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María José Cortés | Testigo de un campeón

-Me retiro, me jubilo, que me voy a casa. No tengo edad para ello, pero tengo una gran trayectoria, una vida laboral más intensa que amplia, un rodaje considerable, y el desgaste que produce esta mi profesión por al alto nivel de exigencia requerido. 


Recuerdo aquellos inicios donde toda mi vida era una red, una red suspendida siempre de una cuerda, llenando todo el espacio de mi existencia y con un entramado tan pequeño que no me permitía pasar de un lado a otro, aunque quisiera. Nací para ello.

Una puntuación constante de todo mi recorrido, miradas fijas en mi cuerpo e intención, esperando que los saques magistrales de mi actividad fuesen una incontrolable fuente de satisfacciones para todos. 15, 30, 40 y vuelta a empezar. Tanteadores de mi propio ser como si de un sistema sexagesimal se tratase. 

Muchas han sido las ocasiones de juego decisivo, pero quien no valora las dificultades por una diferencia mínima no valora máximamente una victoria sufrida. Los golpes y efectos en cada instante, el haber aprendido que según la posición de los demás hasta mis movimientos han sido consecuencia de ello, y que durante todo el tiempo esa variedad en los mismos da emoción y brillo, resultado a mi propio rodar. 

 A veces el propio saque me ha puesto en posición ventajosa, hasta de ganadora, esos que dificultan pero que son tan rápidos e imprevisibles que te suman. Pero siempre están los básicos que te permiten mantener, ganar o perder, pero mantener el control, y yo me he visto en todos. Perfilados a mí y abierta a todas las posibilidades.

Y en esta evolución la mía, he aprendido siempre a moverme veloz y con reflejos para que esos golpes inevitables solo me llevasen a volea cuando era mi intención. Mantener el control en el revés y en el derecho, restando la justa potencia para que esa dejada sea perfecta y en nada me preocupase la contradejada. 

Y como remate final, como parábola perfecta, me despido profesionalmente, desgastada un poco en mi apariencia física, la edad en esta vida de fricciones no pasa en balde, pero en buena forma eso sí.  Feliz muy feliz, orgullosa muy orgullosa de haber acompañado a un GRANDE DE ESPAÑA, grande de los de verdad, orgullo de madres y padres, orgullo de deportistas, orgullo de españoles, orgullo de personas, ejemplo a seguir.

Gracias Rafa por haberme llevado en tu bolsa y junto a ti tantas veces y haberme hecho testigo y partícipe de todo tu esfuerzo, trabajo y éxito. 


MARÍA JOSÉ CORTÉS

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