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Cesáreo de los Santos | Vallaos y pencones de pitas de mi pueblo

Pitas de los caminos de las huertas, heridas de muerte estáis. Chumberas y pencones verdes de Las Casetas y de La Vía relucientes cargadas de higos en otro tiempo, ahora mustias, pálidas con manchas blanquecinas que parecen rociadas de leche. Las de La Santa y La Tablá. Todas postradas y alicaídas, anunciando vuestro final. Vestidas de puyas no habéis sido capaces de sobrevivir a la picadura asesina de la cochinilla del carmín. Vengativa porque ya no se utilizan sus pigmentos rojos para maquillar a los rostros femeninos o darle color a las comidas.



Más de quinientos años en los paisajes alcoreños. "Vallaos" de huertos, corrales, "cerraos" y "cercaos" que impedían que se saliesen las bestias o entrasen los amantes de lo ajeno. Muro y pantalla. Seto y cortavientos. Defensa y defensa .

Vuestro rico fruto, los "jigos" chumbos no harán ya las delicias de los pequeños..y de los mayores. Néctar de los dioses que libaban de vuestras flores los chiquillos de El Viso. "Quitajambre" en los años duros.

Hasta "er durcero" Antonio El Laguna con su canasto de mimbre os encumbró haciendo de las pencas pitas glaseadas a modo de calabaza en dulce, para luego pregonarlas por las calles de nuestro pueblo.

Refugio de conejos, caracoles, mariposas y sabandijas. Sombra protectora de espárragos y vinagritos. Mampara para íntimamente aliviar el vientre aquellos que no usaban el retrete. Invisibles e inadvetidos los nidos de gallinas y pavas en sus entrañas.



Compañeras de viaje de las palmeras con el picudo, los olivos con la xilella, las tomateras con la tuta, las encinas con la seca o las liebres con la mixomatosis. Suenan estertores de muerte en Los Alcores. Las campanas repican.

Por ser alóctonas ni los ecologistas os quieren. Poco no, nada hacen las administraciones tan dadas a la defensa de especies autóctonas en peligro de extinción, por daros una oportunidad. Abandonadas a su suerte probablemente se extinguirán.

Resistido a las noches frías del invierno, a las sequías y a los rigores duros del verano, a los hachazos con la marcola y la cimbara de vaqueros y cabreros, arrebatando vuestras pencas, para dar sustento a su ganado una vez pasadas por el fuego para quemar las defensivas puyas. Tanta resistencia en vano. Un vaho implacable os abate.

Lo siento mucho vallaos y pencones de pitas de mi pueblo. Os acompaño en el sentimiento.

CESÁREO DE LOS SANTOS
FOTOGRAFÍAS: serbal-almeria.com y El País  

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