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Rafael Soto | Paseo gafapasta de un provinciano

Es 3 de agosto de 2021 y rondan las 12.00 del mediodía en la Villa de Madrid. La temperatura es de 25,2 grados centígrados, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Hay mucha gente por la calle, pero en una cantidad muy inferior a la habitual. Una gozada.


Mi pareja se muestra interesada por Freshly, una tienda de cosmética ecológica de la calle Fuencarral, perpendicular a Gran Vía. La acompaño por un momento, pero pronto me aburro y me asomo por la entrada. A mi izquierda, se encuentra la pequeña ermita de la Virgen de la Soledad, que está de esquina con la calle Augusto Figueroa.

Entre la esquina y la propia ermita, hay dos extranjeros de mediana edad vendiendo paquetes de pañuelitos y otros objetos. Uno es alto y ancho de hombros, y viste una camiseta negra a juego con su piel. Un portero de discoteca en potencia, si tuviera los contactos adecuados. En contraste, el otro es flaco y bajito, porta una gorra roja y parece latino, aunque su acento me hace dudar.

A mi derecha, veo salir de una tienda Primor a un individuo de mediana edad, también con gorra roja y, quizá, rondando los cincuenta, que se dirige a la esquina de Fuencarral con Augusto Figueroa. Ha cruzado el umbral de la tienda en que me encontraba y se acerca a la ermita. Va detrás de él una dependienta de la tienda, señalando que no ha pagado un objeto. Cuando me doy cuenta de la situación, me planteo qué hacer, puesto que estoy a más de seis metros de distancia, pero los inmigrantes han sido más rápidos y estaban más cerca.

El hombre de raza negra le corta el paso y el otro le indica que la chica lo estaba llamando. El sospechoso trata de zafarse del armario empotrado, pero la dependienta lo alcanza. Por suerte, no opone resistencia y vuelve a la tienda mientras que el inmigrante de la gorra grita que llamen a la Policía.

Nos quedamos mirando un momento y me indica con un acento que no puedo identificar que aquello pasaba “todos los días”. Era una vergüenza. Al rato, aparecen un furgón y un coche de la Policía. Una de las principales calles de la Capital tiene que ser o, al menos, parecer segura.

Me gustaría decir que mi visita a Madrid comenzó con este incidente, pero lo cierto es que empezó con un corte de tráfico en la calle donde estaba el aparcamiento en el que dejamos el coche. Nada grave, por suerte.

Nuestro plan era pasar el día en Madrid tras desayunar churros con chocolate cerca de nuestra vivienda, en Alcalá de Henares. En vacaciones, Madrid es especial. Como todos los lugares sin playa, supongo. Me hubiera gustado vivir Madrid a lo Virgen de agosto (Jonás Trueba, 2019), y quisiera pensar que no fue tan diferente. La pandemia tampoco ayuda.

La mañana la dedicamos a ir de tiendas, fueran del interés de uno u otro. Tras la experiencia narrada, nos dirigimos a la zona de Universidad por la calle de la Puebla.

Calle Fuencarral

Me gustan los denominados “Malasaña” y “Chueca”, zonas que, en realidad, no existen como tales, sino que se encuentran dentro del barrio de la Universidad y del barrio de Justicia. Tienen un ambiente alternativo que siempre me motiva.

Sin embargo, debo admitir que lo que más me gusta de Malasaña es que tiene la mayor concentración de tiendas de cómics por metro cuadrado que conozco. Quizá, la mayor de España. También hay un número considerable de restaurantes, casi todos orientales. Si bien, también puedes encontrar restaurantes con comida española o, incluso, un restaurante georgiano.

La mayoría de estos establecimientos se encuentran entre las calles paralelas de Luna y Estrella. En lo que a frikismo se refiere, puedes encontrar desde tiendas especializadas en Dragon Ball a otras centradas en cómic americano. También hay otras tiendas fuera de esas calles, como la muy recomendable Generación X, en la calle Puebla, que es donde empecé a echar el rato.

Hicimos una parada en un establecimiento chino de la plaza Santa María Soledad Torres Acosta, más conocida como “de la Luna”, esquina con calle de Silva. Se trata de una galería cultural, “Dinasty”, aunque se vende casi de todo. TeleMadrid le hizo un reportaje hace poco, que se puede ver aquí.

No era la primera vez que entraba, si bien, nunca me había fijado en los libros. Tienen una estantería llena de libros en chino y, en el escaparate, un libro de reproducciones de láminas de Dacheng Li exquisito. Sin embargo, se me iba de precio. Cosas que pasan.

Centro Cultural Dinasty. Plaza de la Luna

La plaza de la Luna es uno de los lugares que más me impactaron cuando conocí Madrid. A pocos metros de la glamorosa Gran Vía, hay una Oficina de Atención al Ciudadano de la Policía Local con numerosos vehículos aparcados cerca, según la hora.

Sin embargo, si sigues todo recto hacia la primera calle, Corredera de San Pablo, empieza a sorprenderte algo. De repente, entre los transeúntes, te puedes encontrar sentada a una señora bien entrada en carnes con los pechos al aire y una cantidad importante de mujeres, más o menos vistosas, cubriendo un amplio abanico de edades y, en menor medida, de nacionalidades.

La prostitución campa a sus anchas a pocos metros de una de las calles más ostentosas del país. De hecho, en una de las calles perpendiculares de Corredera de San Pablo, Loreto y Chicote, se encuentra el local de Microteatro por Dinero, un antiguo prostíbulo cuyas salas eran antiguas habitaciones de placer. También hay otros espacios culturales cercanos.

Esta imagen de convivencia fue chocante para un provinciano como yo y admito que nunca me he terminado de acostumbrar del todo. En cualquier caso, el número de prostitutas suele ser bastante bajo por la mañana.

En lo que a nuestro paseo se refiere, seguimos visitando tiendas frikis hasta que llega la hora del almuerzo. Tenemos una reserva para las 13.30 en el Amargo, en la calle del Pez. La calle del Pez es una de esas vías que demuestran que Malasaña es diferente. Por llevar la contraria, hasta tiene un árbol en flor. En concreto, una rosa de Siria –Hibiscus Syriacus, me alecciona mi pareja, experta en la materia–, que rebosa de vida entre la calle del Pez y la de las Pozas.

Rosa de Siria (Hibiscus Syriacus) entre la calle del Pez y la de las Pozas

La calle del Pez es una vía bohemia en la que, aparte del Teatro de la Victoria, hay numerosas tiendas, restaurantes o establecimientos de todo orden.

Calle del Pez
Calle del Pez
Casa del pez

Almorzamos en el Amargo donde, por supuesto, engullo todo lo que hace dos semanas me ha prohibido mi médico digestivo. Estoy en los alrededores de Malasaña y las reglas, allí, están para romperlas. Aunque no me paso demasiado, por si acaso. Tras el almuerzo, atravesamos Chueca por la calle de las Infantas, donde disfrutamos de un ambiente bohemio y alternativo.

Nos encontramos con una suerte de carteles con pretensiosas reflexiones, por denominarlo así, sobre el arte. En rojo, los atraviesa la siguiente rima: “A Ayuso incluso yo la recuso. A Almeida le doy una tragedia”. De Quevedo para arriba.

Sin embargo, estos patéticos versos me recuerdan que estamos en uno de los espacios más progres –que no progresistas– de Madrid. Su público fue la base de Manuela Carmena y nadie puede negar que gobernó para ellos. Y por eso perdió. Menos banderas de España, puedes encontrar de todo: desde el mayoritario símbolo arcoíris a una bandera de León, pasando por una de la Unión Europea.

Versos en la calle de las Infantas

Nos dirigimos a la Fundación Mapfre, en Paseo de Recoletos. Dejamos atrás la Gran Vía y vemos la Plaza de Cibeles, templete del madridismo y, dicho sea de paso, del nacionalista español más rancio.

Plaza de Cibeles

Si el tándem Malasaña y Chueca tienen el encanto del pequeñoburgués progre con ropa de marca y chapita del Ché Guevara en la mochila, Recoletos cuenta con el encanto de la burguesía rancia. Configurada al estilo de los bulevares parisinos, Recoletos es una vía amplia y lleno de lugares que visitar, como el famoso Café Gijón. Es una continuación del Paseo del Prado donde, entre otros muchos lugares, están el Museo del Prado y el Museo Thyssen.

En nuestro caso, teníamos ganas de ir a la Fundación Mapfre con ánimo de ver una exposición fotográfica de Bill Brandt (1904-1983), uno de los grandes maestros del siglo XX. Dejo aquí un enlace a los textos de la sala. Una exposición bien planteada con numeroso material. Lo disfrutamos mucho. También hay una exposición permanente de Joan Miró.

Volvemos al aparcamiento, cerca de Gran Vía y, tras pasar por Doña Manolita, el mítico establecimiento de loterías, para adquirir números de la Lotería de Navidad para nuestras respectivas familias, nos dirigimos a la Fundación Telefónica. Siempre hay alguna exposición interesante por allí, aparte de la exposición permanente sobre la historia de las telecomunicaciones.

Nos obligan a reservar antes de entrar. Nos salimos a Fuencarral y mi pareja se encarga del asunto. Mientras, yo observo a dos personas que se acercan a otra, sentada sin más. De repente, estas dos personas enseñan una placa: son policías de paisano. Cachean al hombre y registran sus pertenencias. Parece que no han encontrado nada, puesto que lo dejan ir. Mientras que están en la faena, aparece un furgón. ¿Casualidad?

Con las plazas ya reservadas, entramos en la Fundación Telefónica. Nos interesamos por dos exposiciones temporales. Una se titula Color. El conocimiento de lo invisible y, la otra, Joanie Lemercier. Paisajes de luz. No están mal, pero no me emocionan.

Nos movemos a la zona de Embajadores. Tenemos entradas para el Cine Doré a las 20.00 y tenemos que matar el tiempo. Nos sentamos en un local frente al Doré y nos refrescamos un poco. El ambiente es diferente. También tiene su punto alternativo, pero sin ese aire a progre estancado. Admito que es uno de mis lugares favoritos de Madrid. El local en el que estamos se llama Más Corazón y sus baños me sorprenden con el poema de la foto.

Poema en un retrete

Tras refrescarnos, damos un paseo por Embajadores. Me gusta el ambiente. Siempre hay algo que hacer por ahí, más allá de la actividad comercial. Llega un momento en el que ya no sé dónde estoy con exactitud, pero nos orientamos bien. Llegamos a la abarrotada plaza de Lavapiés por Argumosa y nos damos la vuelta callejeando.

Calle de los Tres Peces

Calle del Salitre

Nos sentamos en un banquito de la calle Santa Isabel, haciendo tiempo, y ya nos dejamos caer en el Cine Doré. Este edificio tiene un encanto especial por dos razones. En primer lugar, por su arquitectura de principios de siglo. En segundo lugar, por ser la sala de exhibiciones de la Fimoteca Española, donde puedes ver peliculones patrios o foráneos por tres euros. Es un lugar que adoro y al que no puedo ir desde hace tiempo. En esta ocasión, tocó visualizar Blasco Ibáñez. La novela de su vida (Luis García Berlanga, 1997), tres horas de puro entretenimiento.

Acabada la película, nos dirigimos al aparcamiento y volvimos a casa con la sensación de habernos pegado una placentera paliza. En verdad, podríamos haber ido a muchos otros sitios. Para el que visite por primera vez Madrid, el Museo del Prado, el Reina Sofía, la Plaza de España y otros lugares son de obligada visita, pero no era el caso. No es el Sur, pero tampoco se está mal aquí en lo que a ocio se refiere. Deseando bajar a Andalucía, en cualquier caso.

Haereticus dixit.

RAFAEL SOTO