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Cesáreo de los Santos | Una profunda herida, otra cicatriz

No te acostumbras. Son muchas ya las pérdidas y nunca te acostumbras. Esta semana he perdido a una buena amiga. 

Una cruel herida que tardará tiempo en cicatrizar. Tardaron mucho en sanar las primeras producidas por muertes de seres queridos. Mis abuelos, familiares o vecinos que me querían con la ternura y cariño como quieren las personas mayores a los niños. Después mis padres, heridas profundas. Amigos. Amigos de verdad. Vacíos que van quedando. Hachazos que tardan en cicatrizar pero cuando curan dejan marcadas las enormes cicatrices de tan duros golpes. Nos tragaremos las lágrimas. El tiempo no lo cura todo. Quedas marcado con estas señales que te han producido tanto dolor y tanta rabia. 

La vida ha sido injusta con mi amiga. Ha dado mucho más que ha recibido. Una luchadora inaccesible al desaliento. Trabajadora, una virtuosa de la aguja, el hilo y el dedal. Amable y agradable en el trato. Siempre su sonrisa. Brillo en sus ojos vivarachos. La conocí cuando era muy niña. Desde adolescentes siempre estuvimos en la misma pandilla, en el mismo tercio. Cuántos momentos vividos con sus amigos de siempre disfrutando de su alegría y su bondad.

Echaré de menos las botellas de pacharán casero y de limoncello también casero en la que era una especialista. En el trueque que hacíamos quedé en débito. Nunca, nunca pude imaginar que se fuera. Había lidiado toros muy peligrosos a los que logró siempre sortear no sin escalofriantes cornadas .

Se ha ido demasiado pronto y no se lo merecía. En la fatídica rueda en la que se ha convertido este maldito virus cayó la bolita en su casilla. Muchos días para apagarse, viendo como iba disminuyendo la luz de su vela. Sufriendo y dándose cuenta que otra vez no había tenido suerte. Y no se lo merecía. No es justo. Lo que más me duele es la primera y brutal puñalada que han sufrido sus pequeñajos Moisés, Juan, Curro y Cayetano, a los que tanto quería, cuidaba y disfrutaba. Y no, no la volverán a ver. No, no se lo merecía. Ni tampoco ellos se lo merecen.

Ojalá haya cielo y allí le devuelvan todo lo que le debemos sus familiares, sus vecinos y sus amigos. Siempre la llevaremos en nuestros desgarrados corazones. Nunca la olvidaremos. Que descanse en paz Águeda.

CESÁREO DE LOS SANTOS

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