viernes, 16 de junio de 2023
sábado, 20 de mayo de 2023
- 20.5.23
sábado, 25 de marzo de 2023
- 25.3.23
sábado, 25 de febrero de 2023
- 25.2.23
sábado, 28 de enero de 2023
- 28.1.23
En una visión parcial del
plano de la localidad (1896) podemos apreciar la plaza a nuestra derecha, con
la particularidad que entre ésta y el barranco se aprecian viviendas. |
sábado, 24 de diciembre de 2022
- 24.12.22
Los molinos de aceite o
almazaras formaron parte importante del paisaje urbano de pueblos y ciudades
hasta tiempos relativamente recientes, más si tenemos en cuenta que, junto a la
vid y al cereal, el olivo fue un elemento esencial en el desarrollo de las
comunidades urbanas del Mediterráneo. Estos molinos, con la llegada de la
industrialización, desaparecieron prácticamente del entorno urbano y quedaron
relegados al entorno rural, a las haciendas de olivar.
Según el Catastro de
Ensenada (1751) había en nuestro pueblo dos molinos aceiteros cuyos
propietarios eran eclesiásticos, lo que nos puede hacer una idea de la
importancia que tenía ser propietario o beneficiario de este tipo de industria,
al igual que ocurría, por ejemplo, con los molinos harineros. Estos dos molinos
eran el conocido como “de los frailes” y el de la capellanía que fundó D.
Toribio de León.
En 1761 había un tercer molino propiedad de Alonso Jiménez Tamariz, rico propietario de la localidad.
El
denominado “molino de los frailes” era propiedad del Señor de la Villa desde una
época imprecisa, muy posiblemente desde el siglo XV. En el año 1643, Fernando
Miguel Arias de Saavedra concertó su venta con los frailes mercedarios descalzos
de la villa. A este respecto hay que decir que la venta fue posible porque el
molino estaba fuera del mayorazgo y, por lo tanto, era un bien libre y no
vinculado. La venta se estableció en 20.000 reales, siendo el rédito anual de
1.000 reales. Sin embargo, El 22 de mayo de 1658 don Luis de Saavedra otorgó
poder a Juan de Ozaeta para que concertara el rédito del molino en 500 reales
anuales y la celebración de cien misas rezadas y seis cantadas. El tributo se redujo
a 300 reales en el siglo XVIII.
El
molino estaba situado a la salida de la calle Real, lindando con el camino que
de la villa salía para Sevilla (y con el que se dirigía a la ciudad de Carmona).
Dibujo que representa el molino de los frailes (plano de El Viso de mediados del XVIII)
El
molino estaba compuesto por dos edificios, uno para la piedra, que era donde se
molía la aceituna gracias a la tracción animal, de ahí que estemos hablando de
un molino de sangre; en el otro estaba la viga que servía para ejercer la
máxima presión sobre los capachos colocados uno encima del otro, de esta manera
se obtenía el aceite por prensado que pasaba al proceso de decantación por el
que se separaba el aceite del alpechín.
Como contrapeso a la presión que ejercía la viga tenemos que destacar el principal elemento de estos molinos: la torre que, aunque hueca en la parte de abajo, era maciza en la parte superior al servir de contrapeso. Como elementos secundarios tenemos que hacer mención a la caldera y al almacén con grandes tinajas de barro enterradas en el suelo.
Sin
duda alguna estamos ante lo que podemos denominar como una de las joyas de las propiedades
del convento, que poseía además unas 20 aranzadas de olivar repartidas en
pequeñas parcelas, tanto en el término de El Viso, Mairena o Carmona. Esto va a
permitir, junto a los estipendios por misas y otro tipo de donaciones, vivir a
los frailes con cierta comodidad, por lo menos hasta bien entrado el siglo
XVIII.
En
1791 un vecino solicitó un solar justo al lado del molino y los frailes
ejercieron toda su influencia hasta que consiguieron que la concesión fuese
revocada al argumentar que por el solar pasaba tanto el desagüe como el
alpechín de este. Esto hizo que el solar fuese concedido a los mercedarios, quedando
los mismos con la obligación de pagar al Señorío los tres reales que el mismo
exigía, cada vez que se hacía la concesión de un solar a un vecino. No sabemos
hasta cuando estuvo en funcionamiento el molino, ni los avatares que corrió
desde el último tercio del siglo XVIII. No volvemos a encontrar referencias
sobre el mismo hasta el año 1942, fecha en la que se ponen en funcionamiento en
la villa cuatro almazaras, estando una de ellas situada en la calle Feria nº 2. El viejo molino de los
frailes también conocido como del marqués fue derribado por completo en el año
1988.
En
cuanto al molino de la capellanía que fundó Don Toribio de León, lo gozaba a
mediados del XVIII don Francisco Mellado, presbítero de Mairena. Estaba situado
en la calle Cantarranas, o mejor dicho entre esta calle que es la actual calle
Tren y la calle Alpechín, muy posiblemente en la que hoy es casa nº 15 de la
calle Tío Pinto. El molino estaba compuesto “de
una viga, la cuadra de ella, la de la piedra y doce trojes para la aceituna “.
En esta misma calle han aparecido recientemente restos de una edificación que
muy bien pudieran ser restos de un molino que cronológicamente podemos situar a
fines del siglo XV. Este molino facilitaba cierta cantidad de dinero al
eclesiástico que quedaba obligado a cumplir con lo que el testador había
dispuesto en sus últimas voluntades.
Por lo que respecta al molino de Juan
Jiménez Tamariz, hay que decir que estaba construido en la huerta que fue
propiedad de Juan de Ozaeta Gobernador y Alcaide de la villa en la segunda mitad del
siglo XVII. Estaba situada “a la salida
de esta villa junto al molino de aceite (de los frailes) y a la entrada del
camino de Sevilla”. Dicha huerta la vendió Juan de Ozaeta en 1675 a José
Ruíz y a Antonio Jiménez. Se trataba de una huerta de “arbolado y solería, con su pozo, noria y con su rueda corriente, casa
de teja y todo lo demás que de los vallados adentro le pertenece a la salida de
la calle Real de esta villa por bajo del molino de aceite del convento del
Corpus Christi de ella. Linde por el lado derecho con el camino que sale para
la ciudad de Sevilla y con los olivares de dicho convento y otros linderos”.
Plano de El Viso donde se
señala el lugar donde estuvieron los molinos de Juan Jiménez Tamariz y el de
los frailes, en la calle del Molino (después de la Feria).
sábado, 3 de diciembre de 2022
- 3.12.22
sábado, 22 de octubre de 2022
- 22.10.22
Sin duda alguna, uno de los espacios más vinculados a nuestro pueblo, es la zona de Alcaudete, en Carmona. El vocablo Alcaudete deriva del topónimo árabe “Alcaodat”, que a su vez es una adaptación del vocablo latino “caput aquae”, que podemos traducir como “manantial, fuente, inicio de río o arroyo”.
A
lo largo de su dilatada historia el topónimo se ha vinculado a un cortijo, a un
arroyo, a un enorme túmulo, a unos pilares, a una torre o castillo, a una
ermita, a unos molinos, a una vereda y en tiempos modernos a una romería.
Las
primeras referencias sobre el Alcaudete las encontramos en el repartimiento de
Carmona, en el año 1247, momento en el que el rey Fernando III lo donó a su
esposa, doña Juana de Pontis. En el documento se especifica que la donación es
de treinta yugadas de tierra calma. Estamos sin duda alguna ante una propiedad
de grandes dimensiones, lo que podríamos llamar como un latifundio de unas 900 hectáreas. Por documentos posteriores
sabemos que la finca tenía además una huerta que servía de sustento para la
gente que vivía en lo que después fue el cortijo. Parte de la producción de la huerta se vendía
en el mercado de nuestro pueblo que, hasta 1907, estuvo en la que actualmente
conocemos como plaza del Sacristán Guerrero y que en el siglo XVI era conocida
como plaza de Arriba.
Alcaudete
le debe a Bonsor , el famoso arqueólogo anglofrancés, su presencia en los foros internacionales
gracias al magnífico túmulo de la Motilla o de Alcaudete. A este respecto hay
que decir que en 1885, junto a un grupo de personas que formaban la Asociación
Arqueológica de Carmona, visitó lo que entonces era conocido como puerto de
Alcaudete. La visita propició la publicación, en la primera memoria de la
institución carmonense (1887), de un artículo
titulado El túmulo de Alcaudete. En el mismo encontramos, por
primera vez un dibujo y descripción del gigantesco túmulo.
Pero
Bonsor, además del túmulo, que eclipsa todo lo demás, se encontró con una torre
o castillo, pues de las dos maneras se menciona.
La
torre, al igual que otras muchas de la zona, fue construida en un momento
concreto con una función muy determinada, de ahí que al dejar de tener
funcionalidad, fueron abandonadas. Se trata de un grupo de torres con una
función, más que defensiva, preventiva, de aviso ante posibles ataques; por
otra parte, en determinados momentos pudieron dar cobijo a un pequeño grupo
humano en caso de peligro,
En
este sentido tenemos que contextualizarla en plena reconquista, cuando la zona
de los Alcores pertenecía a lo que se llamó la Banda Morisca, que no era otra
que una tierra de frontera con el reino nazarita. En esta zona de frontera, los
Alcores jugarán un papel estratégico de
gran importancia dado su carácter de “puerta de Sevilla”, de ahí que podamos
hablar de un sistema defensivo perfectamente articulado desde Carmona a Alcalá de Guadaíra, dos grandes fortalezas que
aparecen interconectadas por un rosario de torres, es el caso, por ejemplo, de
la conocida como “de los Navarros”, muy posiblemente situada en lo que hoy
conocemos como el Torreón, entre Alcalá y Mairena; la torre de Mairena, donde
después se construyó el castillo; la torre o torres de El Viso; la del Moscoso
(cuyos restos se mencionan en el siglo XVIII) y la del Alcaudete, calificada
por Bonsor como un castillo o atalaya en
estado de ruina.
El propio arqueólogo nos dice que la parte inferior de la misma era de sillería (piedra) y el resto de tapial, siendo su planta rectangular, de unos seis metros de lado y una altura de unos quince metros, de ahí que especule con la posibilidad de que en otros tiempos la misma pudiera estar estructura en tres plantas.
Fragmento del mapa topográfico nacional de 1918.
Según
testimonios orales la construcción estaba a la altura del último molino, según
se baja por la vereda hacia la Vega, concretamente, al otro lado del camino.
Aunque el referido castillo o torre ha desparecido, hemos de decir que junto al
camino se podían ver alineaciones de sillares.
No
podemos pasar por alto que esta zona es rica y ha sido habitada desde tiempos
muy antiguos gracias a la abundancia de agua que podemos encontrar en la misma,
de ahí que no podamos olvidar el rico acuífero que la sustenta ni el
aprovechamiento que se hacía del agua. En este sentido Bonsor nos habla de
cuatro molinos harineros cuyas piedras de moler o muelas, eran movidas por la
fuerza de las aguas que al mismo tiempo servían para saciar la sed de los
animales en el abrevadero o regar la huerta, que en el siglo XIX aparece
poblada de naranjos, cultivo que introdujo, de forma intensiva en la zona, el
duque de Montpensier, cuñado de Isabel II. Esto nos sirve para tener una idea
del aprovechamiento que se hacía del agua en una zona que destaca precisamente
por su gran
escasez.
El pilar, hoy seco, nos
muestra al fondo el molino de San Antonio.
sábado, 24 de septiembre de 2022
- 24.9.22
A finales de los años 20 del pasado siglo, nuestro pueblo experimenta ciertas mejoras de carácter urbanístico, es el caso, por ejemplo, de la desaparición del paseo que había en la entrada de la calle Real que fue convertido en calle porque “asfixiaba” el discurrir de los escasos vehículos, en concreto unos veinte pertenecientes a las personas más pudientes, es el caso de Carmen Jiménez Jiménez que poseía un Hispano Suiza y un Fiat, todo un lujo para aquellos tiempos.
En
estos mismos años asistimos a la aparición del primer surtidor de gasolina que
se ubica en la entonces carretera Madrid- Cádiz, concretamente en la esquina
entre plaza de la Recovera y Corredera.
Sin duda alguna hoy sería impensable ubicar este tipo de estructura en dicho
lugar, pero tenemos que pensar que entonces era prácticamente el final del
pueblo.
En
estos años, que coinciden con la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), el
Ayuntamiento solicitó y le fue concedido un préstamo por parte del Banco de
Crédito Local de 300.000 pesetas que serían pagadas durante cincuenta años.
Este dinero fue destinado a la mejora y modernización del mercado de abastos
(1907), la construcción de un grupo escolar (que no se construyó) , obras para
instalar y adecentar el que entonces era el Ayuntamiento, un edificio muy
pequeño y antiguo y algunas otras obras de consideración.
Asistimos
además al ensanche de algunas calles, es el caso de la conocida entonces como
Regina y en la actualidad Cervantes, por lo que el Consistorio compra una casa
para darle el ancho que tiene en la
actualidad. De esta manera daba salida a las aguas pluviales que desde la
Corredera bajaban buscando el arroyo de la entonces calle Nueva.
En
esta misma línea compró una casa en la calle Rosario para comunicarla con el
callejón del Calvario (Jesús Nazareno). Sin duda alguna esta comunicación era
crucial, pues no podemos olvidar que el matadero municipal estaba junto al
Calvario, y que en aquellos años, muy posiblemente el itinerario de Semana
Santa experimentara un cambio.
Y
como es lógico, son años en los que la política, desde mediados del XIX, lleva
a cabo modificaciones en el nomenclátor de calles y plazas, por lo que no es de
extrañar que la que hasta entonces recibía el nombre de plaza de Cánovas, pasase
a llamarse plaza de Primo de Rivera.
En
estos años de cierta euforia que terminará con la que se ha calificado como “Gran
Depresión” se nombra a los primeros hijos adoptivos de la localidad (por lo menos
de los que se tiene constancia), es el caso del diputado provincial D. Carlos
Delgado Brackembury y a D. Pedro Gutiérrez Calderón, Alcalde de Alcalá de
Guadaíra. Dicho nombramiento estuvo motivado por su contribución al
nombramiento de nuestro Ayuntamiento con el calificativo de Excelentísimo, por
ello se rotuló la calle Real con el nombre de Alfonso XIII, en agradecimiento
al rey.
Pero
uno de los grandes cambios que intentó llevar a cabo el Ayuntamiento, tal vez
por influencia de las nuevas tendencias urbanísticas, es la creación en la
continuación de la Corredera y hasta la raya del término de una gran avenida con
viviendas ajardinadas en su fachada, de esta manera se configuraría una hermosa
avenida con lo que entonces se denominaba como “ciudad jardín” y de la que
quedan algunos restos.
En
esta arteria principal, en los años cuarenta, se construyó el cine que llevó el
nombre de “Cine Jardín”, precisamente porque delante del mismo había una zona
ajardinada y que ha desaparecido al construirse un bloque de viviendas, el
edificio Jardín, donde había una gran palmera que fue trasplantada en la mejor
época para una planta tropical, en enero.
Sin
duda alguna, fue un intento dignificar la entrada de nuestro pueblo, pero la
especulación urbanística y la desidia de las autoridades municipales lo han
impedido. Esperemos que las escasas viviendas ajardinadas que han perdurado lo
hagan para siempre y no sean fagocitadas por la brutal especulación urbanística
que todo lo puede.
Esta
avenida no era más que la prolongación
de la Corredera o, mejor dicho, de la entonces conocida como Avenida de Queipo
de Llano, de ahí que en febrero de 1953, se lea en el pleno municipal celebrado
el día 23, una comunicación de la Marquesa de Villapanés en la que proponía que
el pueblo se consagrase al Sagrado Corazón de Jesús y se rotulase con el nombre
de Cristo Rey. Ante la petición, el Ayuntamiento decide rotular la prolongación
de la Avenida Queipo de Llano con el nombre de Avenida de Cristo Rey. Años
después, la primera corporación municipal surgida de las primeras elecciones
municipales tras la dictadura, la rotula como “Avenida de la República de Nicaragua”, para
ser bautizada en septiembre de 2022 como “Avenida del 12 septiembre”.