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COLEGIO PROFESIONAL DE PERIODISTAS DE ANDALUCÍA

Mostrando entradas con la etiqueta Desde mi sardiné [José Ángel Campillo]. Mostrar todas las entradas
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sábado, 25 de febrero de 2023

  • 25.2.23
Todo el mundo conoce, grosso modo, el significado que puede tener la palabra “Alcor”, vocablo de origen árabe cuyo significado es el de colina. Este nombre se ha pluralizado en Alcores, como consecuencia de los topónimos  de dos de las cuatro localidades de la comarca: Mairena del Alcor y El Viso del Alcor.


La primera descripción que tenemos de la zona nos la da fray Pedro de San Cecilio, cronista mercedario descalzo, en la segunda mitad del siglo XVII: “Tiene su asiento (El Viso) en un recuesto que sube de la vega de Carmona, a una llanada alta, que tiene de circunferencia casi 10 leguas. A todo aquel sitio alto llaman alcores, palabra árabe, que (según nos dizen) significa tierra arenosa, y dura; porque toda ella lo es”.

Pero la palabra Alcor también la encontramos en otras zonas de la geografía nacional, es el caso de Villalba del Alcor, en la provincia de Huelva. En el Aljarafe encontramos a la actual Valencina de la Concepción ( Valencina del Alcor hasta 1948). 

Lo que nos puede resultar más insólito es la existencia, en la provincia de Palencia, en Tierra de Campos de la existencia de pueblos con nombres que nos pueden resultar un tanto peculiares: Valoria del Alcor, Santa Cecilia del Alcor o Paradilla de Alcor. 

Lo que, a buen seguro, mucha gente no conoce, es la existencia de una estrella que lleva el nombre de nuestra tierra: Alcor, mencionada en las tablas Alfonsíes allá por el siglo XIII. Pero… ¿Dónde está esa estrella? 

Salgamos a la calle una noche despejada de luna nueva y busquemos la Osa Mayor, un conjunto de estrellas que podemos divisar desde cualquier punto del Hemisferio Norte, dada su proximidad a la estrella Polar. Esta constelación, por su forma, parece un carro o un cazo formado por siete estrellas. Nos interesa el mango del cazo, y en concreto la estrella central del mismo, la que forma el ángulo. En este punto encontramos, a primera vista, a nuestra estrella, pero en realidad son dos, Mizar y Alcor, formando lo que se conoce como una estrella doble o binaria.  Lo cierto es que Alcor es menos brillante y más pequeña que Mizar que se encuentra a sesenta años luz de la Tierra, frente a los ochenta años luz de Alcor. Al ser menos brillante, y por lo tanto menos perceptible, los árabes la conocían también como “la olvidada” o “la perdida” y los griegos la identificaban con la pléyade perdida.


Pero además de los distintos nombres, estas dos estrellas, a lo largo de la historia han dado origen a historias y leyendas. Para los árabes, las cuatro estrellas del cuerpo de la Osa Mayor forman un féretro que contiene el cadáver de Al Na´ash, asesinado por Al Jadi (la estrella Polar). El ataúd es seguido por los tres hijos del asesinado, siendo el segundo Mizar que lleva en sus brazos a un niño llamado Alcor.

Los egipcios, al igual que los árabes utilizaban a Mizar y a Alcor para ver la agudeza visual que tenía una persona que aspiraba a ser arquero, de tal manera que si era capaz de distinguir ambas estrellas, se consideraba que su visión era ideal; de lo contrario, si apreciaba una única estrella se consideraba que esa persona no era apta para este oficio de precisión. Por eso, nuestras estrellas eran conocidas como el caballo (Mizar) y el jinete (Alcor). 

El nombre de la estrella también lo encontramos dentro de los proverbios del mundo musulmán al referirse a aquellas personas que ven los defectos ajenos y no son capaces de ver los propios: “Hay quienes que pueden ver Alcor, pero no la luna llena”. 

Para la mitología japonesa, Alcor es la estrella de la esperanza, de la vida, porque se creía que el que era capaz de diferenciarla de Mizar, viviría un año más; por el contrario, si el que la miraba no era capaz de diferenciarla, su vida terminaría ese mismo año.


La mitología escandinava tiene una historia para nuestra estrella. Así Thor, en una batalla mordió uno de los dedos gordos del pie de Orwandel y lo lanzó hacia el cielo del norte, cayendo encima de uno de sus caballos (Nizar), por lo que el dedo se convirtió en el jinete. Otra versión de esta historia es que a Orwandel, al cruzar el río, se le congeló el dedo gordo y se le partió, por lo que Thor lo lanzó al cielo y cayó encima de Nizar.

La mitología hindú hace referencia a ellas en una historia en la que las siete estrellas de la Osa Mayor representan a los siete sabios que estaban casados con siete hermanas de las Pléyades, hermanas que fueron infieles a sus esposos, a excepción de Arundhiti (Alcor) que fue fiel a su esposo, Vashishta (Mizar). Por eso en la mitología hindú estas estrellas simbolizan la fidelidad en la pareja o en el matrimonio.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

sábado, 28 de enero de 2023

  • 28.1.23
Las primeras referencias que tenemos en nuestro pueblo de la plaza de “abaxo” la encontramos en las Ordenanzas Municipales, concretamente en el siglo XVII. En un principio, se trataba de un espacio de no mucha amplitud que va a cobrar protagonismo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII cuando el Concejo de la Villa (Ayuntamiento) decide trasladar a dicho lugar el Pósito (almacén de trigo).

Plano de la plaza. El rectángulo señala una futura ampliación que no se llevó a cabo.

La plaza no era más que un ensanche junto al profundo barranco de las Almenillas. Decimos profundo porque en la entrada de lo que hoy es la calle San Pedro Nolasco, la cota máxima era de ocho metros por debajo del nivel de la calle. Para proteger a los viandantes el Ayuntamiento colocó una pared rematada en almenas, de ahí el nombre de Almenillas. Con el tiempo, esta pared, que resultaba un tanto indecorosa fue sustituida por una reja que permaneció hasta que el barranco fue colmatado y se construyó el colegio Gil López. 

El espacio no será urbanísticamente una plaza que se diferencia de la calle hasta bien entrado el siglo XIX, pues previamente se tuvieron que llevar a cabo obras para controlar la erosión que ocasionaba el arroyo. Esta es la causa por la que Pascual Madoz nos hable a mediados del XIX de una única plaza, la del Concejo, hoy bautizada como Sacristán Guerrero.

Así en este espacio capaz para la entrada y carga y descarga de los carros cargados de grano, se construyó un nuevo Pósito, más capaz que el existente, en la plaza del Concejo que, además de ser pequeño, amenazaba ruina. Junto al Pósito se construyó un pequeño edificio que sirvió de Ayuntamiento durante muchos años.

En este espacio no encontramos ningún elemento de carácter simbólico: una cruz, un pilar conmemorativo, una estatua, o cualquier otro elemento que dignificara el espacio hasta bien entrado los años cincuenta del siglo XX, momento en el que se coloca la estatua sobre alto pedestal del Sagrado Corazón de Jesús.

En los aledaños de la plaza estaba la carnicería, propiedad del convento de monjas de Santa Clara de Carmona y la posada, un edificio de 454 metros cuadrados construido sobre un solar algo irregular. Por la escritura sabemos que el edificio estaba compuesto por: el portal, cuatro salas, doblado, escalera, corral, pozo, pila y cuadra. El edificio, que era propiedad del Señorío, fue vendida a Don José García de Tejada por  20.000 reales en 1872. En 1881, como consecuencia del derribo de parte del edificio, la plaza fue ampliada.

Como podemos observar, es a partir de la segunda mitad del siglo el espacio va sufriendo un proceso de urbanización y va adquiriendo cada vez un mayor carácter simbólico, tal y como ocurrió con la construcción en 1846 la torre y la posterior instalación del reloj. Esta importancia simbólica la podemos apreciar en la colocación de la placa conmemorativa que podemos encontrar en la parte baja de la torre, concretamente en la entrada de la calle Real.

El carácter simbólico, que cobra cada vez más importancia, se manifiesta también en el nombre que se le da al espacio, pues de plaza de “abajo”, que es su nombre popular durante muchos años, pasó a denominarse como plaza de la Constitución y a raíz del asesinato de Cánovas, el 8 de agosto de 1897, la corporación tomó la determinación de nombrarla como plaza de Cánovas.

El Ayuntamiento en los años 60 del pasado siglo.

Entrados ya en el siglo XX, en plena dictadura de Primo de Rivera (1924), la plaza vuelve a renovarse a raíz de su ampliación al incorporar lo que quedaba de posada, que fue cedida al Ayuntamiento por su propietario. Un año después recibirá el nombre de plaza de Primo de Rivera. En 1927 es cuando la plaza, propiamente dicha, se diferencia de la calle, adquiriendo personalidad propia. Es lo que se denomina como plaza- salón siendo su finalidad la de  “hermosear la ciudad  y de crear ambientes gratos y dignos”.

En una visión parcial del plano de la localidad (1896) podemos apreciar la plaza a nuestra derecha, con la particularidad que entre ésta y el barranco se aprecian viviendas.

 
En una visión parcial del plano de la localidad (1896) podemos apreciar la plaza a nuestra derecha, con la particularidad que entre ésta y el barranco se aprecian viviendas.

 En 1944 se produce su verdadera remodelación: una plaza totalmente diferenciada de la calle en la que destacaban  árboles y  bancos de ladrillo con respaldo de hierro ,y sobre todo la grandiosa escalera que permitía acceder a una nueva zona el barranco o cauce del arroyo de las Almenillas, que por estas fechas es entubado. Esto permite la colmatación de su lecho y su posterior aprovechamiento, pues se construye un colegio público en un lugar bastante céntrico. 

En torno a los años cincuenta ronda la idea de colocar un monumento al Sagrado Corazón de Jesús, petición que formula el Cura Párroco con la idea de ubicarlo en el solar que ocupó en tiempos la casa número 14 de la calle Real (donde estaba correos, esquina con  Pintor Juan Roldán). No obstante el proyecto parece quedar aparcado hasta mayo de 1957, fecha en la que  el Ayuntamiento faculta Alcalde para que  pague las obras de  instalación  del monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo esto se dilató en el tiempo, pues tres años después, un vecino que representa a una comisión, propone  al Ayuntamiento el adecentamiento de la referida plaza  de José Antonio porque la comisión había  llegado al acuerdo de levantar en ella el referido monumento. El Ayuntamiento  autoriza la erección del monumento y el adecentamiento del lugar  que en los años noventa será completamente remodelado adquiriendo un aspecto que nada tiene que ver con el entorno, porque se construye una plaza a base de mármol blanco y azulejos de color azul que dan al lugar el aspecto de cuarto de baño. Con posterioridad la plaza ha sido remozada en un par de ocasiones con un criterio más acorde con el lugar en el que se ubica, pero ha perdido el encanto que tenía antes de su remodelación en los noventa. 

Por lo que respecta al Ayuntamiento, actualmente convertido en Archivo Histórico tras su restauración-remodelación, fue construido en el solar del viejo Pósito e inaugurado en el año 1939, coincidiendo con el fin de la guerra. Es en este contexto de triunfalismo  donde tenemos que contextualizar el edificio proyectado por el perito municipal Peláez, que supo dotar al edificio, que no tiene valor artístico, de cierta grandiosidad. Lo que si se le agradece a Peláez es su capacidad para incorporar al nuevo edificio la vieja torre.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLOJos

sábado, 24 de diciembre de 2022

  • 24.12.22

Los molinos de aceite o almazaras formaron parte importante del paisaje urbano de pueblos y ciudades hasta tiempos relativamente recientes, más si tenemos en cuenta que, junto a la vid y al cereal, el olivo fue un elemento esencial en el desarrollo de las comunidades urbanas del Mediterráneo. Estos molinos, con la llegada de la industrialización, desaparecieron prácticamente del entorno urbano y quedaron relegados al entorno rural, a las haciendas de olivar.

Según el Catastro de Ensenada (1751) había en nuestro pueblo dos molinos aceiteros cuyos propietarios eran eclesiásticos, lo que nos puede hacer una idea de la importancia que tenía ser propietario o beneficiario de este tipo de industria, al igual que ocurría, por ejemplo, con los molinos harineros. Estos dos molinos eran el conocido como “de los frailes” y el de la capellanía que fundó D. Toribio de León.

En 1761 había un tercer molino propiedad de Alonso Jiménez Tamariz, rico propietario de la localidad.

El denominado “molino de los frailes” era propiedad del Señor de la Villa desde una época imprecisa, muy posiblemente desde el siglo XV. En el año 1643, Fernando Miguel Arias de Saavedra concertó su venta con los frailes mercedarios descalzos de la villa. A este respecto hay que decir que la venta fue posible porque el molino estaba fuera del mayorazgo y, por lo tanto, era un bien libre y no vinculado. La venta se estableció en 20.000 reales, siendo el rédito anual de 1.000 reales. Sin embargo, El 22 de mayo de 1658 don Luis de Saavedra otorgó poder a Juan de Ozaeta para que concertara el rédito del molino en 500 reales anuales y la celebración de cien misas rezadas y seis cantadas. El tributo se redujo a 300 reales en el siglo XVIII.

El molino estaba situado a la salida de la calle Real, lindando con el camino que de la villa salía para Sevilla (y con el que se dirigía  a la ciudad de Carmona).

 

               Dibujo que representa el molino de los frailes (plano de El Viso de mediados del XVIII)

El molino estaba compuesto por dos edificios, uno para la piedra, que era donde se molía la aceituna gracias a la tracción animal, de ahí que estemos hablando de un molino de sangre; en el otro estaba la viga que servía para ejercer la máxima presión sobre los capachos colocados uno encima del otro, de esta manera se obtenía el aceite por prensado que pasaba al proceso de decantación por el que se separaba el aceite del alpechín.

Como contrapeso a la presión que ejercía la viga tenemos que destacar el principal elemento de estos molinos: la torre que, aunque hueca en la parte de abajo, era maciza en la parte superior al servir de contrapeso. Como elementos secundarios tenemos que hacer mención a la caldera y al almacén con grandes tinajas de barro enterradas en el suelo.

Sin duda alguna estamos ante lo que podemos denominar como una de las joyas de las propiedades del convento, que poseía además unas 20 aranzadas de olivar repartidas en pequeñas parcelas, tanto en el término de El Viso, Mairena o Carmona. Esto va a permitir, junto a los estipendios por misas y otro tipo de donaciones, vivir a los frailes con cierta comodidad, por lo menos hasta bien entrado el siglo XVIII.

En 1791 un vecino solicitó un solar justo al lado del molino y los frailes ejercieron toda su influencia hasta que consiguieron que la concesión fuese revocada al argumentar que por el solar pasaba tanto el desagüe como el alpechín de este. Esto hizo que el solar fuese concedido a los mercedarios, quedando los mismos con la obligación de pagar al Señorío los tres reales que el mismo exigía, cada vez que se hacía la concesión de un solar a un vecino. No sabemos hasta cuando estuvo en funcionamiento el molino, ni los avatares que corrió desde el último tercio del siglo XVIII. No volvemos a encontrar referencias sobre el mismo hasta el año 1942, fecha en la que se ponen en funcionamiento en la villa cuatro almazaras, estando una de ellas situada en la calle Feria nº 2. El viejo molino de los frailes también conocido como del marqués fue derribado por completo en el año 1988.

En cuanto al molino de la capellanía que fundó Don Toribio de León, lo gozaba a mediados del XVIII don Francisco Mellado, presbítero de Mairena. Estaba situado en la calle Cantarranas, o mejor dicho entre esta calle que es la actual calle Tren y la calle Alpechín, muy posiblemente en la que hoy es casa nº 15 de la calle Tío Pinto. El molino estaba compuesto “de una viga, la cuadra de ella, la de la piedra y doce trojes para la aceituna “. En esta misma calle han aparecido recientemente restos de una edificación que muy bien pudieran ser restos de un molino que cronológicamente podemos situar a fines del siglo XV. Este molino facilitaba cierta cantidad de dinero al eclesiástico que quedaba obligado a cumplir con lo que el testador había dispuesto en sus últimas voluntades.

Por lo que respecta al molino de Juan Jiménez Tamariz, hay que decir que estaba construido en la huerta que fue propiedad de Juan de Ozaeta Gobernador y Alcaide de la villa en la segunda mitad del siglo XVII. Estaba situada “a la salida de esta villa junto al molino de aceite (de los frailes) y a la entrada del camino de Sevilla”. Dicha huerta la vendió Juan de Ozaeta en 1675 a José Ruíz y a Antonio Jiménez. Se trataba de una huerta de “arbolado y solería, con su pozo, noria y con su rueda corriente, casa de teja y todo lo demás que de los vallados adentro le pertenece a la salida de la calle Real de esta villa por bajo del molino de aceite del convento del Corpus Christi de ella. Linde por el lado derecho con el camino que sale para la ciudad de Sevilla y con los olivares de dicho convento y otros linderos”.


Plano de El Viso donde se señala el lugar donde estuvieron los molinos de Juan Jiménez Tamariz y el de los frailes, en la calle del Molino (después de la Feria).


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO




sábado, 3 de diciembre de 2022

  • 3.12.22
La cordillera de los Alcores, en la Baja Edad Media, jugó un papel fundamental en la defensa de Sevilla, concretamente en su flanco sur, en lo que se conoció como “banda morisca”. Este hecho provocó la construcción, reconstrucción y remozamiento de viejos castillos y en otros casos, torres de intercomunicación y defensa del territorio, es el caso de la de Gandul, la conocida como de los Navarros (posiblemente en lo que actualmente se conoce como urbanización el Torreón), la de la Santa, la de Mairena (el castillo es posterior), las de El Viso, la del Moscoso, la de Alcaudete…


Centrándonos en el caso de nuestro pueblo, las primeras referencias que tenemos sobre las torres o “castillos” de El Viso las encontramos en el privilegio rodado que concede Enrique II a la viuda de don Gonzalo Mexia en 1371. 

Otra referencia la encontramos cuando Juan Arias de Saavedra, en 1441, recibió el lugar de El Viso.  
Volvemos a encontrar la misma referencia en las cláusulas del mayorazgo establecidas, en el año 1456, por Juan Arias de Saavedra y Juana de Avellaneda (primeros señores de la localidad), sobre “el lugar de el Viso con sus términos, dineros, tributos, rentas, castillos, vasallos...”; otras veces, en el mismo documento encontramos “casa y castillo de dicho lugar del Viso”. 

En las Ordenanzas Municipales de 1564 también encontramos algunas referencias a lo que se denomina indistintamente como torre o castillo, tal y como nos aparece en la ampliación o modificación que se hace de las mismas y que fueron pregonadas “ante las puertas de las casas del castillo del ilustrísimo señor Conde”.

La primera torre de la que tenemos constancia es la que se denominó como “casita de Montero o de Mortero”, que el profesor Peláez del Espino calificó como uno de los escasos vestigios de una de las torres de El Viso. “Estaba construida con la técnica de “tapial” y realizada en base a un “mortero” de una especie de “cal hidráulica” mezclada con pequeños trozos de piedra alcoreña y minúsculos “guijarros”. Según Peláez hubo otras tres torres más en los aledaños de lo que después fue casa- palacio: dos  en la parta trasera, una de ellas junto al convento y que sirvió a los Señores y a su séquito para escuchar misa y no tener que bajar al convento. Estas dos torres con cierta separación pudieron servir de entrada en época medieval a un pequeño recinto fortificado que no llegó a tener el carácter de castillo. Una tercera pudo existir en lo que hoy es propiamente la iglesia conventual, en el espacio intermedio entre la iglesia y la sacristía, lugar que limita con el patio o claustro de la casa conventual. 

Otra torre de la que se tiene constancia es la que pudo existir en lo que hoy es capilla del Cristo del Amor, en la iglesia parroquial. Lo cierto es que hasta bien entrado el siglo XX únicamente teníamos referencias documentales muy parciales sobre la existencia de estas torres. Fue en 1989, cuando al vaciar el solar del viejo palacio para construir el actual Ayuntamiento aparecieron restos materiales de estas dos torres a las que se ha hecho alusión anteriormente, restos que fueron destruidos impunemente y arrojados a la escombrera.

 
El palacio en los años cuarenta del pasado siglo.

A lo largo del siglo XVI, tras quedar en desuso estas construcciones fortificadas, muchas de ellas desmochadas por orden de los Reyes Católicos, va a surgir en el caso de nuestro pueblo una construcción que va a perder su carácter defensivo y va a adquirir un carácter más simbólico, el del poder del Señor de la Villa, pues se habla de Palacio o casas principales, que es lo mismo que hablar de casa- palacio, tal y como lo refiere Fray Pedro de San Cecilio, al hablar de la construcción del convento de Mercedarios Descalzos de El Viso que se debía  “labrar, y edificar junto, y apegado a las casas principales”. En el mismo contexto nos dice que “no se hallan allí (en El Viso) ruinas de edificios antiguos ni otros vestigios (fuera de una torre con quién está incorporado el Palacio de los Condes…)”. 
El nuevo caserío tuvo su fachada principal en la que hoy es calle Conde del Castellar (Plaza del lavadero). No tenemos constancia documental de cómo era el referido edificio, únicamente contamos con una breve referencia de comienzos del siglo XVII por el que sabemos que tenía planta baja y planta alta, poco más.

La gran remodelación, el gran cambio que sufrió el edificio y que le dio el aspecto que tuvo prácticamente hasta que fue destruido lo adquirió en la segunda mitad del siglo XVIII. Conocemos estos cambios gracias a un plano o croquis del año 1751.


El rincón del convento surgió tras la ampliación del palacio en la segunda mitad del XVIII. La nueva construcción hizo que perdiera su carácter romántico.
     


Plano o croquis del palacio del año 1751. En el mismo se han recreado las dos torres del “castillo”. La línea roja señala la ampliación que se llevó a cabo en el edificio en el XVIII.

A mediados de siglo XIX, en 1859, el edificio fue “saqueado”, por lo que el marqués instó al Ayuntamiento para que se devolviesen los enseres sustraídos, es el caso de ventanas y balcones, por lo que podemos hacernos una idea del grado de deterioro al que llegó el edificio.     

                              
Foto en la que aparece el solar en donde estuvo la casa-palacio de los Condes del Castellar.

Con la llegada del siglo XX cambia la situación del edificio que debió cerrarse, tal vez para que el que fuera Señor natural de la villa no apareciera como vecino de esta y pagar la pertinente contribución por tal hecho. Ante esta situación, en 1914 se  establece en la Casa-Palacio una comunidad religiosa (en el padrón de 1924 aparecen 33 monjas  Trinitarias) que se marcha en 1926. Dos años más tarde el Ayuntamiento decide comprar el antiguo convento de monjas para transformarlo en escuela, pero esto no fue posible, por lo que, en 1930, dado el estado ruinoso de la escuela de niños de la calle Vega, el Ayuntamiento consigue la cesión temporal de parte del edificio para convertirlo en escuela, siendo el interlocutor entre el Ayuntamiento y el Duque de Tarifa el cura párroco don Primitivo Tarancón Gallo.


 
                Fachada principal del Consistorio, según el primitivo proyecto.

En julio de 1931 el Duque de Tarifa cedió uno de los salones del palacio para depósito de grano que debía de repartirse entre los campesinos más modestos. Es en los años finales de la República, cuando el Ayuntamiento consigue la cesión temporal del edificio para alojar a las familias que se habían visto  afectadas por las lluvias producidas en marzo de 1936, pero la agrupación socialista ocupa el edificio y lo declara Casa del pueblo, desoyendo las órdenes dadas por el Gobierno Municipal. 



Fachada principal del Consistorio, tras el proyecto definitivo, que fue el que se construyó.

Tras el estallido de la guerra, el edificio sirvió de cárcel, tal y como consta en una placa situada en el interior del actual Ayuntamiento.
En 1956 el palacio pasa a manos de la iglesia y se habilita en el mismo un colegio regentado por las madres Teatinas que se marchan en 1960. Tras pasar diversas vicisitudes, a finales de los años 70, el edificio fue derribado y es cuando aparecieron los restos de las torres anteriormente mencionadas. 
Tras muchas vicisitudes, el 12 de marzo de 2007 el Presidente de la Junta de Andalucía, inauguró el nuevo Ayuntamiento en el solar del que fue palacio de los Condes del Castellar.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO



sábado, 22 de octubre de 2022

  • 22.10.22

Sin duda alguna, uno de los espacios más vinculados a nuestro pueblo, es la zona de Alcaudete, en Carmona. El vocablo Alcaudete deriva del topónimo árabe “Alcaodat”, que a su vez es una adaptación del vocablo latino “caput aquae”, que podemos traducir como “manantial, fuente, inicio de río o arroyo”.


A lo largo de su dilatada historia el topónimo se ha vinculado a un cortijo, a un arroyo, a un enorme túmulo, a unos pilares, a una torre o castillo, a una ermita, a unos molinos, a una vereda y en tiempos modernos a una romería.

Las primeras referencias sobre el Alcaudete las encontramos en el repartimiento de Carmona, en el año 1247, momento en el que el rey Fernando III lo donó a su esposa, doña Juana de Pontis. En el documento se especifica que la donación es de treinta yugadas de tierra calma. Estamos sin duda alguna ante una propiedad de grandes dimensiones, lo que podríamos llamar como un latifundio de unas  900 hectáreas. Por documentos posteriores sabemos que la finca tenía además una huerta que servía de sustento para la gente que vivía en lo que después fue el cortijo.  Parte de la producción de la huerta se vendía en el mercado de nuestro pueblo que, hasta 1907, estuvo en la que actualmente conocemos como plaza del Sacristán Guerrero y que en el siglo XVI era conocida como plaza de Arriba.

Alcaudete le debe a Bonsor , el famoso arqueólogo anglofrancés,  su presencia en los foros internacionales gracias al magnífico túmulo de la Motilla o de Alcaudete. A este respecto hay que decir que en 1885, junto a un grupo de personas que formaban la Asociación Arqueológica de Carmona, visitó lo que entonces era conocido como puerto de Alcaudete. La visita propició la publicación, en la primera memoria de la institución carmonense (1887), de un artículo  titulado El túmulo de Alcaudete. En el mismo encontramos, por primera vez un dibujo y descripción del gigantesco túmulo.

Pero Bonsor, además del túmulo, que eclipsa todo lo demás, se encontró con una torre o castillo, pues de las dos maneras se menciona.

La torre, al igual que otras muchas de la zona, fue construida en un momento concreto con una función muy determinada, de ahí que al dejar de tener funcionalidad, fueron abandonadas. Se trata de un grupo de torres con una función, más que defensiva, preventiva, de aviso ante posibles ataques; por otra parte, en determinados momentos pudieron dar cobijo a un pequeño grupo humano en caso de peligro,

En este sentido tenemos que contextualizarla en plena reconquista, cuando la zona de los Alcores pertenecía a lo que se llamó la Banda Morisca, que no era otra que una tierra de frontera con el reino nazarita. En esta zona de frontera, los Alcores jugarán  un papel estratégico de gran importancia dado su carácter de “puerta de Sevilla”, de ahí que podamos hablar de un sistema defensivo perfectamente articulado desde Carmona a  Alcalá de Guadaíra, dos grandes fortalezas que aparecen interconectadas por un rosario de torres, es el caso, por ejemplo, de la conocida como “de los Navarros”, muy posiblemente situada en lo que hoy conocemos como el Torreón, entre Alcalá y Mairena; la torre de Mairena, donde después se construyó el castillo; la torre o torres de El Viso; la del Moscoso (cuyos restos se mencionan en el siglo XVIII) y la del Alcaudete, calificada por Bonsor como  un castillo o atalaya en estado de ruina.

El propio arqueólogo nos dice que la parte inferior de la misma era de sillería (piedra) y el resto de tapial, siendo su planta rectangular, de unos seis metros de lado y una altura de unos quince metros, de ahí que especule con la posibilidad de que en otros tiempos la misma pudiera estar estructura en tres plantas.

Fragmento del mapa topográfico nacional de 1918.

Según testimonios orales la construcción estaba a la altura del último molino, según se baja por la vereda hacia la Vega, concretamente, al otro lado del camino. Aunque el referido castillo o torre ha desparecido, hemos de decir que junto al camino se podían ver alineaciones de sillares.

No podemos pasar por alto que esta zona es rica y ha sido habitada desde tiempos muy antiguos gracias a la abundancia de agua que podemos encontrar en la misma, de ahí que no podamos olvidar el rico acuífero que la sustenta ni el aprovechamiento que se hacía del agua. En este sentido Bonsor nos habla de cuatro molinos harineros cuyas piedras de moler o muelas, eran movidas por la fuerza de las aguas que al mismo tiempo servían para saciar la sed de los animales en el abrevadero o regar la huerta, que en el siglo XIX aparece poblada de naranjos, cultivo que introdujo, de forma intensiva en la zona, el duque de Montpensier, cuñado de Isabel II. Esto nos sirve para tener una idea del aprovechamiento que se hacía del agua en una zona que destaca precisamente por su gran 
escasez.

El pilar, hoy seco, nos muestra al fondo el molino de San Antonio.



JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO


sábado, 24 de septiembre de 2022

  • 24.9.22

A finales de los años 20 del pasado siglo, nuestro pueblo experimenta ciertas mejoras de carácter urbanístico, es el caso, por ejemplo, de la desaparición del paseo que había en la entrada de la calle Real que fue convertido en calle porque “asfixiaba” el discurrir de los escasos vehículos, en concreto unos veinte pertenecientes a las personas más pudientes, es el caso de Carmen Jiménez Jiménez que  poseía un Hispano Suiza y un Fiat, todo un lujo para aquellos tiempos.

En estos mismos años asistimos a la aparición del primer surtidor de gasolina que se ubica en la entonces carretera Madrid- Cádiz, concretamente en la esquina entre plaza de la  Recovera y Corredera. Sin duda alguna hoy sería impensable ubicar este tipo de estructura en dicho lugar, pero tenemos que pensar que entonces era prácticamente el final del pueblo.

En estos años, que coinciden con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), el Ayuntamiento solicitó y le fue concedido un préstamo por parte del Banco de Crédito Local de 300.000 pesetas que serían pagadas durante cincuenta años. Este dinero fue destinado a la mejora y modernización del mercado de abastos (1907), la construcción de un grupo escolar (que no se construyó) , obras para instalar y adecentar el que entonces era el Ayuntamiento, un edificio muy pequeño y antiguo y algunas otras obras de consideración.

Asistimos además al ensanche de algunas calles, es el caso de la conocida entonces como Regina y en la actualidad Cervantes, por lo que el Consistorio compra una casa para darle el ancho que  tiene en la actualidad. De esta manera daba salida a las aguas pluviales que desde la Corredera bajaban buscando el arroyo de la entonces calle Nueva.

En esta misma línea compró una casa en la calle Rosario para comunicarla con el callejón del Calvario (Jesús Nazareno). Sin duda alguna esta comunicación era crucial, pues no podemos olvidar que el matadero municipal estaba junto al Calvario, y que en aquellos años, muy posiblemente el itinerario de Semana Santa experimentara un cambio.

Y como es lógico, son años en los que la política, desde mediados del XIX, lleva a cabo modificaciones en el nomenclátor de calles y plazas, por lo que no es de extrañar que la que hasta entonces recibía el nombre de plaza de Cánovas, pasase a llamarse plaza de Primo de Rivera.

En estos años de cierta euforia que terminará con la que se ha calificado como “Gran Depresión” se nombra a los primeros hijos adoptivos de la localidad (por lo menos de los que se tiene constancia), es el caso del diputado provincial D. Carlos Delgado Brackembury y a D. Pedro Gutiérrez Calderón, Alcalde de Alcalá de Guadaíra. Dicho nombramiento estuvo motivado por su contribución al nombramiento de nuestro Ayuntamiento con el calificativo de Excelentísimo, por ello se rotuló la calle Real con el nombre de Alfonso XIII, en agradecimiento al rey.

Pero uno de los grandes cambios que intentó llevar a cabo el Ayuntamiento, tal vez por influencia de las nuevas tendencias urbanísticas, es la creación en la continuación de la Corredera y hasta la raya del término de una gran avenida con viviendas ajardinadas en su fachada, de esta manera se configuraría una hermosa avenida con lo que entonces se denominaba como “ciudad jardín” y de la que quedan algunos restos.

En esta arteria principal, en los años cuarenta, se construyó el cine que llevó el nombre de “Cine Jardín”, precisamente porque delante del mismo había una zona ajardinada y que ha desaparecido al construirse un bloque de viviendas, el edificio Jardín, donde había una gran palmera que fue trasplantada en la mejor época para una planta tropical, en enero.

Sin duda alguna, fue un intento dignificar la entrada de nuestro pueblo, pero la especulación urbanística y la desidia de las autoridades municipales lo han impedido. Esperemos que las escasas viviendas ajardinadas que han perdurado lo hagan para siempre y no sean fagocitadas por la brutal especulación urbanística que todo lo puede.

Esta avenida no  era más que la prolongación de la Corredera o, mejor dicho, de la entonces conocida como Avenida de Queipo de Llano, de ahí que en febrero de 1953, se lea en el pleno municipal celebrado el día 23, una comunicación de la Marquesa de Villapanés en la que proponía que el pueblo se consagrase al Sagrado Corazón de Jesús y se rotulase con el nombre de Cristo Rey. Ante la petición, el Ayuntamiento decide rotular la prolongación de la Avenida Queipo de Llano con el nombre de Avenida de Cristo Rey. Años después, la primera corporación municipal surgida de las primeras elecciones municipales tras la dictadura, la rotula como  “Avenida de la República de Nicaragua”, para ser bautizada en septiembre de 2022 como “Avenida del 12 septiembre”.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO

sábado, 27 de agosto de 2022

  • 27.8.22

Cuando el mes de agosto va dando paso al mes de septiembre, El Viso se va transformando, poco a poco, para celebrar sus fiestas patronales en honor a Santa María del Alcor Coronada, patrona canónica de la villa.

Tarjeta de visita de Manuel Cerquera

El autor de la imagen, Manuel Cerquera Becerra, nació en la alcalareña calle  Rosario número 3, el día 20 de abril del año 1905. Hijo y nieto de alcalareños, sus padres fueron Antonio Cerquera Muñoz y Dolores Becerra Fernández. A temprana edad, Manuel se trasladó junto a sus padres y hermanos a Sevilla, posiblemente buscando mejores condiciones de vida.

Perteneciente a una familia de panaderos y carpinteros, pronto se vislumbró en el joven sus dotes artísticas en la talla de la madera, por lo que sus padres lo colocaron como aprendiz en el taller del escultor cacereño Enrique Pérez Comendador, hasta llegar a convertirse en un discípulo aventajado. 

Cuando terminó su proceso de aprendizaje abrió su propio taller en la calle Muro de los Navarros, 27, donde creará una gran cantidad de obras. Estamos ante un imaginero que conocía las viejas técnicas, por lo que además de tallar  las imágenes las doraba y estofaba, completando de esta manera todo el proceso creativo de la obra.

Los encargos que recibía le permitieron cierta independencia económica, circunstancia que le permitió casarse con Ángeles González de la Llera, un año más joven que el maestro y fallecida en 1992; de esta unión nacieron Manuel, Ángeles, Dolores, Miguel Ángel, Antonio e Isabel. El matrimonio se instaló en el número uno de la calle Ardilla,  junto a la  Cava de los Gitanos, en el señero barrio de Triana.

Panorámica del taller de Cerquera

Entre sus aficiones tenemos que destacar la música, afición que posiblemente le transmitió su tío Antonio, canónigo de la catedral y párroco de la Rinconada. Estas dotes musicales le posibilitaron estudiar piano en el conservatorio de Sevilla y, tocar el órgano en la catedral de Sevilla.

También era un gran pintor, de ahí que, en su estudio pintase cuadros para familiares y amigos, especializándose en bodegones y floreros. Tampoco la ebanistería tenía secretos para él, por lo que construyó elegantes muebles de caoba. Pero su gran pasión era el  fútbol, deporte que practicaba con frecuencia.

Cerquera fue un imaginero y tallista muy activo entre los años 30 y 60 del pasado siglo. El maestro bebió de las fuentes de la imaginería sevillana, inspirándose en obras del tardo renacimiento y del incipiente barroco andaluz.

Manuel Cerquera Becerra falleciendo el día 6 de diciembre de 1971, a los 66 años de edad, celebrándose el sepelio en la Iglesia de Santa Ana, y siendo enterrado en el Cementerio de San Fernando.

Entre su prolija producción podemos hacer referencia a:

-        Cristo de la Salvación, titular de la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura de Sevilla (1936).

-        Santísima Virgen de la Soledad de Mairena del Alcor (1938).

-        Nuestro Padre Jesús Nazareno, María Santísima de la Soledad y Cristo Yacente de Fernán Núñez  (Córdoba) También realiza los Pasos  de estilo Barroco (1943).

-        La Cruz de Jesús Nazareno, El Sagrado Corazón de Jesús (1959), La Virgen del Rosario y el diseño del Arco del Postigo, todos ellos en la ciudad gaditana de Rota (Cádiz).

-        Restauración de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Olivares y el Cristo de la Buena Muerte de Ayamonte (Huelva)

-        Cristo de la Vera Cruz y Cristo Yacente (1948) de Villalba del Alcor (Huelva)

-        El Paso de Cristo de la Hermandad de la Vera Cruz de Dos Hermanas.

-        Retablo Mayor de la Parroquia de Jabugo (1959-1960)

Obsérvese el gran parecido entre Santa María del Alcor y San José con el Niño.

 

- Santa María del Alcor (1939)

Imagen de talla completa, a tamaño natural, en madera de Flandes, dorada en oro fino, policromada, y en actitud sedente con el Niño Jesús en su falda en el lado izquierdo, siendo su coste de 2.850 pesetas. La nueva imagen fue costeada por el Ayuntamiento de El Viso, al igual que el trono, a petición de la Junta Reconstructora de la Parroquia.

Extracto del acta (1 de julio de 1939) donde, a propuesta del Alcalde, se nombra a Santa María del Alcor Alcaldesa Honoraria de la villa.

La imagen fue traída de incógnito a El Viso a la antigua fábrica de luz, siendo colocada en unas andas para su traslado a la Parroquia. El sábado 26 de agosto de 1939, a las seis de la tarde, fue bendecida y, acto seguido, fue llevada en una multitudinaria procesión por las calles de nuestro pueblo. 


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO


sábado, 18 de junio de 2022

  • 18.6.22

Desparramado por las laderas de la Tablada, como manto de fino armiño y ocupando una superficie de unos 350.000 metros cuadrados se extiendo un espacio natural, que ha de convertirse en un futuro no muy lejano, en el pulmón verde de El Viso; me refiero al parque de la Muela.



Estos terrenos formaban parte de las denominadas tierras del Concejo, una propiedad del Ayuntamiento que se utilizaba para que los bueyes y yeguas pudieran abrevar y comer durante todo el año. A principios del siglo XVII la propiedad pasó a manos del Señor de El Viso, el conde del Castellar, en este caso Gaspar Juan Arias de Saavedra que se adueñó del espacio y a cambio pagó una suculenta deuda que había contraído el Ayuntamiento.


Plano del parque de la Muela. Fuente: Guía botánica del parque de la Muela


Plano del parque de la Muela. Fuente: Guía botánica del parque de la Muela


Estos terrenos, que formaban parte de la denominada Vegueta, en el siglo XIX fueron vendidos a particulares, quedando bajo la propiedad del Ayuntamiento los situados en los aledaños de la fuente y arroyo. Es en esta misma centuria, concretamente en el reinado de Isabel II cuando la fuente y su entorno se remodelan, por lo que su aspecto pudo perdurar, con algunas modificaciones hasta los años 80 del pasado siglo (1983) con la llegada del primer Ayuntamiento  asistimos al primer intento de poner en valor estos terrenos y aparece el primer concepto de parque periurbano. En los primeros años de la presente centuria, se realizan campañas municipales que tienen como objetivo la sensibilización medioambiental y se puso en marcha través del programa educativo “Vamos al parque de la Muela” distintas campañas de plantación de árboles autóctonos.


En el año 2010 surge un conflicto entre el gobierno local y la Consejería de Vivienda y Ordenación del Territorio como consecuencia de la financiación de un proyecto encaminado a mejorar el parque; por motivos varios, dicha iniciativa no pudo llevarse a cabo. Once años después, en mayo de 2021 el Ayuntamiento encarga un proyecto de actuación en el parque y un  año después el mismo está sufriendo un proceso de remodelación que ha permitido, entre otras cosas, desenterrar los viejos lavaderos de la

Muela.


Fuente: Ayuntamiento de El Viso del Alcor

Sin duda alguna, en tiempos pretéritos, donde las necesidades eran distintas a las actuales, se hacía un uso más racional del agua, tal y como lo podemos ver en la fuente del Concejo (en pleno centro de la localidad) o en nuestro caso en la Muela; en ambos lugares nos encontrábamos con situaciones semejantes:

- Una fuente o manantial mejorado y conservado por el Concejo o Ayuntamiento.

-       - Un pilar o pilares para que el ganado mular, caballar y boyal pudiera satisfacer su sed. Hay que recordar que hasta los años 50-60 no comienza la mecanización del campo, y que todas las labores agrícolas se realizaban con tracción animal.

-       - Un lavadero en el que las mujeres podían lavar la ropa. Lógicamente el agua del lavadero no llegaba a la alberca, sino que discurría por otro lugar, dado que, bajo ningún concepto se permitía que el jabón contaminase el agua que tendrían que beber los animales. De esta manera el lavado de la ropa únicamente se podía hacer en el lavadero. A finales de los sesenta del pasado siglo, la fuente aparecía entre las propiedades del Ayuntamiento.

-       -  Una alberca o albercas que servía para almacenar el agua, que de riego de la huerta o huerto situado en sus aledaños. A este respecto podemos decir que el huerto de la Muela, era propiedad del Pósito y a partir de 1842, fecha en la que éstos  se convierten en Banco de Labradores, al referido Banco.

-      - El remanente de agua, antes de perderse en el arroyo, bien pudo servir para mover las muelas de algún que otro molino harinero.

Pero la fuente y su entorno era lugar de socialización de hombres y mujeres cuyos roles estaban muy definidos: las mujeres eran las encargadas de ir a por agua y a lavar la ropa; por el contrario, los hombres eran los encargados de llevar al ganado a beber.

En cuanto al lavado hay que decir que se hacía, por regla general, el viernes y el sábado, teniendo en cuente que el domingo era fiesta de guardar.

¿Por qué viernes y sábado?. A este respecto hemos de recordar que el día santo para los musulmanes era el viernes, y que en Andalucía, tras la revuelta de las Alpujarras en el siglo XVI los moriscos (musulmanes bautizados) fueron repartidos por toda la geografía andaluza, llegando algunos de ellos a estos lares.

De la misma manera, el día santo de los judíos es el sábado o sabat, por lo que los que se quedaron tuvieron que bautizarse pasando a llamarse conversos, judeoconversos, cristianos nuevos. Para que estas personas no siguieran practicando su antigua religión la Santa Inquisición vigilaba, al igual que sus vecinos, si trabajaban esos días tan señalados en la religión de la que habían renegado. Esto explica, por ejemplo, que la limpieza de las casas se hiciera en sábado, con la obligación de tener abiertas puertas y ventanas.


 Fuente: Asociación Cultural Fuente del Sol

Pero además, la fuente, el lavadero, la alberca, eran generadores de determinados oficios que en la actualidad han desaparecido:

-Los poceros, que eran los encargados de tener limpias las minas de agua que han estudiado, y a buen seguro seguirán haciendo la Asociación Andaluza de Exploraciones Subterráneas. La exploración de las minas de agua de nuestras fuentes ha permitido dar a conocer un patrimonio desconocido que es posible recuperar y que se ha datado en época romana, algo importante, porque hasta ahora se databan en época musulmana. Podemos decir que esto no ha hecho más que empezar.



Maqueta de la fuente, obra de Enrique Vergara. Asociación Cultural Fuente del Sol.

Los poceros eran personas expertas y se conocían las minas como la palma de la mano; siendo una de sus funciones, además, la de mantener en buen estado las lumbreras, elemento fundamental para airear las minas y, además de para bajar a ellas, para sacar todo aquello que fuese perjudicial para el buen estado del agua.


-Los “aguaores” eran personas que tenían la concesión administrativa, por parte del Ayuntamiento, previo pago del correspondiente arbitrio, de repartir agua por las calles de nuestro pueblo. Como es lógico los menos pudientes acudían directamente a la fuente por el líquido elemento, pero había otras personas que compraban el agua a un módico precio a los “aguaores” que recorrían aquellas calles que les había asignado el Ayuntamiento. El agua que repartían era, además de para el consumo, para el lavado de la ropa, por ser agua más fina, o menos gruesa que la que podía facilitar cualquier pozo.

-El guarda de la fuente de la Muela y de su entorno (pilares, lavaderos, alberca…) era un funcionario municipal que tenía que velar por el orden, la compostura y el decoro del lugar, dado que en determinados momentos confluían hombres y mujeres.


JOSÉ ÁNGEL CAMPILLO



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