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Jes Jiménez | Imágenes de Europa

Cada vez que oigo hablar del “continente europeo” me asalta la incertidumbre sobre la realidad material geográfica a la que se refiere esa expresión. En esos momentos acudo a los recuerdos del colegio (de monjas) que tuve que sufrir en mi infancia y me vienen a la memoria todas aquellas retahílas que debíamos aprender de memoria. Entre esas listas estaba la de los continentes de la Tierra, y en aquel entonces eran cinco: Europa (en primer lugar, faltaría más), Asia, África, América y Oceanía.


No sé a qué se debía la no inclusión de la Antártida en ese listado, quizás por no estar habitada, o por ser demasiado fría y lejana, o por no estar representada en el mapa mural. Tampoco me extrañaría que su exclusión se debiera al simple desconocimiento o a que su descubrimiento resultaría demasiado novedoso para incluirlo en el listado tradicional de continentes.

Por otra parte, la definición de continente era extremadamente precisa: una gran masa de tierra rodeada de agua por todas partes. En los mapas del mundo se podía apreciar con claridad meridiana la realidad continental de América y Oceanía. Bueno, la de Oceanía no tanto, ya que en sentido estricto es Australia lo que podemos considerar un continente y Oceanía es el conjunto de ese continente más una muy larga serie de islas de diversos tamaños y situadas en el océano Pacífico. Lo de África podía tener un pase: después de todo, con la construcción del canal de Suez se había abierto una vía de agua que completaba el cerco acuático del conjunto terrenal africano.

Así que tenemos como continentes a América, África, Australia y la Antártida. Pero ¿dónde está la separación geográfica (acuática) que justifique la consideración de Europa como continente diferenciado de Asia?

Si observamos un globo terrestre, claramente apreciamos que lo que habitualmente denominamos como Europa no es sino una península de Asia; una península grande, sí, pero una península que, a su vez, contiene otras penínsulas más pequeñas: la itálica, la ibérica, etcétera. Por eso, en todo caso, podría considerarse como una “superpenínsula” o como un subcontinente asiático, igual que el subcontinente indio.

Releyendo lo ya escrito me doy cuenta de que todos los continentes tienen un nombre que empieza por la letra “A”. Quizás éste sea otro inconveniente para considerar Europa como un verdadero continente. En todo caso, parece que el primer mapa en el que aparece diferenciada Europa como región terrestre es en el de Hecateo de Mileto (550 a. C.-476 a. C.). El original se perdió, pero podemos ver la reconstrucción realizada por E. H. Bunbury en su Historia de la Geografía Antigua publicada en 1879.


En el mapa podemos observar cómo Libia (África) no se distingue nítidamente de Asia: más bien parece ser una región de la misma en los territorios a la izquierda del rio Nilo. La distinción entre Asia y Europa es más clara, ocupando respectivamente las zonas de abajo y arriba respecto a un eje horizontal formado por el mar Mediterráneo, el Egeo, los Dardanelos hasta llegar al mar Negro. Se atribuye a Anaximandro situar de una manera más precisa la frontera entre Asia y Europa siguiendo el curso del rio Phasis (actualmente rio Rioni) en el Cáucaso.

En la Edad Media se producen algunas visiones mucho más esquemáticas de la realidad europea, como esta curiosa distribución triangular del mundo conocido, que aparece en el Códice de Fernando I y Sancha del Comentario al Apocalipsis de Beato de Liébana, producido en el año 1047.

La orientación en el plano de la hoja no se ajusta a la moderna convención de situar el norte en la parte de arriba, sino que aparece a la izquierda y el sur a la derecha; el oriente está en la parte de arriba y el occidente en la de abajo.

Europa está situada en la parte norte de occidente y se caracteriza por su frialdad (frigidam). Libia, por el contrario, es cálida (calidam) y aparece en la parte meridional del occidente. El oriente está ocupado en su totalidad por Asia.


Pero es Isidoro de Sevilla quien, ya en el siglo VII, había concebido una forma de representar el mundo mediante un tipo de mapa simbólico que luego se ha denominado mapa de “T en O” o mapa “Orbis Terrarum”. En su De natura rerum escribe Isidoro: “La Tierra puede ser dividida en tres partes, de las cuales una es Europa, otra Asia y la tercera se llama África. Europa está separada de África por un mar desde el final del océano y las Columnas de Hércules. Y Asia está separada de Libia con Egipto por el Nilo”.

En estos mapas el mundo está representado como un círculo que, en su parte exterior, está totalmente ocupado por el océano. En el interior del círculo se inscribe una “T” y, encima de su tramo horizontal, aparece Asia; África está a la derecha del tramo vertical y Europa, a la izquierda. En la imagen siguiente se puede ver la ilustración correspondiente que aparece, con el texto en árabe, en el Códice toledano del siglo IX.


Este tipo de representación geográfico-simbólica siguió evolucionando y dio lugar a una gran variedad de visualizaciones de Europa con respecto al resto del mundo conocido. Como el carácter simbólico prevalecía sobre la exactitud de los datos geográficos, en estos mapas tenían cabida tanto las mayores audacias imaginativas como las más refinadas habilidades estéticas.


Se podrían mostrar muchos ejemplos, pero quizás uno de mis preferidos es el que aparece en otro manuscrito de los Comentarios al Apocalipsis de San Juan del Beato de Liébana, que se encuentra en la catedral del Burgo de Osma.

JES JIMÉNEZ
FOTOGRAFÍA PRINCIPAL: JES JIMÉNEZ
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