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María José Cortés | La leyenda de los ángeles

Estaba José en su taller, pensativo, mirando aquellos trozos de madera recién llegados y deseosos de tomar forma y vida. Le habían hecho un pedido muy especial, tallar unos ANGELES, los cuales formarían parte de una importante y recién creada Cofradía. 

- “Confiamos en su maestría y trayectoria, por lo que dejamos a su total arbitrio la ejecución del trabajo”- recogía la hoja de encargo recibida.
Rodeado siempre de los niños que él no tuvo, en su taller no faltaban ojitos de pequeños embelesados con su labor y que pasaban las tardes imitando al maestro con los sobrantes de madera.

 Aquella noche puso manos a la obra y realizó algunos bocetos teniendo por modelos las caritas de sus acompañantes. Cuando el cansancio hizo acto de presencia dejó pendiente para el día siguiente detalles de postura o representación. 

Aquella noche soñó que los ángeles, que pensaba bien definidos, se movían entre las hojas trazadas, los niños dibujados saltaban nerviosos de papel a papel, reían todos entre juego de posturas, con buril acertado retocaban sus cuerpos unos a otros, cambiaban de ubicación entre canastillas, respiraderos y calvarios, y todo ello entre risas y más risas, felices de tan divertida recreación.
A la mañana siguiente tenía la duda que todo sueño recordado deja, reflexionando entre la parte real y la imaginada. Y absorto por tal pensamiento se dirigió a su banco de trabajo para comprobar lo adelantado y continuar con el mismo. 

Sorpresa máxima cuando se percató que los bocetos habían sido retocados y corregidos. El imaginero perplejo y entusiasmado por tales cambios solo pudo concluir que seguramente no recordaba con total claridad el trabajo realizado la noche anterior por la fatiga acumulada, pero ahora se encontraba satisfecho por lo que debía esculpir. 

Y así inició el siluetado con las gubias adecuadas con paciencia y dulzura, insinuando las facciones y cuerpos de sus elegidos. 

Respetó las líneas marcadas, reales o soñadas, situando a los Ángeles donde cada uno quiso quedar en la primera noche y cuando transcurridos los meses su trabajo estuvo finalizado, el resultado fue el siguiente:

Un grupito de querubines para la parte trasera del paso del Cristo con su Cruz a cuestas, denominados Ángeles Horquilla. 

Un Ángel con un farol en las manos, denominado Ángel ceriferario.
Dos Ángeles mancebos con sus túnicas para el altar mayor y que se llamarían Lampareros.

Un Ángel con atributos en sus manos de la pasión del Señor, llamado por ello Pasionista.

Dos Ángeles pequeños y desnudos, que serían los querubines.

Y un Ángel portador de un incensario, nombrado por ello Turiferario.
Con todos ellos había creado y sin percatarse, la variedad posible de los mismos. 

Cuando José intentó contactar con la Cofradía solicitante para entregar su obra, no pudo localizarla, la dirección de referencia no correspondía y preguntando no puedo conseguir dato alguno de su existencia.

Fue entonces cuando los pequeños aprendices decidieron junto al Maestro crear la Cofradía de los Angelitos, para que la obra de los ángeles cofrades tuviese su lugar, imágenes a semejanza de los serafines terrenales y por un encargo de origen incierto, pero desde luego acertado.

Solo hay que buscarlos para poder verlos y reconocerlos. 

MARÍA JOSÉ CORTÉS