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Cesáreo de los Santos | Expresiones visueñas, parte uno

El Viso es como un río que empezó a correr como pueblo desde el siglo XV. Este río siempre ha sido el mismo. Sin embargo el agua que ha ido corriendo ha sido distinta. El agua somos nosotros, nuestras costumbres, nuestro lenguaje…


Nada tienen que ver cómo vivían los visueños de hace pocas décadas con los de hoy. El agua desde el principio iba pausada, fluía lentamente.  Desde hace relativamente poco el agua es un torrente. Los cambios producidos con la irrupción de los medios de transporte modernos, las nuevas tecnologías, las redes sociales, el ordenador y sobre todo el teléfono móvil hacen que el cambio sea brutal. Se pierde identidad a favor de la globalidad.

La forma de expresarse es de lo que más cambia. Aparte del acento o el deje, son muchas las frases, refranes, dichos o expresiones que han desaparecido porque hacían referencia a personajes y desaparecen cuando va borrando a esos personajes la memoria colectiva.

Algunas eran efímeras y duraron poco. Un ejemplo de una que hacía alusión al Betis. “Os vais a llevar más tiempo en segunda que el camión del Moisés” . Por la velocidad que llevaba el vehículo en el reparto de bebidas que tenía por El Viso.

Otras duraron un poco más “Llueve más que cuando enterraron a Bigote”. “Fallas más que la escopeta del Kosqui”.  “Tienes más primos que la Jushema”. “Estás más equivocado que la cochina del Chirivo”. “Tienes más malos pelos que Maruso”.

Hay otras que han perdurado mucho en el tiempo y todavía se les escucha a los más viejos del lugar.



Menos asuntos que la Chica la Garita”. Rosario Jiménez, la Chica la Garita, vivía en la calle Real frente a la calle Tío Pinto cuidando a un tío segundo que había sido torero,  José Jiménez “Saleri”. Se cuentan muchas anécdotas de ella como un día que le puso de comer los garbanzos duros a Saleri que como siempre llegaba tarde del bar y al decirle que los garbanzos estaban duros ella le contestó: - “Haber venido antes, cuando yo me los comí estaban tiernos” . Frecuentaba el torero el bar España y contó esta anécdota a sus contertulios y en este pueblo que somos especiales para poner motes  o crear frases alusivas, quedó por mucho tiempo cuando alguien comenta argumentos poco fiables el que “tienes menos asuntos que la Chica la Garita”. Muerto Saleri vivió en la calle el Tren con una costurera de nombre Faustina. Se dedicó a limpiar casas y tiendas como la de de sus familiares los Garos. Tenía la costumbre de ir hablando en alto sola por la calle, en la que estaba cada vez que podía. Le encantaban los garbanzos y los hacía con frecuencia. En una ocasión confundió el pimiento molido con “azulao” y le salieron los garbanzos azulinos, azulinos.



“Al bosibó” . Gritaba por la calle en la década de los 60 y 70 del siglo pasado  Juan Manuel Valla Roldán, el Bartolo. Hijo de un  zapatero de la calle Tío Pinto.  De pequeño vendía unos muñecos de trapo denominados bartolitos que se movían accionando un palo que tenían adosado.  Por este detalle le pusieron de mote el Bartolo.

En los primeros días de la Guerra Civil se mofó de la iglesia vistiéndose con su hermano que era disminuido psíquico de monaguillos con un amigo disfrazado de cura. Por este hecho y señalados por otros actos políticos fueron encarcelados en el desaparecido Palacio (actual ayuntamiento) y condenados él y el disfrazado de cura a muerte. Se cuenta y de ahí viene su mala fama en el pueblo que cuando fue llamado para ajusticiarlo, suplantó a su hermano conocido como Comparito y al que fusilaron fue al hermano discapacitado.

Iba y venía al pueblo por largas temporadas. En los años 60 y debido a su indigencia el cura párroco Casimiro Calvo Zapata le compró un canasto de varetas para que vendiera pipas. Las pregonaba tocando una armónica y a continuación gritaba “al bosibó”. Los chavales más traviesos cuando lo veían lo imitaban con la misma expresión a lo que él contestaba:

- “Al bosibó”.

Era temido por muchos niños y se escondían en sus casas cuando escuchaban el vozarrón de Bartolo.

Era un indocumentado.  Para poder disfrutar de una paga no contributiva le tuvo que hacer las gestiones José María López Moreno por aquel entonces cartero. Curiosamente cuando le preguntaron por su profesión dijo que era jabonero. Estuvo un tiempo en la tienda de El Pasaje (Carretera-calle Lo Cerro) fabricando jabón.  En señal de agradecimiento a  José María, cada vez que lo veía se cuadraba como militar dicéndole “mi teniente”.

  Ya al final de su vida lo vio “su teniente” en Sevilla tirado en un banco. Lo saludó y al verlo en un estado lamentable le propuso que se fuera al hospicio de San Juan de Dios,  a lo que él le contestó que allí había “mu mala gente”. Triste historia de un visueño de no muy buenas ideas.

 


“Yo ni voy ni voy, yo ni voy ni vengo”.  Había un quedo en  nuestro pueblo en el que cuando veías a un conocido le decías:

 - ¿A dónde vas fulano?.  Cuando  contestaban le decían:

-“Pues llévate éste”. Señalándose sus genitales.

El Gordo Chivata era un simpático visueño, no muy largo de entendederas, al que casi todos sus conocidos al cruzarse con él le preguntaban:

- ¿Gordo a dónde vas? y riéndose por no caer en la trampa contestaba:

- “Yo ni voy ni voy, yo ni voy ni vengo”. 

Esta frase la utilizaron muchos visueños cuando no les interesaba dar respuesta a cualquier pregunta indiscreta. Se cuenta otra anécdota del Gordo que cuando estaba muriendo su madre al quejarse dijo:

- ¿Qué lástima de mi Gordo, quién le dará de comer?.

A lo que él le contestó:

- No oma, yo como solo.

Cuando se le preguntaba que propusiera una adivinanza siempre ponía la misma: “Están en el olivo, se llevan al molino y se saca aceite o se aliñan y están mu güenas ¿qué es?” La gente para seguirle la corriente le contestaba con pera, naranja u otra fruta; se ponía contento con que no se la acertaran y si alguien le decía aceituna el contestaba muy pícaro,  que se la cogiera al Fortuna. En una ocasión acompañó a uno de sus muchos amigos a Carmona a comprar aceite. Se puso de acuerdo el amigo con el que despachaba el aceite para que le contestara aceituna cuando le dijera la adivinanza. Así ocurrió y el Gordo desconcertado le dijo al amigo:  - “Vámonos ya, porque éste sabe más de la cuenta”. No se atrevió a quedarse con él.

Tipo simpático, que a pesar de sus limitaciones todos apreciaban y respetaban. Muy buena persona. Era muy querido y considerado en el bar Teja, al lado de la Plaza de Abastos, al que frecuentaba.

Seguiremos…


CESÁREO DE LOS SANTOS


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