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Jes Jiménez | Lilith

Tal y como prometí en la entrega anterior, continuaré con Lilith, personaje que ha sido interpretado y reinterpretado de múltiples formas –algunas, incluso, claramente contradictorias–. Una vez más, la desbordante imaginación de los “estudiosos” de los textos “sagrados” y de los entusiastas de lo esotérico ha dado lugar a la construcción de figuras fantásticas definidas en un amplio espectro.


Desde la pérfida y diabólica Lilith, que aparece en las tradiciones rabínicas más antiguas, hasta la heroína defensora de la independencia femenina frente a los intentos de dominación masculina que encontramos en multitud de referencias literarias –e incluso ensayísticas– desde el siglo XX.

Si nos remontamos a los orígenes, ésta es una de las primeras visualizaciones hebreas de Lilith. En el interior de un cuenco hebreo de origen babilónico podemos ver a una Lilith muy poco atractiva. Rodeándola hay un texto escrito en arameo, en círculos concéntricos, que no es más que un conjuro protector contra sus posibles fechorías.

No parece que el autor de la imagen se haya esmerado demasiado estéticamente, pero su función no es decorativa sino utilitaria (desde el punto de vista mágico-religioso). Y, desde luego, nos encontramos ante un modelo totalmente opuesto a la Lilith seductora que vimos en la entrega anterior, recreado por el pintor prerrafaelista John Collier a finales del siglo XIX.


En esta misma línea de imágenes protectoras se encuentran muchos amuletos medievales en el folclore judío. Como éste que pretende proteger a los recién nacidos de la terrible Lilith. No se la ve, pero se la nombra; el texto que aparece repetido en los dos recuadros dice “Adán y Eva” y en letras más pequeñas, “¡Lilith, fuera!”.


Sobre la popularidad vigente de este tipo de amuletos relacionados con Lilith basta con hacer una búsqueda en Internet, que me da la cifra nada despreciable de 607.000 resultados. Se pueden encontrar en Amazon, Aliexpress...


Independientemente de esta versión esotérica y diabólica de Lilith, está la que ya mencioné en la entrega anterior: la Lilith que se rebela contra Adán y que se ha incorporado a algunos relatos feministas.

Parece que la raíz de estas modernas interpretaciones de Lilith parte del texto denominado Alfabeto de Ben Sira. Se trata de una obra, o conjunto de obras, originadas entre los siglos VIII a XX, en Iraq. Allí se puede leer que “Dios creó una mujer de la tierra, como había creado a Adán y la llamó Lilith. Adán y Lilith inmediatamente comenzaron a pelear”.

Parece ser que el motivo de la pelea era la negativa de ella a aceptar el sometimiento a Adán, que pretendía ser superior, aduciendo Lilith que ambos habían sido creados de la misma sustancia: la tierra.

Quizás sea importante aclarar que el contenido del Alfabeto de Ben Sira es, seguramente, una parodia asociada a un personaje, Jesús Ben Sira, sabio moralista hebreo que vivió entre el siglo III y II antes de nuestra era (a.n.e.). Para hacernos una idea de lo extravagante de los relatos que allí se contienen, resumo lo que se cuenta respecto al nacimiento de Ben Sira.

Fue concebido por la hija del profeta Jeremías y el semen del mismo Jeremías, que había quedado flotando en el agua del baño después de que el profeta hubiera sido forzado a masturbarse públicamente por los retorcidos y malvados miembros de la tribu de Efraín. No parece que fuera muy seria la intención del autor y, más bien, el tono es tan disparatado, o más, como la película La vida de Brian, de los Monty Phyton, pero en la Edad Media.

Y como primera esposa de Adán aparece Lilith en el Fausto de Goethe (1808). A lo largo de todo el siglo XIX es representada en la literatura y en la pintura europeas, a veces lánguidamente, como en la pintura de Rossetti; otras veces, como seductora (Westall, Collier...).

Esta visión no es ajena al desarrollo del mito de la mujer fatal, y sus connotaciones eróticas, tan habitual en los folletines y novelas de ese siglo e, incluso, en bastantes películas del siglo XX. Como ejemplo, aquí se puede ver la portada de Bestezuela de placer, del montillano José María Carretero, más conocido como El Caballero Audaz.

Aunque es en el siglo XX cuando se da una explosiva presencia y reinterpretación de Lilith en novelas (por ejemplo, en Caín, de Saramago), relatos cortos (por ejemplo, El horror de Red Hook, de Lovecraft), libros juveniles tan conocidos como Las crónicas de Narnia, en cómics, etc. Y, por supuesto, hay también una gran presencia en películas cinematográficas, series de televisión, videojuegos y en la música e imaginería populares.


He sentido la curiosidad por saber hasta dónde llega su presencia cuantitativa, hoy en día, en Internet. Y tras una indagación a través de un buscador (con la que solamente pretendo una aproximación a esa presencia) obtengo los siguientes resultados: 76,6 millones de resultados para la búsqueda de “Lilith” en español, mientras que su contraparte masculina, “Adán”, tiene 10,2 millones menos. Por su parte, la popularidad de “Jehová” se queda en 28,1 millones de resultados.

Desde luego que también se puede encontrar en Internet una abundante presencia de imágenes actuales que, de una forma estéticamente más o menos afortunada, pretenden visualizar a este versátil personaje que hoy hemos analizado.

JES JIMÉNEZ SEGURA