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COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

Mostrando entradas con la etiqueta Desde mi sardiné [José Ángel Campillo]. Mostrar todas las entradas
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viernes, 16 de junio de 2023

  • 16.6.23
A lo largo del siglo XIX y gran parte del XX, como consecuencia de los grandes desequilibrios sociales y económicos podemos hablar de dos realidades en los pueblos de Andalucía: por una parte, una burguesía agraria, que bien cultiva sus propias tierras, o las arrienda a grandes terratenientes (alta burguesía y nobleza) y, por otra, como complemento, una gran masa de jornaleros que malvivían por un mísero salario que no servía para matar su hambre, tal y como Blas Infante nos lo describe:

 "Yo tengo clavada en la conciencia desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales".


Esta clara diferenciación social entre ricos y pobres, se manifestaba, sin duda alguna en la mesa y en determinados gustos culinarios, donde la burguesía jugaba con ventaja frente a los jornaleros o clase trabajadora donde el pan era el alimento principal de su dieta, por lo que los monarcas Ilustrados se van a preocupar porque en los pueblos hubiese depósitos de trigo, conocidos como Pósitos, que almacenaban el preciado producto para que, en épocas de escasez y, por tanto, de carestía, se vendiese trigo barato a los panaderos para que el precio fuese asequible para toda la población. Esto llevó a crear en 1751 la Superintendencia General de Pósitos que llegó a controlar 3.371 graneros distribuidos por todos o la gran mayoría de los pueblos de nuestro país.

Este alimento básico era repartido entre los más pobres por las Hermandades, después de una procesión o un acto litúrgico de gran importancia e incluso el día después de un entierro, tal y como lo encontramos estipulado en el testamento de don José de los Santos Roldán que mandó repartir pan por un valor de doscientos cincuenta reales. Este valor que se le da al pan hace que se dijera del mismo que era bendito, el “pan de Dios”, por lo que si un trozo se caía al suelo, se limpiaba, se besaba, y se comía.
Pero volvamos a la cocina, a la rica despensa de la burguesía donde podemos encontrar patatas, habas, garbanzos, judías, arroz, chacina, carne de cerdo y ternera (que no vaca vieja) y tocino. No podemos olvidar el azúcar, la harina para la repostería  y los huevos del propio corral, al igual que la leche. En cuanto a la bebida hemos de mencionar el vino y el aguardiente. Todo este elenco de una bien surtida despensa va a servir para llevar a cabo una cocina tradicional de guisos de distinta índole, de puchero bien aderezado con carne y tocino sin olvidar una variada repostería.

Por el contrario, en la inexistente despensa del pobre, porque vive al día, además de lo que pudiera sacar del rebusco, de los espárragos trigueros, los caracoles, podemos hablar de guisos y puchero mal aderezados donde había abundancia de verdura y ausencia total de carne. En esta dieta tan poco variada y pobre, el vino va a jugar un papel fundamental y va a “matar” mucha hambre, a pesar de tratarse, en este caso, de un producto de escasa calidad y de alta graduación.

Y aquí hemos de decir que el hombre de la casa, el que lleva el sustento, comía mejor que el resto de la familia, y de ello se encargaba la mujer, porque un hombre enfermo no podía trabajar con las consabidas consecuencias.

En cuanto al jamón hay que hacer referencia al siguiente dicho: "Cuando un pobre come jamón, o está malo el jamón o está malo el pobre". Y desde luego no va muy desencaminado.

Pero en la comida de los pobres podemos hacer, además, una clara diferenciación entre el Alcor y la Vega, entre otras cosas porque las actividades que en dichos lugares difiere, pues el Alcor es tierra donde se cultiva el olivar y más modernamente la naranja  mientras que la Vega, donde encontrábamos los cortijos, el cultivo por antonomasia va a ser el cereal. Es en ésta, en el tiempo de la siega donde encontramos cuadrillas de hombres que vuelven al pueblo de vez en cuando y en las fiestas más destacadas: jueves y viernes Santo y la Cruz de Mayo.

El cortijo es tierra de hombres, las mujeres se quedan en el pueblo a la espera de la vuelta de los hombres, de ahí que el encargado de hacer la comida sea un hombre mayor que en otros tiempos trabajó en el campo y que es el encargado del avituallamiento que va a variar en función de la estación del año. Así, en invierno  y por la mañana tomaban  una sopa de ajo (pan, aceite, ajo y agua); a medio día gazpacho (miga de pan, aceite, vinagre y agua); por la tarde, en el cortijo: garbanzos cocidos con aceite, pan y agua.

En verano, época en la que se sacrificaban las ovejas viejas, éstas entraban a formar parte de la dieta. Así en el desayuno: un guiso de sangre y asadura; en el almuerzo carne asada y por la tarde, para la cena  gazpacho.

En el cortijo no había comedor, ni mucho menos mesas o sillas, sino que el cocinero vertía el contenido de la olla “en un gran plato, al que los campesinos vienen a coger cada uno por turno, provistos de una cuchara de madera o cuerno” que ellos mismos fabricaban y cuyos mandos adornaban con figuras de animales.                                                                                                                                                                             
Esta forma de trabajo en la que intervienen únicamente los hombres contrasta con la que se lleva a cabo en las haciendas, lugar en el que la mujer juega un papel fundamental. En la recogida de la aceituna participaban hombres, mujeres y niños; un trabajo de carácter familiar donde la mayor parte de las veces se trabajaba por cuenta, por lo que toda ayuda era valorada, incluso la de ancianos, niños y mujeres, que para la ocasión se vestían con una indumentaria propiamente masculina: “un pantalón de gruesa tela oscura descendente hasta las rodillas, unas medias blancas o azules, una blusa de algodón y un fular de color cruzado sobre el pecho. Para preservarse del sol, llevan en la cabeza un inmenso sombrero de palmito que tejen ellas mismas”. 

En estos lugares eran las  familias las que tenían que procurarse su propio sustento, de ahí que a la hora del almuerzo, hacia medio día, cada familia se reunía alrededor de una fogata, en medio de los olivos para hacer un pequeño descanso y reponer fuerzas. En este caso la que cocinaba por la tarde o noche era la mujer, no existiendo cocinero como en el caso de los cortijos. Sin duda alguna, junto al pan, la aceituna era uno de los alimentos esenciales de estos campesinos, al igual que en otros tiempos lo fue la bellota que se obtenía de las dehesas del término de Carmona y que una vez seca se convertía en harina. 

Para concluir, decir que la situación de la clase trabajadora y, por ende de los jornaleros, se agravó a raíz de los años conocidos como del “hambre” donde el gobierno puso en marcha las cartillas de racionamiento y el que podía, compraba alimentos de primera necesidad en el mercado negro. Pero eso es ya otra historia.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

sábado, 20 de mayo de 2023

  • 20.5.23
A lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI, en nuestro pueblo contamos con distintos hijos predilectos o adoptivos que por distintos motivos, y al parecer de sus vecinos y representantes en el pleno, han merecido dicho honor, es el caso de los hermanos Calabuig, de Juan Holgado, de Diego de los Santos, de Juan Roldán, de Manuel Belloso o de José María de los Santos. 



Pero muy posiblemente, la gran mayoría de los visueños y visueñas desconozca es que José Blanco Benítez también cuenta dentro del elenco de hijos predilectos, y subrayo lo de hijos, porque de hijas estamos muy escasos.

José Blanco Benítez nació el 19 de mayo de 1896 (hace exactamente 127 años), en la calle Corredera número 43. Sus padres fueron Ruperto y Dolores, ambos naturales de El Viso; sin embargo, su abuelo paterno, Antonio Blanco era natural de Zaragona, uno de tantos que llegaron desde tierras del norte buscando mejores condiciones de vida.

En 1910, cuando contaba con 14 años se trasladó a Sevilla buscando mejores condiciones de vida, muy posible al amparo de algún familiar, pero es solo una conjetura. En la capital hispalense realizó distintos y variados trabajos que le permitieron, por lo menos sobrevivir. En septiembre de 1919, con 23 años, se casó con Dolores González Lorenzo, hija de un rico comerciante gallego que había hecho las américas. De este  matrimonio nacerían 3 hijos y 2 hijas. Blanco Benítez fue un próspero empresario que regentó un gran almacén de coloniales y se dedicó fundamentalmente a la importación de café con marca propia: CAFÉS COBLAN y fue conocido como  “el rey del azúcar”. Actividad que compaginó con la de la actividad constructiva y con la del alquiler de viviendas, llegando a ser propietario de 400 edificios, si contamos viviendas y locales, por lo que se convirtió en el mayor propietario de la ciudad de Sevilla y el que más contribución urbana pagaba. 

Blanco Benítez nunca olvidó sus orígenes y estuvo siempre pendiente de las necesidades de su pueblo, por lo que contribuyó a la restauración de la capilla Sacramental dotándola del actual retablo, porque el existente fue completamente destruido. De la misma manera anticipó la nada desdeñable suma de 5.000 pesetas sin interés alguno y a devolver cuando se pudiese para las obras de la iglesia. También pagó el suelo del templo cuyo precio ascendió a 10.000 pesetas hasta que el templo tuviese el dinero suficiente para ir devolviéndolo. Fue parte activa en el encargo de la nueva imagen de Santa María del Alcor por su amistad con Cerquera Becerra, lo que le permitió negociar los pagos. 

Hay que decir que la patrona, una vez estuvo terminada la talla, fue trasladada a la casa de su madre sita en la calle Aranjuez, donde permaneció hasta el día 22 de agosto de 1939, siendo trasladada de incógnito a la entra de nuestro pueblo. En dicha casa además de su madre también vivieron alguno de sus hermanos y sobrinos del Viso. Compró y donó al Ayuntamiento la casa de los Sardina, lo que  permitió remodelar el espacio de la plaza pasando a tener las actuales dimensiones. El remozamiento del lugar costó a las arcas municipales la cantidad de 60.000 pesetas, dado que hubo que desmontar y explanar el solar. Por todo ello, el 1 de abril de 1937 el pleno municipal, en sesión plenaria  acordó por unanimidad rotular la calle Torrijos (Horno Viejo) como José Blanco Benítez. Dos años después lo nombró Hijo Predilecto de la villa y le entregó un  pergamino, obra del pintor Joaquín González Sáenz Lerdo de Tejada. El documento, firmado por el Alcalde, José Luís León y el Secretario de la corporación, lleva  fecha 22 de julio de 1939.


José Blanco Benítez falleció el 2 de octubre de 1978, a los 82 años de edad. Sus  restos mortales, al igual que los de su esposa y sus padres reposan en el panteón que construyó su suegro en el cementerio de San Fernando.



JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

sábado, 25 de marzo de 2023

  • 25.3.23
El pasado 10 de marzo, Juan Manuel Borreguero y el que escribe, participamos como guías de la Asociación Cultural Fuente del Sol, en una actividad promovida por el Ayuntamiento y cuyo objetivo no era otro que dar a conocer nuestro patrimonio.


En esta ocasión participaba un grupo de caravaneros de distinta procedencia, pero he de decir que muy interesados y motivados por conocer parte de nuestra historia, pues durante todo el recorrido hicieron preguntas muy interesantes, por lo que la misma fue muy dinámica, amena y participativa.

En el discurrir de la visita,  una señora preguntó si existía alguna vinculación entre nuestro pueblo y los Condes del Castellar, pues habían salido a relucir en más de una ocasión. Tras explicarle que estos Condes fueron también señores de El Viso, la  señora, que era del campo de Gibraltar, comenzó a hablar del Cristo de la Almoraima sin saber que en nuestro pueblo tenemos al Cristo de la Misericordia, su gemelo. De ahí  el presente artículo.

Las imágenes, de comienzos del siglo XVII, y de escuela castellana, fueron encargadas por la Condesa del Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, a un taller castellano, posiblemente de Madrid. Para que el coste de las mismas fuese el menor posible, las encargó de pasta, en este caso de pasta de palma y de telas encoladas que, en un molde, adquieren la correspondiente forma. A este tipo de imágenes se les conoce  como de “papelón” y permite realizarlas en serie, de ahí forma de “fabricar” imágenes en serie, hace que podamos encontrarlas idénticas, a no ser que rompamos el molde, tal y como cuenta la leyenda que ocurrió con el Cristo de la Expiración de la Hermandad del Museo (Sevilla), obra de similares características y cuyo molde, según cuenta la leyenda, fue arrojado al río para que no se pudieran hacer copias. 

Este tipo de imágenes resultan más baratas y menos pesadas que las de madera, por lo que su transponte resulta Al ser de pasta resultan más baratas y permiten un transporte más rápido, más si tenemos en cuenta que en esta época las carreteras prácticamente no existían  y traer dos crucificados y otros enseres desde la Corte (Madrid) hasta la baja Andalucía no resultaba nada fácil.

Las imágenes, de tamaño natural, poseen cabellera de pelo natural, corona de espinas que le dan un gran realismo lo que hace que nos sobrecojamos al estar ante su presencia, cumpliendo el principal objetivo que marcó la Contrarreforma.

A comienzos del S. XVII las imágenes fueron trasladadas con grandes dificultades desde Madrid hasta Sevilla en un carro, concretamente hasta el Convento de la Merced calzada, hoy museo de Bellas Artes de Sevilla. Es en este lugar donde los dos hermanos se separan para siempre, porque el del Viso permaneció en el referido convento  hasta comienzos de 1604, mientras que el de la Almoraima fue embarcado, en agosto de 1603, en el puerto hispalense hasta el de Gibraltar, donde a lomos de una mula fue trasladado a la ermita de Nuestra Señora de los Reyes, de la Almoraima hasta que a mediados del XVII fue depositado en la capilla del lado del Evangelio del convento mercedario de San Miguel de la Almoraima. Según cuentan las crónicas, el barco sufrió la persecución de un barco de corsarios berberiscos que amenazaban el estrecho. 

Sin duda alguna, estamos ante dos advocaciones con una devoción muy enraizada a lo largo de su dilatada historia, pero que ha tomado caminos distintos en función a la idiosincrasia de cada pueblo. Así, en el caso de nuestro pueblo, el Crucificado fue colocado en un lugar cercano al altar mayor y fue la primitiva imagen que cada Viernes Santo, al alba, salía desde el convento mercedario camino del Calvario. La imagen fue sustituida en 1669 por la del Nazareno, obra de Andrés Cansino. A partir de este momento la devoción hacia el crucificado adquiere un carácter más íntimo y surge en torno al mismo una leyenda que nos habla de un intento de venderla, pero ocurrió un hecho milagroso que impidió que la imagen abandonara el convento: la cruz creció.

Por lo que se refiere al Cristo de la Almoraima, ubicado en un altar en la capilla del Evangelio del convento mercedario de San Miguel de la Almoraima, está actualmente, y desde 1971, en su santuario, en el pueblo nuevo, desde donde, cada Viernes Santo por la tarde recorre las calles, al igual que lo hace cada 3 de mayo en una romería que se celebra en su honor desde el siglo XIX. 

El cambio de la ubicación de la imagen vino motivado porque Rumasa compró la finca y el monasterio, por lo que en un principio, la imagen formaría también parte de los bienes patrimoniales de los nuevos propietarios; sin embargo, el párroco de aquellos años hizo gestiones y solicitó a la entonces propietaria, la duquesa de Medinaceli, que donase la imagen a la parroquia del Divino Salvador en el pueblo nuevo, como así ocurrió.

¿Volverán los hermanos a encontrarse?

JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO
FOTOGRAFÍA: COFRADÍAS EL VISO
ERASMO FENOY, EUROPA SUR

sábado, 25 de febrero de 2023

  • 25.2.23
Todo el mundo conoce, grosso modo, el significado que puede tener la palabra “Alcor”, vocablo de origen árabe cuyo significado es el de colina. Este nombre se ha pluralizado en Alcores, como consecuencia de los topónimos  de dos de las cuatro localidades de la comarca: Mairena del Alcor y El Viso del Alcor.


La primera descripción que tenemos de la zona nos la da fray Pedro de San Cecilio, cronista mercedario descalzo, en la segunda mitad del siglo XVII: “Tiene su asiento (El Viso) en un recuesto que sube de la vega de Carmona, a una llanada alta, que tiene de circunferencia casi 10 leguas. A todo aquel sitio alto llaman alcores, palabra árabe, que (según nos dizen) significa tierra arenosa, y dura; porque toda ella lo es”.

Pero la palabra Alcor también la encontramos en otras zonas de la geografía nacional, es el caso de Villalba del Alcor, en la provincia de Huelva. En el Aljarafe encontramos a la actual Valencina de la Concepción ( Valencina del Alcor hasta 1948). 

Lo que nos puede resultar más insólito es la existencia, en la provincia de Palencia, en Tierra de Campos de la existencia de pueblos con nombres que nos pueden resultar un tanto peculiares: Valoria del Alcor, Santa Cecilia del Alcor o Paradilla de Alcor. 

Lo que, a buen seguro, mucha gente no conoce, es la existencia de una estrella que lleva el nombre de nuestra tierra: Alcor, mencionada en las tablas Alfonsíes allá por el siglo XIII. Pero… ¿Dónde está esa estrella? 

Salgamos a la calle una noche despejada de luna nueva y busquemos la Osa Mayor, un conjunto de estrellas que podemos divisar desde cualquier punto del Hemisferio Norte, dada su proximidad a la estrella Polar. Esta constelación, por su forma, parece un carro o un cazo formado por siete estrellas. Nos interesa el mango del cazo, y en concreto la estrella central del mismo, la que forma el ángulo. En este punto encontramos, a primera vista, a nuestra estrella, pero en realidad son dos, Mizar y Alcor, formando lo que se conoce como una estrella doble o binaria.  Lo cierto es que Alcor es menos brillante y más pequeña que Mizar que se encuentra a sesenta años luz de la Tierra, frente a los ochenta años luz de Alcor. Al ser menos brillante, y por lo tanto menos perceptible, los árabes la conocían también como “la olvidada” o “la perdida” y los griegos la identificaban con la pléyade perdida.


Pero además de los distintos nombres, estas dos estrellas, a lo largo de la historia han dado origen a historias y leyendas. Para los árabes, las cuatro estrellas del cuerpo de la Osa Mayor forman un féretro que contiene el cadáver de Al Na´ash, asesinado por Al Jadi (la estrella Polar). El ataúd es seguido por los tres hijos del asesinado, siendo el segundo Mizar que lleva en sus brazos a un niño llamado Alcor.

Los egipcios, al igual que los árabes utilizaban a Mizar y a Alcor para ver la agudeza visual que tenía una persona que aspiraba a ser arquero, de tal manera que si era capaz de distinguir ambas estrellas, se consideraba que su visión era ideal; de lo contrario, si apreciaba una única estrella se consideraba que esa persona no era apta para este oficio de precisión. Por eso, nuestras estrellas eran conocidas como el caballo (Mizar) y el jinete (Alcor). 

El nombre de la estrella también lo encontramos dentro de los proverbios del mundo musulmán al referirse a aquellas personas que ven los defectos ajenos y no son capaces de ver los propios: “Hay quienes que pueden ver Alcor, pero no la luna llena”. 

Para la mitología japonesa, Alcor es la estrella de la esperanza, de la vida, porque se creía que el que era capaz de diferenciarla de Mizar, viviría un año más; por el contrario, si el que la miraba no era capaz de diferenciarla, su vida terminaría ese mismo año.


La mitología escandinava tiene una historia para nuestra estrella. Así Thor, en una batalla mordió uno de los dedos gordos del pie de Orwandel y lo lanzó hacia el cielo del norte, cayendo encima de uno de sus caballos (Nizar), por lo que el dedo se convirtió en el jinete. Otra versión de esta historia es que a Orwandel, al cruzar el río, se le congeló el dedo gordo y se le partió, por lo que Thor lo lanzó al cielo y cayó encima de Nizar.

La mitología hindú hace referencia a ellas en una historia en la que las siete estrellas de la Osa Mayor representan a los siete sabios que estaban casados con siete hermanas de las Pléyades, hermanas que fueron infieles a sus esposos, a excepción de Arundhiti (Alcor) que fue fiel a su esposo, Vashishta (Mizar). Por eso en la mitología hindú estas estrellas simbolizan la fidelidad en la pareja o en el matrimonio.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

sábado, 28 de enero de 2023

  • 28.1.23
Las primeras referencias que tenemos en nuestro pueblo de la plaza de “abaxo” la encontramos en las Ordenanzas Municipales, concretamente en el siglo XVII. En un principio, se trataba de un espacio de no mucha amplitud que va a cobrar protagonismo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando el Concejo de la Villa (Ayuntamiento) decide trasladar a dicho lugar el Pósito (almacén de trigo).

Plano de la plaza. El rectángulo señala una futura ampliación que no se llevó a cabo.

La plaza no era más que un ensanche junto al profundo barranco de las Almenillas. Decimos profundo porque en la entrada de lo que hoy es la calle San Pedro Nolasco, la cota máxima era de ocho metros por debajo del nivel de la calle. Para proteger a los viandantes el Ayuntamiento colocó una pared rematada en almenas, de ahí el nombre de Almenillas. Con el tiempo, esta pared, que resultaba un tanto indecorosa fue sustituida por una reja que permaneció hasta que el barranco fue colmatado y se construyó el colegio Gil López. 

El espacio no será urbanísticamente una plaza que se diferencia de la calle hasta bien entrado el siglo XIX, pues previamente se tuvieron que llevar a cabo obras para controlar la erosión que ocasionaba el arroyo. Esta es la causa por la que Pascual Madoz nos hable a mediados del XIX de una única plaza, la del Concejo, hoy bautizada como Sacristán Guerrero.

Así en este espacio capaz para la entrada y carga y descarga de los carros cargados de grano, se construyó un nuevo Pósito, más capaz que el existente, en la plaza del Concejo que, además de ser pequeño, amenazaba ruina. Junto al Pósito se construyó un pequeño edificio que sirvió de Ayuntamiento durante muchos años.

En este espacio no encontramos ningún elemento de carácter simbólico: una cruz, un pilar conmemorativo, una estatua, o cualquier otro elemento que dignificara el espacio hasta bien entrado los años cincuenta del siglo XX, momento en el que se coloca la estatua sobre alto pedestal del Sagrado Corazón de Jesús.

En los aledaños de la plaza estaba la carnicería, propiedad del convento de monjas de Santa Clara de Carmona y la posada, un edificio de 454 metros cuadrados construido sobre un solar algo irregular. Por la escritura sabemos que el edificio estaba compuesto por: el portal, cuatro salas, doblado, escalera, corral, pozo, pila y cuadra. El edificio, que era propiedad del Señorío, fue vendida a Don José García de Tejada por  20.000 reales en 1872. En 1881, como consecuencia del derribo de parte del edificio, la plaza fue ampliada.

Como podemos observar, es a partir de la segunda mitad del siglo el espacio va sufriendo un proceso de urbanización y va adquiriendo cada vez un mayor carácter simbólico, tal y como ocurrió con la construcción en 1846 la torre y la posterior instalación del reloj. Esta importancia simbólica la podemos apreciar en la colocación de la placa conmemorativa que podemos encontrar en la parte baja de la torre, concretamente en la entrada de la calle Real.

El carácter simbólico, que cobra cada vez más importancia, se manifiesta también en el nombre que se le da al espacio, pues de plaza de “abajo”, que es su nombre popular durante muchos años, pasó a denominarse como plaza de la Constitución y a raíz del asesinato de Cánovas, el 8 de agosto de 1897, la corporación tomó la determinación de nombrarla como plaza de Cánovas.

El Ayuntamiento en los años 60 del pasado siglo.

Entrados ya en el siglo XX, en plena dictadura de Primo de Rivera (1924), la plaza vuelve a renovarse a raíz de su ampliación al incorporar lo que quedaba de posada, que fue cedida al Ayuntamiento por su propietario. Un año después recibirá el nombre de plaza de Primo de Rivera. En 1927 es cuando la plaza, propiamente dicha, se diferencia de la calle, adquiriendo personalidad propia. Es lo que se denomina como plaza- salón siendo su finalidad la de  “hermosear la ciudad  y de crear ambientes gratos y dignos”.

En una visión parcial del plano de la localidad (1896) podemos apreciar la plaza a nuestra derecha, con la particularidad que entre ésta y el barranco se aprecian viviendas.

 
En una visión parcial del plano de la localidad (1896) podemos apreciar la plaza a nuestra derecha, con la particularidad que entre ésta y el barranco se aprecian viviendas.

 En 1944 se produce su verdadera remodelación: una plaza totalmente diferenciada de la calle en la que destacaban  árboles y  bancos de ladrillo con respaldo de hierro ,y sobre todo la grandiosa escalera que permitía acceder a una nueva zona el barranco o cauce del arroyo de las Almenillas, que por estas fechas es entubado. Esto permite la colmatación de su lecho y su posterior aprovechamiento, pues se construye un colegio público en un lugar bastante céntrico. 

En torno a los años cincuenta ronda la idea de colocar un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, petición que formula el Cura Párroco con la idea de ubicarlo en el solar que ocupó en tiempos la casa número 14 de la calle Real (donde estaba correos, esquina con  Pintor Juan Roldán). No obstante el proyecto parece quedar aparcado hasta mayo de 1957, fecha en la que  el Ayuntamiento faculta Alcalde para que  pague las obras de  instalación  del monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo esto se dilató en el tiempo, pues tres años después, un vecino que representa a una comisión, propone  al Ayuntamiento el adecentamiento de la referida plaza  de José Antonio porque la comisión había  llegado al acuerdo de levantar en ella el referido monumento. El Ayuntamiento  autoriza la erección del monumento y el adecentamiento del lugar  que en los años noventa será completamente remodelado adquiriendo un aspecto que nada tiene que ver con el entorno, porque se construye una plaza a base de mármol blanco y azulejos de color azul que dan al lugar el aspecto de cuarto de baño. Con posterioridad la plaza ha sido remozada en un par de ocasiones con un criterio más acorde con el lugar en el que se ubica, pero ha perdido el encanto que tenía antes de su remodelación en los noventa. 

Por lo que respecta al Ayuntamiento, actualmente convertido en Archivo Histórico tras su restauración-remodelación, fue construido en el solar del viejo Pósito e inaugurado en el año 1939, coincidiendo con el fin de la guerra. Es en este contexto de triunfalismo  donde tenemos que contextualizar el edificio proyectado por el perito municipal Peláez, que supo dotar al edificio, que no tiene valor artístico, de cierta grandiosidad. Lo que si se le agradece a Peláez es su capacidad para incorporar al nuevo edificio la vieja torre.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLOJos

sábado, 24 de diciembre de 2022

  • 24.12.22

Los molinos de aceite o almazaras formaron parte importante del paisaje urbano de pueblos y ciudades hasta tiempos relativamente recientes, más si tenemos en cuenta que, junto a la vid y al cereal, el olivo fue un elemento esencial en el desarrollo de las comunidades urbanas del Mediterráneo. Estos molinos, con la llegada de la industrialización, desaparecieron prácticamente del entorno urbano y quedaron relegados al entorno rural, a las haciendas de olivar.

Según el Catastro de Ensenada (1751) había en nuestro pueblo dos molinos aceiteros cuyos propietarios eran eclesiásticos, lo que nos puede hacer una idea de la importancia que tenía ser propietario o beneficiario de este tipo de industria, al igual que ocurría, por ejemplo, con los molinos harineros. Estos dos molinos eran el conocido como “de los frailes” y el de la capellanía que fundó D. Toribio de León.

En 1761 había un tercer molino propiedad de Alonso Jiménez Tamariz, rico propietario de la localidad.

El denominado “molino de los frailes” era propiedad del Señor de la Villa desde una época imprecisa, muy posiblemente desde el siglo XV. En el año 1643, Fernando Miguel Arias de Saavedra concertó su venta con los frailes mercedarios descalzos de la villa. A este respecto hay que decir que la venta fue posible porque el molino estaba fuera del mayorazgo y, por lo tanto, era un bien libre y no vinculado. La venta se estableció en 20.000 reales, siendo el rédito anual de 1.000 reales. Sin embargo, El 22 de mayo de 1658 don Luis de Saavedra otorgó poder a Juan de Ozaeta para que concertara el rédito del molino en 500 reales anuales y la celebración de cien misas rezadas y seis cantadas. El tributo se redujo a 300 reales en el siglo XVIII.

El molino estaba situado a la salida de la calle Real, lindando con el camino que de la villa salía para Sevilla (y con el que se dirigía  a la ciudad de Carmona).

 

               Dibujo que representa el molino de los frailes (plano de El Viso de mediados del XVIII)

El molino estaba compuesto por dos edificios, uno para la piedra, que era donde se molía la aceituna gracias a la tracción animal, de ahí que estemos hablando de un molino de sangre; en el otro estaba la viga que servía para ejercer la máxima presión sobre los capachos colocados uno encima del otro, de esta manera se obtenía el aceite por prensado que pasaba al proceso de decantación por el que se separaba el aceite del alpechín.

Como contrapeso a la presión que ejercía la viga tenemos que destacar el principal elemento de estos molinos: la torre que, aunque hueca en la parte de abajo, era maciza en la parte superior al servir de contrapeso. Como elementos secundarios tenemos que hacer mención a la caldera y al almacén con grandes tinajas de barro enterradas en el suelo.

Sin duda alguna estamos ante lo que podemos denominar como una de las joyas de las propiedades del convento, que poseía además unas 20 aranzadas de olivar repartidas en pequeñas parcelas, tanto en el término de El Viso, Mairena o Carmona. Esto va a permitir, junto a los estipendios por misas y otro tipo de donaciones, vivir a los frailes con cierta comodidad, por lo menos hasta bien entrado el siglo XVIII.

En 1791 un vecino solicitó un solar justo al lado del molino y los frailes ejercieron toda su influencia hasta que consiguieron que la concesión fuese revocada al argumentar que por el solar pasaba tanto el desagüe como el alpechín de este. Esto hizo que el solar fuese concedido a los mercedarios, quedando los mismos con la obligación de pagar al Señorío los tres reales que el mismo exigía, cada vez que se hacía la concesión de un solar a un vecino. No sabemos hasta cuando estuvo en funcionamiento el molino, ni los avatares que corrió desde el último tercio del siglo XVIII. No volvemos a encontrar referencias sobre el mismo hasta el año 1942, fecha en la que se ponen en funcionamiento en la villa cuatro almazaras, estando una de ellas situada en la calle Feria nº 2. El viejo molino de los frailes también conocido como del marqués fue derribado por completo en el año 1988.

En cuanto al molino de la capellanía que fundó Don Toribio de León, lo gozaba a mediados del XVIII don Francisco Mellado, presbítero de Mairena. Estaba situado en la calle Cantarranas, o mejor dicho entre esta calle que es la actual calle Tren y la calle Alpechín, muy posiblemente en la que hoy es casa nº 15 de la calle Tío Pinto. El molino estaba compuesto “de una viga, la cuadra de ella, la de la piedra y doce trojes para la aceituna “. En esta misma calle han aparecido recientemente restos de una edificación que muy bien pudieran ser restos de un molino que cronológicamente podemos situar a fines del siglo XV. Este molino facilitaba cierta cantidad de dinero al eclesiástico que quedaba obligado a cumplir con lo que el testador había dispuesto en sus últimas voluntades.

Por lo que respecta al molino de Juan Jiménez Tamariz, hay que decir que estaba construido en la huerta que fue propiedad de Juan de Ozaeta Gobernador y Alcaide de la villa en la segunda mitad del siglo XVII. Estaba situada “a la salida de esta villa junto al molino de aceite (de los frailes) y a la entrada del camino de Sevilla”. Dicha huerta la vendió Juan de Ozaeta en 1675 a José Ruíz y a Antonio Jiménez. Se trataba de una huerta de “arbolado y solería, con su pozo, noria y con su rueda corriente, casa de teja y todo lo demás que de los vallados adentro le pertenece a la salida de la calle Real de esta villa por bajo del molino de aceite del convento del Corpus Christi de ella. Linde por el lado derecho con el camino que sale para la ciudad de Sevilla y con los olivares de dicho convento y otros linderos”.


Plano de El Viso donde se señala el lugar donde estuvieron los molinos de Juan Jiménez Tamariz y el de los frailes, en la calle del Molino (después de la Feria).


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO




sábado, 3 de diciembre de 2022

  • 3.12.22
La cordillera de los Alcores, en la Baja Edad Media, jugó un papel fundamental en la defensa de Sevilla, concretamente en su flanco sur, en lo que se conoció como “banda morisca”. Este hecho provocó la construcción, reconstrucción y remozamiento de viejos castillos y en otros casos, torres de intercomunicación y defensa del territorio, es el caso de la de Gandul, la conocida como de los Navarros (posiblemente en lo que actualmente se conoce como urbanización el Torreón), la de la Santa, la de Mairena (el castillo es posterior), las de El Viso, la del Moscoso, la de Alcaudete…


Centrándonos en el caso de nuestro pueblo, las primeras referencias que tenemos sobre las torres o “castillos” de El Viso las encontramos en el privilegio rodado que concede Enrique II a la viuda de don Gonzalo Mexia en 1371. 

Otra referencia la encontramos cuando Juan Arias de Saavedra, en 1441, recibió el lugar de El Viso.  
Volvemos a encontrar la misma referencia en las cláusulas del mayorazgo establecidas, en el año 1456, por Juan Arias de Saavedra y Juana de Avellaneda (primeros señores de la localidad), sobre “el lugar de el Viso con sus términos, dineros, tributos, rentas, castillos, vasallos...”; otras veces, en el mismo documento encontramos “casa y castillo de dicho lugar del Viso”. 

En las Ordenanzas Municipales de 1564 también encontramos algunas referencias a lo que se denomina indistintamente como torre o castillo, tal y como nos aparece en la ampliación o modificación que se hace de las mismas y que fueron pregonadas “ante las puertas de las casas del castillo del ilustrísimo señor Conde”.

La primera torre de la que tenemos constancia es la que se denominó como “casita de Montero o de Mortero”, que el profesor Peláez del Espino calificó como uno de los escasos vestigios de una de las torres de El Viso. “Estaba construida con la técnica de “tapial” y realizada en base a un “mortero” de una especie de “cal hidráulica” mezclada con pequeños trozos de piedra alcoreña y minúsculos “guijarros”. Según Peláez hubo otras tres torres más en los aledaños de lo que después fue casa- palacio: dos  en la parta trasera, una de ellas junto al convento y que sirvió a los Señores y a su séquito para escuchar misa y no tener que bajar al convento. Estas dos torres con cierta separación pudieron servir de entrada en época medieval a un pequeño recinto fortificado que no llegó a tener el carácter de castillo. Una tercera pudo existir en lo que hoy es propiamente la iglesia conventual, en el espacio intermedio entre la iglesia y la sacristía, lugar que limita con el patio o claustro de la casa conventual. 

Otra torre de la que se tiene constancia es la que pudo existir en lo que hoy es capilla del Cristo del Amor, en la iglesia parroquial. Lo cierto es que hasta bien entrado el siglo XX únicamente teníamos referencias documentales muy parciales sobre la existencia de estas torres. Fue en 1989, cuando al vaciar el solar del viejo palacio para construir el actual Ayuntamiento aparecieron restos materiales de estas dos torres a las que se ha hecho alusión anteriormente, restos que fueron destruidos impunemente y arrojados a la escombrera.

 
El palacio en los años cuarenta del pasado siglo.

A lo largo del siglo XVI, tras quedar en desuso estas construcciones fortificadas, muchas de ellas desmochadas por orden de los Reyes Católicos, va a surgir en el caso de nuestro pueblo una construcción que va a perder su carácter defensivo y va a adquirir un carácter más simbólico, el del poder del Señor de la Villa, pues se habla de Palacio o casas principales, que es lo mismo que hablar de casa- palacio, tal y como lo refiere Fray Pedro de San Cecilio, al hablar de la construcción del convento de Mercedarios Descalzos de El Viso que se debía  “labrar, y edificar junto, y apegado a las casas principales”. En el mismo contexto nos dice que “no se hallan allí (en El Viso) ruinas de edificios antiguos ni otros vestigios (fuera de una torre con quién está incorporado el Palacio de los Condes…)”. 
El nuevo caserío tuvo su fachada principal en la que hoy es calle Conde del Castellar (Plaza del lavadero). No tenemos constancia documental de cómo era el referido edificio, únicamente contamos con una breve referencia de comienzos del siglo XVII por el que sabemos que tenía planta baja y planta alta, poco más.

La gran remodelación, el gran cambio que sufrió el edificio y que le dio el aspecto que tuvo prácticamente hasta que fue destruido lo adquirió en la segunda mitad del siglo XVIII. Conocemos estos cambios gracias a un plano o croquis del año 1751.


El rincón del convento surgió tras la ampliación del palacio en la segunda mitad del XVIII. La nueva construcción hizo que perdiera su carácter romántico.
     


Plano o croquis del palacio del año 1751. En el mismo se han recreado las dos torres del “castillo”. La línea roja señala la ampliación que se llevó a cabo en el edificio en el XVIII.

A mediados de siglo XIX, en 1859, el edificio fue “saqueado”, por lo que el marqués instó al Ayuntamiento para que se devolviesen los enseres sustraídos, es el caso de ventanas y balcones, por lo que podemos hacernos una idea del grado de deterioro al que llegó el edificio.     

                              
Foto en la que aparece el solar en donde estuvo la casa-palacio de los Condes del Castellar.

Con la llegada del siglo XX cambia la situación del edificio que debió cerrarse, tal vez para que el que fuera Señor natural de la villa no apareciera como vecino de esta y pagar la pertinente contribución por tal hecho. Ante esta situación, en 1914 se  establece en la Casa-Palacio una comunidad religiosa (en el padrón de 1924 aparecen 33 monjas  Trinitarias) que se marcha en 1926. Dos años más tarde el Ayuntamiento decide comprar el antiguo convento de monjas para transformarlo en escuela, pero esto no fue posible, por lo que, en 1930, dado el estado ruinoso de la escuela de niños de la calle Vega, el Ayuntamiento consigue la cesión temporal de parte del edificio para convertirlo en escuela, siendo el interlocutor entre el Ayuntamiento y el Duque de Tarifa el cura párroco don Primitivo Tarancón Gallo.


 
                Fachada principal del Consistorio, según el primitivo proyecto.

En julio de 1931 el Duque de Tarifa cedió uno de los salones del palacio para depósito de grano que debía de repartirse entre los campesinos más modestos. Es en los años finales de la República, cuando el Ayuntamiento consigue la cesión temporal del edificio para alojar a las familias que se habían visto  afectadas por las lluvias producidas en marzo de 1936, pero la agrupación socialista ocupa el edificio y lo declara Casa del pueblo, desoyendo las órdenes dadas por el Gobierno Municipal. 



Fachada principal del Consistorio, tras el proyecto definitivo, que fue el que se construyó.

Tras el estallido de la guerra, el edificio sirvió de cárcel, tal y como consta en una placa situada en el interior del actual Ayuntamiento.
En 1956 el palacio pasa a manos de la iglesia y se habilita en el mismo un colegio regentado por las madres Teatinas que se marchan en 1960. Tras pasar diversas vicisitudes, a finales de los años 70, el edificio fue derribado y es cuando aparecieron los restos de las torres anteriormente mencionadas. 
Tras muchas vicisitudes, el 12 de marzo de 2007 el Presidente de la Junta de Andalucía, inauguró el nuevo Ayuntamiento en el solar del que fue palacio de los Condes del Castellar.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO



sábado, 22 de octubre de 2022

  • 22.10.22

Sin duda alguna, uno de los espacios más vinculados a nuestro pueblo, es la zona de Alcaudete, en Carmona. El vocablo Alcaudete deriva del topónimo árabe “Alcaodat”, que a su vez es una adaptación del vocablo latino “caput aquae”, que podemos traducir como “manantial, fuente, inicio de río o arroyo”.


A lo largo de su dilatada historia el topónimo se ha vinculado a un cortijo, a un arroyo, a un enorme túmulo, a unos pilares, a una torre o castillo, a una ermita, a unos molinos, a una vereda y en tiempos modernos a una romería.

Las primeras referencias sobre el Alcaudete las encontramos en el repartimiento de Carmona, en el año 1247, momento en el que el rey Fernando III lo donó a su esposa, doña Juana de Pontis. En el documento se especifica que la donación es de treinta yugadas de tierra calma. Estamos sin duda alguna ante una propiedad de grandes dimensiones, lo que podríamos llamar como un latifundio de unas  900 hectáreas. Por documentos posteriores sabemos que la finca tenía además una huerta que servía de sustento para la gente que vivía en lo que después fue el cortijo.  Parte de la producción de la huerta se vendía en el mercado de nuestro pueblo que, hasta 1907, estuvo en la que actualmente conocemos como plaza del Sacristán Guerrero y que en el siglo XVI era conocida como plaza de Arriba.

Alcaudete le debe a Bonsor , el famoso arqueólogo anglofrancés,  su presencia en los foros internacionales gracias al magnífico túmulo de la Motilla o de Alcaudete. A este respecto hay que decir que en 1885, junto a un grupo de personas que formaban la Asociación Arqueológica de Carmona, visitó lo que entonces era conocido como puerto de Alcaudete. La visita propició la publicación, en la primera memoria de la institución carmonense (1887), de un artículo  titulado El túmulo de Alcaudete. En el mismo encontramos, por primera vez un dibujo y descripción del gigantesco túmulo.

Pero Bonsor, además del túmulo, que eclipsa todo lo demás, se encontró con una torre o castillo, pues de las dos maneras se menciona.

La torre, al igual que otras muchas de la zona, fue construida en un momento concreto con una función muy determinada, de ahí que al dejar de tener funcionalidad, fueron abandonadas. Se trata de un grupo de torres con una función, más que defensiva, preventiva, de aviso ante posibles ataques; por otra parte, en determinados momentos pudieron dar cobijo a un pequeño grupo humano en caso de peligro,

En este sentido tenemos que contextualizarla en plena reconquista, cuando la zona de los Alcores pertenecía a lo que se llamó la Banda Morisca, que no era otra que una tierra de frontera con el reino nazarita. En esta zona de frontera, los Alcores jugarán  un papel estratégico de gran importancia dado su carácter de “puerta de Sevilla”, de ahí que podamos hablar de un sistema defensivo perfectamente articulado desde Carmona a  Alcalá de Guadaíra, dos grandes fortalezas que aparecen interconectadas por un rosario de torres, es el caso, por ejemplo, de la conocida como “de los Navarros”, muy posiblemente situada en lo que hoy conocemos como el Torreón, entre Alcalá y Mairena; la torre de Mairena, donde después se construyó el castillo; la torre o torres de El Viso; la del Moscoso (cuyos restos se mencionan en el siglo XVIII) y la del Alcaudete, calificada por Bonsor como  un castillo o atalaya en estado de ruina.

El propio arqueólogo nos dice que la parte inferior de la misma era de sillería (piedra) y el resto de tapial, siendo su planta rectangular, de unos seis metros de lado y una altura de unos quince metros, de ahí que especule con la posibilidad de que en otros tiempos la misma pudiera estar estructura en tres plantas.

Fragmento del mapa topográfico nacional de 1918.

Según testimonios orales la construcción estaba a la altura del último molino, según se baja por la vereda hacia la Vega, concretamente, al otro lado del camino. Aunque el referido castillo o torre ha desparecido, hemos de decir que junto al camino se podían ver alineaciones de sillares.

No podemos pasar por alto que esta zona es rica y ha sido habitada desde tiempos muy antiguos gracias a la abundancia de agua que podemos encontrar en la misma, de ahí que no podamos olvidar el rico acuífero que la sustenta ni el aprovechamiento que se hacía del agua. En este sentido Bonsor nos habla de cuatro molinos harineros cuyas piedras de moler o muelas, eran movidas por la fuerza de las aguas que al mismo tiempo servían para saciar la sed de los animales en el abrevadero o regar la huerta, que en el siglo XIX aparece poblada de naranjos, cultivo que introdujo, de forma intensiva en la zona, el duque de Montpensier, cuñado de Isabel II. Esto nos sirve para tener una idea del aprovechamiento que se hacía del agua en una zona que destaca precisamente por su gran 
escasez.

El pilar, hoy seco, nos muestra al fondo el molino de San Antonio.



JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO


sábado, 24 de septiembre de 2022

  • 24.9.22

A finales de los años 20 del pasado siglo, nuestro pueblo experimenta ciertas mejoras de carácter urbanístico, es el caso, por ejemplo, de la desaparición del paseo que había en la entrada de la calle Real que fue convertido en calle porque “asfixiaba” el discurrir de los escasos vehículos, en concreto unos veinte pertenecientes a las personas más pudientes, es el caso de Carmen Jiménez Jiménez que  poseía un Hispano Suiza y un Fiat, todo un lujo para aquellos tiempos.

En estos mismos años asistimos a la aparición del primer surtidor de gasolina que se ubica en la entonces carretera Madrid- Cádiz, concretamente en la esquina entre plaza de la  Recovera y Corredera. Sin duda alguna hoy sería impensable ubicar este tipo de estructura en dicho lugar, pero tenemos que pensar que entonces era prácticamente el final del pueblo.

En estos años, que coinciden con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), el Ayuntamiento solicitó y le fue concedido un préstamo por parte del Banco de Crédito Local de 300.000 pesetas que serían pagadas durante cincuenta años. Este dinero fue destinado a la mejora y modernización del mercado de abastos (1907), la construcción de un grupo escolar (que no se construyó) , obras para instalar y adecentar el que entonces era el Ayuntamiento, un edificio muy pequeño y antiguo y algunas otras obras de consideración.

Asistimos además al ensanche de algunas calles, es el caso de la conocida entonces como Regina y en la actualidad Cervantes, por lo que el Consistorio compra una casa para darle el ancho que  tiene en la actualidad. De esta manera daba salida a las aguas pluviales que desde la Corredera bajaban buscando el arroyo de la entonces calle Nueva.

En esta misma línea compró una casa en la calle Rosario para comunicarla con el callejón del Calvario (Jesús Nazareno). Sin duda alguna esta comunicación era crucial, pues no podemos olvidar que el matadero municipal estaba junto al Calvario, y que en aquellos años, muy posiblemente el itinerario de Semana Santa experimentara un cambio.

Y como es lógico, son años en los que la política, desde mediados del XIX, lleva a cabo modificaciones en el nomenclátor de calles y plazas, por lo que no es de extrañar que la que hasta entonces recibía el nombre de plaza de Cánovas, pasase a llamarse plaza de Primo de Rivera.

En estos años de cierta euforia que terminará con la que se ha calificado como “Gran Depresión” se nombra a los primeros hijos adoptivos de la localidad (por lo menos de los que se tiene constancia), es el caso del diputado provincial D. Carlos Delgado Brackembury y a D. Pedro Gutiérrez Calderón, Alcalde de Alcalá de Guadaíra. Dicho nombramiento estuvo motivado por su contribución al nombramiento de nuestro Ayuntamiento con el calificativo de Excelentísimo, por ello se rotuló la calle Real con el nombre de Alfonso XIII, en agradecimiento al rey.

Pero uno de los grandes cambios que intentó llevar a cabo el Ayuntamiento, tal vez por influencia de las nuevas tendencias urbanísticas, es la creación en la continuación de la Corredera y hasta la raya del término de una gran avenida con viviendas ajardinadas en su fachada, de esta manera se configuraría una hermosa avenida con lo que entonces se denominaba como “ciudad jardín” y de la que quedan algunos restos.

En esta arteria principal, en los años cuarenta, se construyó el cine que llevó el nombre de “Cine Jardín”, precisamente porque delante del mismo había una zona ajardinada y que ha desaparecido al construirse un bloque de viviendas, el edificio Jardín, donde había una gran palmera que fue trasplantada en la mejor época para una planta tropical, en enero.

Sin duda alguna, fue un intento dignificar la entrada de nuestro pueblo, pero la especulación urbanística y la desidia de las autoridades municipales lo han impedido. Esperemos que las escasas viviendas ajardinadas que han perdurado lo hagan para siempre y no sean fagocitadas por la brutal especulación urbanística que todo lo puede.

Esta avenida no  era más que la prolongación de la Corredera o, mejor dicho, de la entonces conocida como Avenida de Queipo de Llano, de ahí que en febrero de 1953, se lea en el pleno municipal celebrado el día 23, una comunicación de la Marquesa de Villapanés en la que proponía que el pueblo se consagrase al Sagrado Corazón de Jesús y se rotulase con el nombre de Cristo Rey. Ante la petición, el Ayuntamiento decide rotular la prolongación de la Avenida Queipo de Llano con el nombre de Avenida de Cristo Rey. Años después, la primera corporación municipal surgida de las primeras elecciones municipales tras la dictadura, la rotula como  “Avenida de la República de Nicaragua”, para ser bautizada en septiembre de 2022 como “Avenida del 12 septiembre”.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

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