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María José Cortés | El cuento del ogro

Había una vez un ogro del bosque, grande como son todos los que imaginamos o hemos podido ver, feo en su actitud y malvado como todos los de su especie porque si no sería otro elemento perturbador y no un ogro.


Este individuo dedicaba su vida a ir por las aldeas asustando a los buenos vecinos, tanto era así que algunos temblaban con solo oír su nombre, otros que no habían podido evitar encontrarlo a su paso lo esquivaban de puntillas como su destreza les permitía, aquellos que como estrategia se convertían en “amigos” y solo algunos eran capaces de ignorarlo.

¿Amigo de un ogro? Era una difícil tarea, pero descubrieron que si le concedían lo que en cada momento gustase podría llegar a ser menos terrible de lo que era con el resto. 

Pues para ello: darle la razón, proporcionarle alimento, no llevarle la contraria y un sinfín de favores al gusto.

En el pueblo todo el mundo se preguntaba por este ser. ¿Era terrible por naturaleza? ¿o es que solo tenía unos días peores que otros? ¿Era malvado y destructivo de forma selectiva? ¿por qué a unos dañaba y a otros no? 

Como para sabio un abuelo, acudieron al más anciano del lugar para que les informará del mismo:

“Este ogro que veis en los alrededores, hace años, muchos años, era un niño como vosotros. Cierto es que según fue creciendo se convirtió en agrio y esquivo, cabizbajo y nada amigable. Ya entonces la gente empezó a temerle porque solo era capaz de asustar, molestar y decir cosas “feas” de quien se pusiese por delante en su camino. Era su forma de estar presente porque su vida realmente estaba vacía. Cuanto más miedo daba, más respetado era por algunos y más ignorado por otros. Se convirtió en lo que es, por decisión propia.

¿Y cuál es la solución? ¿Cómo escapar de sus garras abuelo? ¿Por qué a ti no te da miedo?

Pues la solución no es otra que elegir el camino adecuado y la compañía idónea, no se trata de huir de él sino de ignorarlo, porque ese ogro no se come a nadie, solo da berridos que son el sonido de su amargura y aquellos que desean alimentarlo pues también son respetables, aunque equivocados. El ogro cuando termine con el alimento ofrecido no dejará de serlo y se volverá contra ellos igualmente. Su saciedad es infinita. 

Por ello queridos míos, no tenerlo en cuenta os permitirá seguir andando, seguir creciendo, seguir sumando, si alguna vez pide ayuda pues ser buenos caminantes y concederla si lo tenéis a bien, en definitiva, el eligió ser ogro y destructivo y nosotros hemos decidido vivir felices haciendo el bien al prójimo. 

Pd. Hoy le ha tocado pasar revista a………………………………. a los ogros profesionales jejejejejeje. 


MARÍA JOSÉ CORTÉS
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