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Ángel Fernández Millán | La digitalización nos vacía

La España vaciada es tendencia en España y en muchos otros países de nuestro entorno. Los habitantes de las comarcas más alejadas del interior, de las zonas de montaña y de otros muchos territorios en declive por diferentes causas se quejan, con toda la razón del mundo, de la marginación y el abandono que sufren por parte de los poderes políticos y económicos, residenciados en las capitales de estados o comunidades autónomas.


La emigración del campo a las ciudades y a las zonas del litoral es un fenómeno difícil de revertir en una sociedad capitalista como la nuestra. Pero hay otro vaciamiento progresivo que se está produciendo de manera inadvertida y que afecta a casi todos los espacios rurales y urbanos y cuya causa es la digitalización de todas las actividades humanas.

Se trata del vacío que deja el cierre del pequeño comercio minorista en barrios y pueblos por el crecimiento desmesurado del comercio online, también de los miles de metros cuadrados de oficinas vacías por la digitalización de todas las gestiones administrativas.

Un viaje de ida y vuelta en autobús de Sevilla a Úbeda me ha permitido tomar conciencia del problema. Seis horas en el trayecto de ida y media hora menos en el de vuelta, entrando a numerosas localidades, ofrecen una radiografía muy exacta de lo que nos está pasando y de las nulas reacciones al nuevo fenómeno.

Estaciones de ferrocarril y de autobuses han cerrado las taquillas de venta de billetes y las han sustituido por expendedores automáticos e Internet. Ya hay pocas colas y los viajeros llegan con su billete en la mano o en el móvil y van directamente al bus o al vagón. También sobran los quioscos que antes vendían prensa en papel y revistas. Los locales comerciales han sido sustituidos en algunos casos por taquillas automáticas de Correos, Amazon u otros operadores para la recogida de paquetes o la entrega.

El recorrido por los cascos urbanos de pequeñas y medianas localidades nos brinda un panorama similar. Locales en alquiler o en venta, naves vacías en polígonos industriales con muchas parcelas sin edificar,... Vacío, abandono y sensación desoladora que en el caso de ciudades como Linares se acentúa por su declive minero e industrial.

Hasta aquí el diagnóstico de una situación negativa que sí puede tener remedio porque ya hay soluciones emprendedoras a este vaciamiento de espacios cotidianos. Los bajos comerciales de muchos edificios se están convirtiendo en viviendas, locales en centros comerciales y estaciones se están cediendo o alquilando a artesanos, emprendedores y entidades sin ánimo de lucro para actividades alternativas o nuevas. En los polígonos industriales hay naves ya reconvertidas en espacios de trabajo compartido (coworking) o teletrabajo.

Lo que sí está claro es que hay que derrochar imaginación y creatividad para encontrarle una nueva vida a esos espacios que se han quedado sin uso por la evolución de la sociedad y el avance tecnológico. Las administraciones públicas deberían apoyar las iniciativas de reutilización con facilidades, simplificación de trámites y cambios de planteamientos que responden a esquemas del pasado ya superados.

ÁNGEL FERNÁNDEZ MILLÁN
FOTOGRAFÍA: J.P. BELLIDO