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José Ángel Campillo | Las 'fortalezas' de Alcaudete

Alcaudete es un vocablo que deriva del topónimo árabe “Alcaodat”, que a su vez es una adaptación del vocablo latino “caput aquae”, que podemos traducir como “manantial, fuente, inicio de río o arroyo”. El pago de Alcaudete, tierra de “frontera” entre el Viso del Alcor y Carmona, ciudad a la que pertenece por estar dentro de su término municipal, es un vasto territorio situado en la fértil Vega carmonense.  El topónimo hace referencia no solo a un cortijo, sino también a un arroyo, a un enorme túmulo, a unos pilares, a una torre o castillo, a una ermita, a unos molinos, a una vereda y en tiempos modernos a una romería. 


Es tal su importancia como enclave histórico que, junto a Carmona y a Gandul es uno de los territorios en los que la población a lo largo de la Historia ha sido más estable; es pues, un territorio fuertemente antropizado en el que abundan gran cantidad de restos arqueológicos.

La carretera que comunica El Viso con Carmona está atravesada perpendicularmente por la vereda de Alcaudete, abierta en 1503, junto a los pilares de la fuente del mismo nombre. No obstante, es una vereda más antigua al ser el eje de unión entre Carmo y Basilippo, en el denominado Cerro del Cincho (Arahal).

Junto a los pilares, la vereda se ensanchaba considerablemente, pues era zona de sesteo del ganado, que tenía que estar abierta ininterrumpidamente durante todo el año.

Y junto a la vereda, el cortijo, cuyas primeras referencias las encontramos en el propio repartimiento que hizo Fernando III, pues dicho lugar fue concedido a su esposa doña Juana de Pontis. El rey le concedió 30 yugadas de excelente tierra (unas 900 hectáreas). Esta gran propiedad, a buen seguro, ya existía en época imperial romana y que pasó sin cambio alguno hasta época musulmana.

En esta zona de gran valor arqueológico encontramos un portentoso túmulo, una de sus “torres” que no fue puesta en valor por la Sociedad Arqueológica de Carmona, en la que participó activamente Bonsor. Fundada oficialmente el 22 de mayo de 1885, en ese mismo año dieron comienzo a una serie de excursiones cuyo objetivo no era otro que el de dar a conocer esta riqueza, siendo la primera visita al Puerto de Alcaudete. Dos años después se publicaron las actas o memorias de esta Sociedad, entre ellas un artículo de  Jorge Bonsor titulado El túmulo de Alcaudete. En dicho artículo encontramos, por primera vez, el  dibujo del gigantesco túmulo. En este documento, Bonsor asigna las siguientes medidas: 60 metros del lado mayor, 45 de lado menor y 30 de altura. A pesar de ello hay que decir que Bonsor no midió el túmulo desde su base, sino desde la parte de arriba. Nuevas medidas  hacen que el túmulo sea aún más grande: 100 metros de diámetro mayor y 60 de diámetro menor. 

Son muchas las teorías que se han arrojado acerca de la funcionalidad de este túmulo al igual que otros similares de la comarca, es el caso del de Parias, Entremalo, Ranilla o el del Viento. Actualmente se dice que estas estructuras se denominan tell , una enorme estructura artificial que se ha ido formando a partir de la superposición paulatina de estratos correspondientes a diferentes períodos”.

La segunda “fortaleza”, actualmente desaparecida, es la que fue conocida como “castillo de Alcaudete”, aunque es un apelativo un tanto pretencioso al ser concretamente una torre, una de tantas que se desparramaban a lo largo de lo que se denominó como “banda morisca” que no es más que la frontera entre el sur de Castilla y el reino nazarita.
 
Esta torre, al igual que otras muchas, fue construida en un momento concreto con una función muy determinada, de ahí que al dejar de tener funcionalidad, fueron abandonadas. Se trata de una torre que formaba parte de una red de fortalezas o torres cuya función era la de  detectar posibles ataques de los musulmanes, y dar cobijo a la escasa población asentada junto a ellas.

En esta zona de frontera, los Alcores jugarán  un papel estratégico de gran importancia dado su carácter de “puerta de Sevilla”, de ahí que podamos hablar de un sistema defensivo articulado en torno a dos líneas de fortificaciones  y una tercera de ciudades y grandes villas que actuarán como base de aprovisionamiento. En la tercera línea defensiva tenemos: Carmona, Écija o Sevilla; grandes áreas urbanas entre las que encontramos pequeños núcleos de carácter rural en torno a una torre defensiva, es el caso de Mairena (el castillo se construyó posteriormente),  El Viso,….; línea defensiva situada en las cercanías del margen izquierdo del Guadalquivir. En los Alcores podemos hacer referencia a un gran número de torres, muchas de ellas desaparecidas y de las que tenemos únicamente evidencia documental. De todas ellas nos interesa la torre del Alcaudete y por su cercanía la del Moscoso.

Por lo que respecta a la de Alcaudete, debe su existencia al hecho de estar en un lugar de paso del Alcor a la Vega, una zona que podemos considerar como estratégica, más si tenemos en cuenta la abundancia de agua en la zona.

Las breves referencias de esta torre denominada vulgarmente como “castillo de Alcaudete” aparecen en las Ordenanzas del Concejo de Carmona, concretamente en el denominado “Título de las veredas e vaderas”, es en este documento donde se nos dice que en  la vereda de Alcaudete hay una zona que es  sesteadero de ganado que comienza justo en la esquina de la torre. 

Siglos después, Bonsor nos dice que, el antiguo castillo, como así lo define, estaba arruinado, aunque nos describe brevemente como era: una torre cuadrangular de unos seis metros de lado y unos quince metros de alto, por lo que argumenta que debía de tener tres pisos de altura. En cuanto al materia de construcción que se utilizó nos dice que la parte inferior era de sillería y el resto de tapial.

Según testimonios orales la construcción estaba a la altura del último molino, según se baja por la vereda hacia la Vega, concretamente, al otro lado del camino. Aunque el referido castillo o torre ha desparecido, hemos de decir que junto al camino “se distinguen en superficie alineamientos de muros sillares”, al igual que  en el cortijo situado sobre una elevación que se destaca en la Vega. Por referencias orales tenemos constancia que en los años veinte del pasado siglo, las rejas de los arados, más de una vez se estropeaban a consecuencia de grandes sillares que eran sacados a la superficie por los mismos trabajadores del cortijo.

Muy cerca de esta torre tenemos la del Moscoso, también desaparecida y de la que únicamente quedan algunos restos en uno de los puertos del Alcor, a medio camino entre éste y la Vega, justo donde aflora en un pilar una corriente de agua, de ahí que su situación sea inmejorable, según Amores, por lo que “debió ser una construcción de cierta prestancia a juzgar por los materiales”. Los restos de la edificación, que aparece separada de la corriente de agua por el camino, tienen una cronología que oscila entre los siglos I al IV/V . Muy posiblemente, tal y como ocurrió para Santa Lucía, dicho lugar, dada su posición estratégica, pudo ser reutilizado. 


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO
FOTOGRAFÍA: JUAN TRIGO
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