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María José Cortés | Sex in the city, Sol busca al hombre perfecto

¿Recordamos aquella amiga que intentaba encontrar el hombre de su vida y como si de recetas de cocina fuera la cosa, intentaba por todos los medios culinarios posibles hallarlo?

¡Ahhhhh! ¿que no sabías que aquel artículo se refería a ello? Se titulaba MASTERCHEF HACE ESTRAGOS de fecha 1 de febrero de 2020. Pues recomiendo releerlo y así enlazar con las nuevas aventuras amorosas que hoy os cuento de la susodicha buscadora del HOMBRE PERFECTO.

Puedo contar con detalle bajo su estricta autorización que siendo un sábado de los de antes, de aquellos de cena, copa y lo que viniese, quedó con un chico que pensaba podía ser su Romeo. Guapo, guapísimo, educado, educadísimo, sonreía a doquier, voz para hacer radio, manos cuidadas, ojos azules para perderse en su mar, barbita uber sin llegar a metro, y de indumentaria al nivel del conjunto. Según cuenta Sol, parecía escapado de una revista a la vista y de un libro bien elegido de los que una vez que empiezas quieres no cerrarlo hasta terminar todas sus páginas. Entre la retórica fina y la papanatería solo hay un hilo que él nunca traspasaba. 

Contemos lo de aquella habitación, en su piso céntrico, cuando habiendo consumido el tiempo de pavoneo y exquisiteces alimenticias decidieron ampliar el menú tomando el postre en casa. Yyyyyyyyy pasarían a un desbordamiento pasional acorde a su primera cita, pensó la fémina. Ambiente precalentado y antes de la explosión de la máxima el susodicho pidió tiempo muerto. Dícese en resumen del tiempo solicitado para analizar una jugada. En este caso fue solicitado para que la ropa sobrante en lugar de quedar esparcidas por el pasillo como en las pelis, él dedicase unos segundos interminables a ordenar sus pantalones y camisa cual rayas recién planchadas sobre un sillón y enrollando el cinturón tal cual es recibido solo la primera vez.

Sol respiró, y pensó que siempre había deseado un hombre ordenado y desde luego este lo era, solo que en un momento inadecuado. 

Como se sabía exigente se concentró en la labor iniciada y dejó pasar el hecho en cuestión. Desaviado de sus ropas, aquel portento de la musculatura y el moreno invernal se plantó con sus calzones blancos de ajuar español y calcetines negros hasta donde el elástico alcanzase. 
¡AYYYYY! Ahora además de respirar, tuvo que tragar saliva, y aparentar una sonrisa apasionada. La primera regla antimorbo estaba ejecutada. 

Siempre había querido un hombre bien vestido por dentro y por fuera, pero ¿qué la pasa a los ejecutivos bien estiraditos hija? Pues nada 10 puntos menos, menos 10 del orden a destiempo, ya son 20 de los 100 acumulados. 

En su mente tenía a sus amigas conocedoras de sus exigencias y expectantes de una exitosa cita diciendo con tono lastimoso: OTRA OPORTUNIDAD QUE EL MUCHACHO LO VALE. 

-Venga Sol que no se puede mirar con lupa cada cosita- Se decía a sí misma. 
Deseosa que aquel encuentro fuera una serendipia, retomó el rumbo de su pasión. Cuando parecía recuperar el tono y se dejó llevar por la emoción, sujetó los cabellos negros y ondulados del amante yyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy...... Vayaaaaaaa. Solicitó el bravío en plena faena que no le tocara el pelo, que no quería despelucar.
¿Y ahora qué? ¿Cómo se te queda el cuerpo?   

Siempre había querido un hombre que cuidara su imagen y esta melena en su integridad, en los tiempos que corren, era una pasada. Pero de ahí a dar prioridad a la peluca en pleno calentamiento global, pues no. 

Sin temor a reconocer, dicho sea, que esta actitud asustó a nuestra protagonista y no sé yo a quien más no hubiera asustado, también produjo la reducción de 20 puntos.

Difícil remontar el partido: se daba por ganado, los minutos pasaban, las amonestaciones subían y el público con altas expectativas iniciales cada vez más desmotivado. 

¿Si hacemos la cuenta aún le quedaban 60 puntos no? Suficientes para sobrellevar, culminar y salir por la puerta grande. 
Tras el silencio ocasionado por “los cabellos no se tocan”, el pidió su segundo tiempo muerto y decidió ir al baño, y ella hasta lo agradeció porque estos tiempos son las herramientas tácticas para cuando los jugadores están desconcentrados o con falta de actitud.
 
Tumbada sobre su lecho, intentando replantear la segunda parte, siente el sonido de un secador. ¿Queeeeeeeeeé? Si si, de un secador y ante la incredulidad de lo percibido se acercó y como la puerta estaba entreabierta pudo ver a su Adonis con rulo en mano y secador en la otra adecentando la ultrajada melena.
En un momento estoy contigo María, cariño mío. 

Siempre quiso un hombre que la llamase CARIÑO, sonaba genial, pero el Santo Job había llegado al límite establecido y el contador restó los que quedaban por sanción grave.

Mira Leandro eres un tío genial, educado, culto, conversador, halagador, ordenado, limpio y presumido, pero esto no va a funcionar.

JEJEJEJE, gracias, pero no me llamo Leandro. 

NI YO MARÍA.  
 
Pd. Es una historia de historias basada en hechos reales y algún dato de ficción, con la intención de que riamos un ratito en fechas de Carnavales por excelencia. 
 
                                                                                  
            


 

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