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Marco Antonio Campillo | El tablero de ajedrez: Esclavos en El Viso del Alcor

"Hay infinita multitud de negras y negros de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla y son traidos por la vía de Portugal", así nos lo contaba el cronista Luiz de Peraza, en el primer tercio del siglo XVI.



La esclavitud era una constante desde la Antigüedad, siendo defendida por el mismo Aristóteles. En época medieval, el código de las Siete Partidas (1265) consideraba como causas de la esclavitud el derecho de guerra, el nacimiento y la autoventa. La Iglesia aceptó de buen grado la esclavitud, teniendo la justificación de su existencia en la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento (Levítico), como en el Nuevo (Epístola a los Colonenses, de San Pablo). Al llegar la Edad Moderna, Sevilla contaba con un floreciente mercado de esclavos. Guinea proveía la mano de obra negra, Lisboa la exportaba y “el Puerto de Indias” lo recibía. Finalmente, eran conducidos, encadenados, hacia las Gradas de la Catedral o la plaza de San Francisco para venderlos.

En la capital hispalense fueron tan numerosos que un visitante del siglo XVI decía que sus habitantes "se parecían a los trebejos del ajedrez: tantos prietos -negros- como blancos". De aquí la comparación de Sevilla con un "tablero de ajedrez" al que muchos se han referido para describirla.

Los esclavos eran un signo de cierta preeminencia social y una valiosa fuerza de trabajo para su dueño, especialmente en el trabajo doméstico o en tareas artesanales. La nobleza y la Iglesia eran las mayores propietarias de estas personas que constituían la categoría social más baja.

Los Arias de Saavedra, Señores de El Viso, poseían esclavos en consonancia de su estatus socioeconómico y su condición de Alfaqueques Mayores de Castilla:
- Doña Catalina, hija de Fernán Arias de Saavedra, llevó en su dote matrimonial cinco esclavos (1506).

- Juan Arias de Saavedra, I Conde del Castellar, compra entre entre 1540 y 1547 esclavas/os negros en Costa de Oro (África) y blancas en Berbería.

No obstante, no sólo los nobles tenían este preciado bien. Una minoría de grandes terratenientes también tenían esclavos. Dos botones de muestra:
“En miércoles, veinticinco días de mes de Enero, año del Señor de 1548 años, bauticé yo, Diego Navarro, clérigo, cura de esta Iglesia, a Antón, esclavo de Diego Gómez de Santiago, hijo de Catalina, su esclava”.

Francisco Martín Muñoz, vecino de la villa de El Viso, vende a Bartolomé Martín de Marchena, vecino también del Viso, el 6 de agosto de 1575, a un esclavo de color negro, de nombre Francisco, de 25 años poco más o menos, que compró a Doña Mencía…, viuda, que fue de Bartolomé Jiménez de Marchena, difunto, vecino de Carmona, “el cual dicho esclavo vos vendo por cautivo, sujeto a servidumbre y habido de buena guerra y lo aseguro que no tiene tacha ni vicio encubierto y que no es ladrón, ni borracho, ni huido, el cual dicho esclavo vos vendo por el precio de ciento y ocho ducados”.

Los esclavos no desaparecieron por arte de magia; se asimilaron paulatinamente a la sociedad visueña. Un ejemplo de ello es el caso de “Brixida García de color morena” que en 1608 da tributos a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, lo que nos hace pensar en una mulata, producto de las relaciones entre una esclava y su señor, que es reconocida por su padre y hereda sus bienes. El olvido de esta minoría negra conlleva un blanqueamiento de la historia de nuestro mestizaje cultural y genético.

El Catedrático de Antropología de la Universidad de Sevilla, Isidoro Moreno, destaca a su propio apellido como posible herencia de aquel pasado. ¿Es eso posible? Quizás en algunos casos el apodo moreno se convierte en apellido. Como curiosidad, el apellido Moreno ocupa el puesto 14 dentro de los apellidos más frecuentes en El Viso del Alcor, constituyendo el 3,9 % de la población visueña.

La abolición definitiva de la esclavitud se produjo en España en 1870, dejando las lágrimas, sudor y sufrimiento de numerosos esclavos en las arenas del olvido. Sin embargo, esta herencia es parte de nuestro pasado de una sociedad pluriétnica y multicultural como la andaluza, en general, y la visueña, en particular.

MARCO ANTONIO CAMPILLO DE LOS SANTOS

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