ABC, en diciembre de 1979, describía, con textos e imágenes de González Moreno, la magnitud de la tragedia:”Mientras unos pueblos conservan hasta la menor reliquia de su pasado histórico, otros proceden a destruir sus más venerables monumentos. Tal ha acontecido, hace sólo unos meses, con el palacio antiguo, que perteneció al Conde del Castellar, como Señor de El Viso, hasta el año 1844 que fue vendido en pública subasta. El edificio se construyó en el siglo XVII y conservó hasta hace unos años el escudo de piedra en su fachada. Modernamente, después de haber tenido varios usos, se iba a destinar a asilo de ancianos. Tenía un bellísimo patio con espléndido jardín, frente al cual se alzaba una gran portada de piedra con triglifos y metopas. Hoy queda del mismo sólo un solar, pues en su afán de acabar con todo recuerdo del palacio de El Viso se han vendido todos sus ladrillos, piedras, yeserías, artesonados, rejas y puertas de caoba y cedro. Hasta el abrevadero barroco que se alzaba en su parte trasera ha sido destruido”.
En definitiva, fue una pérdida irreparable de un edificio de más de quinientos años de historia, que ni mucho menos estaba en estado ruinoso. Afortunadamente, los pisos proyectados en el solar no llegaron a edificarse y, gracias a las gestiones de Juan Belloso, directivo de Banesto, y del primer Alcalde democrático tras la República, Juan Holgado, la propiedad pasó a ser de titularidad municipal. Después de muchas vicisitudes, se construyó el Ayuntamiento de El Viso del Alcor, aunque con un diseño, a mi modesto entender, poco afortunado. ¡Cualquier parecido con el original es pura coincidencia! Lógicamente, no se trataba de reconstruir un edificio antiguo, si no de realizar uno nuevo, moderno y funcional, aunque inspirado en el original y que conservara el bello rincón romántico que estrangulaba la calle Convento.

Esta mansión correspondía al modelo típico de la nobleza rústica, es decir, un gran caserón, con gruesos muros, oscuro y coronado con escudo de armas. El origen de este edificio se puede remontar a los siglos XIV-XV, y sería de pequeñas dimensiones. Posiblemente, quedaría gravemente dañado por el terremoto de Carmona de 1504, por lo que su núcleo principal podría datarse a principios del siglo XVI, sufriendo una gran transformación y ampliación en el XVIII, estrangulando sobremanera la calle Convento. Bueso y Belloso describen esta reforma del siguiente modo:”se recrece el palacio con un doble cuerpo al norte de la edificación donde se sitúa la puerta principal y cuyo costado tapa la calle Convento”. Dicha casa solariega de los Arias de Saavedra se construyó junto a una torre, tal como hace referencia el cronista mercedario, fray pedro de San Cecilio. La estructura típica de estas mansiones señoriales era un amplio zaguán, tras un enorme portalón, que conducía a un patio, desde el que se accedía a diversas dependencias, como las cocinas, las habitaciones de los servidores y las caballerizas. De ese vestíbulo nacía la escalera que conducía a los aposentos del piso superior.
Este edificio pasó por numerosas vicisitudes históricas: casa solariega de los señores de El Viso, cárcel, colegio religioso,… Estábamos, pues, ante un edificio histórico que fue derribado a principios de 1979, lo que supuso una pérdida patrimonial y sentimental irreparables.
¿Cómo se produjo tan lamentable suceso?
En un documento, con Registro de entrada del Ayuntamiento de El Viso con fecha del 15 de enero de 1979, Sor María de los Ángeles, Delegada General de las Religiosas Teatinas, como “propietaria de la finca sita en Plaza Cardenal Spínola, esquina a Condes de Castellar, la cual se encuentra deshabitada y en estado ruinoso y proyectando realizar el derribo de la misma bajo la dirección del Arquitecto D. Adolfo Rubio Cobos y del Arquitecto Técnico D. Alfredo José Martínez Cuevas.
SUPLICA, a V.E.:
Que previos los trámites oportunos y pago de los arbitrios que procedan tengan a bien concederle la correspondiente Licencia para llevar a cabo los trabajos mencionados…”
El Ayuntamiento visueño resolvió el asunto con gran celeridad, en menos de un mes. La Comisión Municipal Permanente se reunió el 8 de febrero de 1979, a las 13 horas, en las dependencias de la Casa Ayuntamiento, bajo la Presidencia del Alcalde Narciso López de Tejada, de los Tenientes de Alcalde, Manuel Moreno Roldán y José María Martín Hidalgo y del Secretario, Pelayo Romero Martín. No asistió el Primer Teniente de Alcalde, Antonio Moreno Bravo, que, previamente, había justificado su ausencia. En el cuarto punto del Orden del Día, “se da cuenta de solicitud formulada por Sor María de los Ángeles como Delegada de las Religiosas Teatinas y en representación de la misma para que le sea concedida licencia para demolición de la finca sita en plaza del Cardenal Spínola, esquina a Conde de Castellar.
La Comisión, visto el Proyecto Técnico redactado por el Arquitecto Superior D. Adolfo Rubio Cobos y el informe del Sr. Arquitecto Municipal, acuerda por unanimidad conceder la licencia solicitada…”
Fue el último “servicio” de Narciso López de Tejada como Alcalde (1965-1979), ya que, poco después, en virtud de la disposición transitoria 5ª de la Ley 39/78 de 17 de junio de elecciones, dimitió para presentarse a las elecciones locales como candidato de la UCD. De manera provisional, se hizo cargo de la Alcaldía, Antonio Moreno Bravo.
El derribo de tal señorial edificio no produjo ninguna gran reacción de protesta. Los partidos políticos se preparaban para las elecciones de ese mismo año, todavía impregnaba en el ambiente la represión franquista y había escasa sensibilidad patrimonial, tal como se demostró, un par de años después, con la construcción del recinto ferial en el yacimiento arqueológico de la Tablada Baja y en la no conservación de los numerosos restos arqueológicos que, según numerosos testimonios orales, aparecieron por doquier.
El Diario ABC, en diciembre de 1979, describía, con textos e imágenes de González Moreno, la magnitud de la tragedia:”Mientras unos pueblos conservan hasta la menor reliquia de su pasado histórico, otros proceden a destruir sus más venerables monumentos. Tal ha acontecido, hace sólo unos meses, con el palacio antiguo, que perteneció al Conde del Castellar, como Señor de El Viso, hasta el año 1844 que fue vendido en pública subasta. El edificio se construyó en el siglo XVII y conservó hasta hace unos años el escudo de piedra en su fachada. Modernamente, después de haber tenido varios usos, se iba a destinar a asilo de ancianos. Tenía un bellísimo patio con espléndido jardín, frente al cual se alzaba una gran portada de piedra con triglifos y metopas. Hoy queda del mismo sólo un solar, pues en su afán de acabar con todo recuerdo del palacio de El Viso se han vendido todos sus ladrillos, piedras, yeserías, artesonados, rejas y puertas de caoba y cedro. Hasta el abrevadero barroco que se alzaba en su parte trasera ha sido destruido”.
En definitiva, fue una pérdida irreparable de un edificio de más de quinientos años de historia, que ni mucho menos estaba en estado ruinoso. Afortunadamente, los pisos proyectados en el solar no llegaron a edificarse y, gracias a las gestiones de Juan Belloso, directivo de Banesto, y del primer Alcalde democrático tras la República, Juan Holgado, la propiedad pasó a ser de titularidad municipal. Después de muchas vicisitudes, se construyó el Ayuntamiento de El Viso del Alcor, aunque con un diseño, a mi modesto entender, poco afortunado. ¡Cualquier parecido con el original es pura coincidencia! Lógicamente, no se trataba de reconstruir un edificio antiguo, si no de realizar uno nuevo, moderno y funcional, aunque inspirado en el original y que conservara el bello rincón romántico que estrangulaba la calle Convento.
MARCO ANTONIO CAMPILLO