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José Ángel Campillo | Los pregones de las Fiestas de la Santa Cruz (1988-1988)

Hablar de las fiestas de la Santa Cruz es hablar también de sus pregones, de sus pregoneros y pregoneras. Gracias a la revista que cada año publica la Asociación Cultural Amigos de El Viso, en su ya dilatada trayectoria, podemos rescatar la exaltación que desde el pregón de 1988 se hace de nuestras fiestas.



El pregón del 2020 tendrá que esperar la llegada de un nuevo mayo, y su pregonero, Ángel Calabuig, pacientemente, lo dejará reposar como los buenos vinos.

Para hablar de los pregones de las fiestas de la Santa Cruz hemos de remontarnos a finales de los años ochenta del pasado siglo, momento que supuso un revulsivo en las fiestas de la Santa Cruz que no vivían sus mejores momentos.

Es a raíz de la Alcaldía de Pepe Calabuig donde se toman, por parte de la delegación de fiestas mayores iniciativas que tienen como objetivo el encumbramiento de unas fiestas que languidecían por motivos muy variados.

Una de estas iniciativas fue la de pregonar las fiestas, las más genuinas y señeras de nuestro pueblo. El primer pregón corrió a cargo de José María López Moreno, socio fundador de ACAV y presidente de Amigos de El Viso que, en la Cruz de 1999, darían a conocer la primera revista con la magnífica portada de Juan Roldán. Amigos de El Viso tuvo la feliz idea de cerrar su revista con el pregón del año anterior, por lo que gracias a esta idea, podemos conservarlos como verdaderos tesoros.

José María reivindica en su pregón la recuperación de unas fiestas que en los últimos años se difuminaban, unas fiestas que, poco a poco, perdían su esencia más genuina. Así, muy elocuentemente nos dice: “ a nuestro pueblo le hace falta reencontrarse con su Historia si quiere saber dónde está su futuro”. Palabras valientes y acertadas las de José María que hace en su pregón un recorrido por el devenir de la fiesta apuntando que, a pesar de los cambios, queda la raíz viva, que no es otra que la Cruz de romero que se pone en el lugar más vistoso de cada caseta.

De la misma manera nos recuerda el éxito de participación que tuvieron las fiestas religiosas en honor a la Santa Cruz (el germen de la fiesta), albergando la esperanza de ver procesionar al año siguiente la Santa Cruz por las calles de El Viso.

Y si la esencia de la fiesta es la Cruz, también lo es la mujer, que juega un papel primordial, porque la Cruz es la fiesta de las mujeres.

Ya llega la Cruz de Mayo
la fiesta de las mujeres
la que no se echa novio
que espere al año que viene

Y como en El Viso nadie es forastero, por muy lejos que haya nacido, el pregón del año 1989 correspondió a José Cortés Cordón, un visueño de adopción y de corazón que exaltó las fiestas con un texto menos prosaico, pero más virtuoso en el verso, pues con la poesía ensalza nuestras fiestas que como bien dice hay que vivirlas en paz y armonía.

Cruces de oro o de plata
La que al cuello nos ponemos
La nuestra es de madera
Y con flores embellecemos.

José, aunque nacido fuera de nuestro pueblo, se siente visueño como el que más y manifiesta su inquietud por sus cosas, por sus costumbres, por sus fiestas y por su Historia.

Paco Vergara fue el pregonero de las fiestas de la Cruz del año 90. El que años más tarde sería Alcalde de nuestro pueblo comienza diciendo que su exposición, más que el típico pregón, es un cúmulo de reflexiones sobre su visión particular de las fiestas de la Cruz. Paco nos habla de la cercanía, de la charla, de las copas que se toman con los amigos, del pequeño hueco que dejamos en nuestro corazón recordando a aquellos que, por uno u otro motivo, no pueden celebrar las fiestas.

La Cruz, o en la Cruz nos hemos iniciado en el amor, en esos primeros besos perdidos; en la Cruz por primera vez nos hemos “despegado” de nuestros padres y por primera vez nos hemos sentido libres. Pero si la Cruz la viven los jóvenes, han sido fiestas vividas por nuestros mayores, de ahí que nos hable de sus ferias vividas, evocando y pidiendo respeto por aquellos cuyas arrugas y su torpe caminar tiene que “ser para los más jóvenes, símbolo de grandeza y la sabiduría de quienes han hecho posible el que hoy podamos, aquí reunidos, brindar por el alumbramiento de una nueva Cruz de Mayo”. Sin duda alguna, es un sentido y merecido homenaje hacia nuestros mayores.

La efímera ciudad que en la Tablá aparece cada año, como arte de magia, es fruto del esfuerzo de hombres que la hacen posible, desde el casetero hasta el empleado del Ayuntamiento, hombres que se desviven por recibir al que viene de fuera, porque en esta tierra de gente que ha sabido plantar cara a las adversidades el que viene de fuera se siente uno más, porque “aquí no existe el forastero”.

Y de unas evocadoras y personales reflexiones, Miguel Ángel Hernández Oliva nos evoca en el pregón de 1991 cómo las fiestas paganas, el “mayus” romano, con el correr del tiempo se fue transformando en las fiestas de la Cruz. Así, del árbol prendido de flores que los romanos colocaban en un lugar preferente de sus casas durante el mes de mayo hemos pasado a unas fiestas que fueron asimiladas por el cristianismo: la Cruz de mayo, la Cruz de romero, la misma que lucía esplendorosa en la calle Real, rodeada de farolillos, mantones de manila, aspidistras y rosas, sin olvidar los peces de colores… y en este torbellino de sensaciones aflora, como no, la mujer, esencia de la fiesta.

Y todo lo que empieza… acaba, no podía ser de otra manera, por lo que cuando llega el lunes y toca recogerlo todo, algún que otro nostálgico dice: “¡¡¡Ojú compare, anda que no falta ná pa la Crú!!!” del año noventa y dos, la de la Exposición Universal de Sevilla, año en el que exaltó las fiestas Eduardo Martín Trujillo, otro visueño de adopción que nos cuenta su llegada a nuestro pueblo allá por el año 1975 y evoca con nostalgia como, a pesar de haber estado en distintas ferias (algunas en el extranjero), ninguna le dio más satisfacción por su bullicio y colorido que las fiestas de la Santa Cruz que entonces estaban en el parque que antaño tuvo el nombre de la fiesta.

El pregón del año 93 resultó un tanto “movido” porque el pregonero no pudo ejercer como tal a causa de una enfermedad que le obligó a estar ingresado, de ahí que delegó su lectura en un Concejal. A pesar de estos contratiempos, un año después, Manuel León Roldán, por fin, pudo pronunciar su pregón. Y León, hombre tranquilo, sosegado, culto y solemne dio lectura a un texto con una bella prosa poética ensalzando los parabienes de estas tierras alcoreñas. Era tal la alegría que sentía por ser pregonero, que manifiesta ser el culmen de una vida dedicada al servicio del Ayuntamiento. Y este hombre culto, para hablarnos de los orígenes de la Cruz, se remonta al siglo IV, cuando Constantino venció a Magencio y cuando Santa Elena, madre de Constantino descubrió la verdadera Cruz.

Y del siglo IV se traslada a los años de su niñez, a los años de la diana floreada, de cohetes, del repique de campanas, de la procesión de la Santa Cruz y de aquella viejecita que cada año venía desde Mairena, año tras año a la procesión.

Y en su prosa poética nos dice que las casetas son “genuinas mansiones de guirnaldas, de luces y de color” donde la mujer visueña es la protagonista, una mujer idealizada, una mujer morena como las que pintaba Julio Romero de Torres.

El pregón del año 95 fue distinto a los anteriores, ni mejor ni peor, distinto. Juan de los Santos Sánchez, acompañado de su hija Manuela establecieron un diálogo en el que poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, fueron desgranando su visión personal de las fiestas de la Cruz.

Resulta evocador cuando ella le preguntó: “Papá, ¿qué es la Cruz?”, y él le contestó: “¡Y tú me lo preguntas, hija mía! Como diría el poeta, la Cruz eres tú, la cruz somos todos”.

Sin duda alguna, un pregón evocador, cuajado de ricas anécdotas, como la de las mocitas que, para no ponerse muy vistas por el paseo de la calle Real, tres o cuatro domingos antes de la festividad no salían a la calle, para no ponerse muy vistas; o aquellas muchachas que esperaban al viejo y polvoriento camión del Cipriano en el que venían las recoveras con zapatos para estrenar el día 3, el día de la Cruz.

Pero me quedo con la anécdota del “cataneo” del nieto hacia el abuelo cuando le ofrecía ocho gordas a cambio de una peseta; o decir que la Cruz es un puesto de turrón de lona blanca y una turronera guisando habas, o el tablao en el que se colocaban los músicos tocando pasodobles o fragmentos de Zarzuela.

Pero la Cruz también cobra vida cuando se convierte en alcahueta y confidente de mil y un amoríos, unos nuevos, otros no tanto. Y las anécdotas se suceden una tras otra, como la que cuenta haciendo referencia a la moda en el vestir, cuando se puso de moda el marengo, por lo que la carretera parecía que estaba nublada, ¡qué ingenio!.

Y Juan, como los buenos toreros, remata la faena diciendo que es visueño hasta la médula, y que lo parió, para más inri, Manolita la del Seri en la calle la Cruz.

El pregonero del año 96 fue José María Alcántara Bonilla, que comienza haciendo unas consideraciones generales de carácter histórico y antropológico del origen de la fiesta en el orbe cristiano en general, y de nuestro pueblo en particular. Frente a las Cruces que podemos encontrar en otros pueblos, José María nos habla de la Cruz, en singular, con sus propias particularidades.

Si la primera parte del pregón es riguroso históricamente y bien fundamentado, la segunda parte de este es más lírico al centrarse en la costumbre, y fundamentalmente en el romero, porque la Cruz ha de estar aderezada con esta sugerente y bella planta, sin olvidar las bombillas blancas.

Para José María el romero es una planta de un gran valor mágico y simbólico, un talismán, de ahí el dicho popular: “Quien ve romero y no coge, del mal que le venga que no se enoje”.

La Cruz de romero representa la idealización de la naturaleza que brota cada primavera, representa la masculinidad; el agua que brota de fuentes y surtidores la feminidad. En esta simbiosis juega un papel fundamental el fuego representado por las bombillas.

Consciente de la importancia de las fiestas de la Santa Cruz, nos dice que representan un “patrimonio no mesurable y por eso mucho más delicado y precioso, por ser tan sutil e inherente a nuestra personalidad”, de ahí que seamos “los responsables de transmitir este patrimonio cultural elaborado con el saber de los siglos”.

“A por romero verde,
vamos al campo,
para poner bonita
la Cruz de Mayo”

El año 97 el pregón le correspondió a Cesáreo de los Santos Santos, que no al revés. Estamos ante un pregón en la línea castiza y popular que empleó Juan “el Seri”. Comienza preguntándose como lo hizo Manuela a su padre “¿Qué es La Cruz?, ¿Una fiesta?, ¿Es pagana o religiosa?”, y contesta de aquella manera: “¡Qué más da!”.

La Cruz para Cesáreo es un río, donde el agua somos nosotros en ese lento discurrir por la vida, esa filosofía de vida de los visueños . Y rememora esa Cruz que vivió de chiquillo, esa Cruz en la que las muchachas ahorraban hasta la última peseta para montarse en el carrusel; o el día en el que los zagalones venían de los ranchos, de los cortijos, para celebrar esos días tan señalados como eran los de la Cruz.

El de Cesáreo es un pregón de mil y una anécdotas, un pregón que habla de un niño travieso que se montó en un caballo de cartón para hacerse una foto, y después se lo quería llevar a su casa. ¿Quién sería el chiquillo que le dio la noche a sus padres?.

Para Cesáreo la Cruz es un pasacalle, los gigantes, las “volaoras”, el circo, unos zapatos llenos de albero, un enamoramiento, la primera caseta montada de aquella manera…

Para remate, se convierte en “pitoniso” al imaginar la Cruz del futuro con dos “tontoleches clónicos”, con menos asuntos que la Chica la Garita , de gente navegando por internet buscando el programa de festejos, o a la televisión local emitiendo en directo el pregón. ¡Qué genialidad, maestro!.

El pregón del año 98, el del centenario en el que perdimos Cuba y Puerto Rico, el pregonero fue José Antonio Benítez Bonilla. José Antonio “Silverio” exaltó las fiestas de la Santa Cruz con un pregón lleno de experiencias personales, un pregón vitalista y ameno que evoca la primavera, la belleza de nuestros paisajes, un pregón que habla de “flores que son corazones en vilo, quietas como un varal, rodeando nuestra Santa Cruz en la entrada de la Tablá”.

El de José Antonio fue un pregón muy poético, porque nos evoca un jardín maravilloso, el más maravilloso del Universo, en los Alcores, y en el centro de este jardín, rodeado de flores de un sinfín de colores, una delicada rosa que no es más que la Cruz, la Cruz de romero.

“Los dos colores los llevo
en mi corazón prendío
y las dos banderas envueltas
en el cuerpo mío”

Y como un pregón sin nostalgia del pasado no es pregón, José Antonio evoca en el recuerdo aquellos años en los que las mocitas iban a la tienda de su padre para alquilar los trajes de flamenca que iban a lucir los días de la Crú, trajes que pagaban poco a poco, al igual que los mantoncillos, peinecillos, flores, pulseras y collares, todo a dita.

Y de la tienda evoca la caseta “la Alegría” donde pasó inmejorables momentos en su niñez, y después menciona el nombre de algunas casetas, las que forman su universo particular en el gran universo de la Cruz de Mayo.

Y el pregonero terminó haciendo lo que mejor sabe: bailar por sevillanas.

¡Gracias, maestro!


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO
FOTOGRAFÍA: NUESTRO ALCOR

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